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Las raíces de Europa

La 'provisional' exclusión de unareferencia explícita a Dios y al cristianismo en el preámbulo de lafutura Carta Magna se ha convertido en los últimos meses - almargen de las enconadas discrepancias sobre el reparto de poder enlas instituciones comunitarias- en una de las cuestiones de lafutura Constitución Europea que más polémica está levantando. Laintroducción prevista inicialmente por la Convención es extensa yrepleta de alusiones históricas y éticas, con las que se intentatrazar el perfil de la cambiante identidad europea, pero elude entodo momento las menciones a la religión como pilar indiscutible enla construcción de ésta y solo se hace referencia a «la inspiraciónde las herencias culturales, religiosas y humanistas de Europa».Aunque la discusión en una sociedad -la europea- en la que lareligión es de ámbito privado pueda parecer extemporánea, laimportancia que los elementos simbólicos juegan a la hora deinterpretar el conjunto de sus normas no debe ser menospreciado.Prueba de ello es la reclamación que varios gobiernos nacionales-Polonia, Irlanda, Italia, Portugal, Chequía, Hungría, Malta,Lituania, Eslovaquía, Irlanda- han presentado al respecto.

Hay indudables razones constitucionalespara reconocer la identidad cultural cristiana y las diferentessensibilidades, tanto religiosas como laicas, en la simbología delpreámbulo de la nueva Constitución Europea. No se trata demodificar la libertad religiosa en la Unión o en sus Estadosmiembros, garantizada por los tratados internacionales y lasrespectivas constituciones nacionales, sino de convertirse en unacomunidad ética a través de la afirmación y reconocimiento de supropia diversidad y pluralismo. En el proceso europeo, los fines yvalores son aún más importantes -si cabe- dada la heterogeneidad delos pueblos e identidades que componen la Unión. Negar laimportancia del cristianismo en nuestra civilización es irreal, noasume nuestro propio pasado y supone un ejercicio indeseable deamnesia histórica. La influencia cristiana en la identidad europeaes secular, e incluso hoy todavía es importante como culturareligiosa dominante. Y, por ello, la nueva constitución debereflejar en su propia simbología la realidad de los ordenamientosconstitucionales europeos, con toda su diversidad. Por ello nopuede adoptarse sin más la concepción laica del Estado de paísescomo Francia o Italia y excluirse la opción constitucional depaíses que conforman la mitad de la población europea -GranBretaña, Alemania, Polonia, Irlanda o Dinamarca, entre otros- y queen sus constituciones sí hacen referencia a su no laicismo.

El borrador actual del preámbuloconstitucional está escrito desde el convencimiento ingenuo de quela neutralidad solo es posible desde la laicidad más estricta, peroprivilegiar una realidad sobre las demás no parece que sea el mejorejemplo de respeto a la pluralidad.