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Platón (Aristocles)

I. Vida (427-347 a.c.)

Platón se llamaba Aristocles. Nació en una familia noble de Atenas. Combatió como buen soldado en diversas batallas. Parece que por su gran corpulencia y sus anchas espaldas le ganó el sobrenombre de «Platón» (el ancho...).

Alrededor de los 18-20 años se hizo discípulo de Sócrates. Ello implicó un cambio total de vida, pues hasta entonces se había dedicado a la literatura.

Entre los 25 y 30 años vivió los fuertes cambios políticos de Atenas, que le llevaron a una visión negativa de la democracia, en cuanto que bajo ella murió Sócrates. Según se narra en el Fedón, no estuvo presente en la muerte de su maestro.

Al morir Sócrates (año 399) Platón emprendió una serie de viajes. Primero estuvo en Megara, donde había un grupo de socráticos. Más tarde se dirigió a Italia, primero a Taranto (donde conoció a importantes pitagóricos), y luego a Siracusa (una floreciente ciudad dominada por un tirano, Dionisio). Según parece, buscó realizar allí su proyecto filosófico-político (como se narra en la Carta VII), pero fracasó.

Hacia el año 387 regresó a Atenas y fundó una «escuela» de estudio, la Academia (por eso sus discípulos son llamados Académicos).

Volvió a Siracusa el 367, el mismo año en el que ingresaba en la Academia un alumno venido de Tracia: Aristóteles (con apenas 18 años). El año 365 regresó a Atenas, nuevamente desilusionado ante su fracaso en Siracusa. El año 361 emprendió el último viaje a Siracusa, de la que regresará el año siguiente. Del 360 al 347, año de su muerte, ya no saldrá de Atenas.

II. Formación de Platón; obras; problemas preliminares

1. Las fuentes del pensamiento platoniano

Se pueden encontrar en el pensamiento de Platón seis afluentes de la filosofía y la cultura griega:

  • Socrática: la ascensión inductiva para descubrir lo inteligible en lo sensible.
  • Eleática: el valor del ser como absoluto y del conocimiento racional como autónomo sobre el sensible.
  • Pitagórica-órfica: afirmación de un orden inteligible; el número como medio de relación entre el mundo de las ideas absolutas y la realidad sensible.
  • Heraclitiana: el sensismo degenerado de Heráclito que conoce Platón por medio de Crátilo.
  • Anaxágoras (a través del mismo Sócrates y, quizá en sí mismo): la idea de la mente separada, del alma separada (según la famosa imagen de la «segunda navegación»).
  • Los sofistas: aunque fuertemente atacados, ofrecen conocimientos sobre política, teoría del conocimiento, moral, que Platón no deja de tener presentes (aunque a veces sólo sea para criticarlos) en sus escritos.

2. Conservamos de Platón, salvo prueba contraria, todos sus escritos, elaborados en forma dialógica. Las obras se dividen en varios grupos según su cronología (siempre difícil de determinar con certeza). Mencionamos algunos de los diálogos más representativos de cada grupo.

  • Diálogos socráticos (juventud): centrados en el tema ético. Entre ellos, mencionamos los siguientes: Apología de Sócrates, Critón, Eutifrón, Menón (Sócrates y el esclavo).
  • Diálogos de madurez: Fedón (sobre la inmortalidad), República (la justicia individual y social, el Estado ideal, los estados en decadencia, la inmortalidad del alma...), Banquete (también llamado Simposio, sobre el amor y la belleza), Fedro (retórica y dialéctica; amor).
  • Diálogos de transición y de vejez: Teeteto (sobre el conocimiento), Parménides (sobre el ser y la nada, el uno y los muchos), Sofista (sobre el sofista, el ser, la nada), Filebo (sobre la vida feliz, la inteligencia y el placer), Timeo (sobre el mundo), Leyes (el segundo Estado con leyes ideales).

3. Problemas ante el estudio de Platón

a. La historia del estudio de Platón es muy amplia, pues a lo largo de los siglos han ido cambiando las perspectivas desde las cuales acometer la empresa de la comprensión de un autor que no siempre se deja «atrapar» en unos moldes fijos. A modo de un resumen muy sintético, conviene recordar que:

  • Durante muchos siglos el estudio de Platón ha integrado una serie de doctrinas no escritas (ágrapha dógmata), transmitidas de modo oral, que tendrían una gran importancia para completar lo dicho en los diálogos.
  • Con Schleiermacher (s. XIX) surge una corriente interpretativa que quiere reducir Platón a sus Diálogos («los Diálogos son Platón y Platón son sus Diálogos...»), y que ha prescindido de las tradiciones indirectas que nos daban noticias sobre las doctrinas no escritas.
  • Desde inicio de este siglo (Robin) y de modo especial con la escuela de Tubinga-Milano (Krämer, Gaiser, Reale) se está intentando rehabilitar la importancia de las doctrinas no escritas para comprender la esencia del pensamiento platoniano. Pero el debate sigue en pie...

b. En Platón, al menos tal y como nos aparece en sus Diálogos, no hay un sistema claramente individuable. De ahí la complejidad del estudio de su pensamiento, que nos lleva a un lado y a otro sin llegar a decir, al menos en los escritos, cuáles serían las conclusiones «definitivas» a las que habría llegado el fundador de la Academia.

III. Las preguntas fundamentales que busca resolver platón

  1. ¿Cómo tenemos conceptos universales (ideas) si las cosas que ven los sentidos son particulares? Este problema nace del enfrentamiento entre Parménides y Heráclito, y del problema de la relación entre sensible y racional. Platón busca caminos de solución al profundizar en la inducción socrática. Las consecuencias de este planteamiento se notan de modo especial en la concepción de los saberes humanos y en la ética.
  2. ¿Todos los hombres tienen igual competencia, igual virtud (areté) a la hora de emitir un juicio (en los campos moral, científico, religioso...) o de realizar algún trabajo? ¿A qué se debe el que haya entre los hombres saber e ignorancia? Platón avanza hacia la respuesta desde una fuerte crítica a la democracia pura y al relativismo universal, ofreciendo un proyecto global para la política y la educación.

IV. El camino hacia la respuesta

1. El hombre adquiere informaciones por medio de los sentidos. Es claro, sin embargo, que la sensibilidad sólo nos habla de una relatividad total (cada quien siente las cosas de una manera) y de un continuo flujo (Heráclito), de un cambio constante (a veces el objeto que conozco sensiblemente cambia, o yo cambio...). Por ejemplo, un vino ahora me parece bueno y luego malo; un viento a uno le resulta caliente y a otro frío, según se narra en el Teeteto.

2. Además, entre los hombres nos damos cuenta de que el conocer debe ser algo más que el sentir. En efecto, si conocer fuese igual que sentir, cualquier cosa que «sintiésemos» podríamos tomarla como verdadera, y nunca actuamos así, y, si lo hiciéramos, fracasaríamos continuamente en la vida. Incluso somos capaces de juzgar sobre los sentidos («esta sensación es falsa»; «yo veo mejor que tú este objeto»; etc.). ¿Cómo es posible esto? Parecería que hay una ciencia del alma que «controla» los datos de los sentidos.

3. También es un hecho que el hombre usa al hablar y al pensar conceptos, ideas, que son universales, inmutables, eternas, válidas independientemente de mí y de los demás. El descubrimiento de estos conceptos, que explican el actuar moral (como mostró Sócrates: las ideas de justicia, de valor, de honradez), abre el horizonte a la explicación de toda la realidad (es el tema de la «segunda navegación» que encontramos en Fedón 97b-102a).

Queda pendiente un gran problema: ¿de dónde nos vienen estas ideas? Veremos cómo se intenta responder a este problema por medio de la doctrina de la anámnesis o reminiscencia.

4. Además, el hombre siente, de una manera semejante a los animales, atracciones o repulsiones hacia realidades que se le presentan, pero estas atracciones son controladas, son reguladas... ¿Cómo? ¿El mismo instinto regula al instinto? No: el control debe venir de algo distinto del instinto. Aquí descubrimos que la ciencia del alma «controla» los instintos y pasiones. Por eso en el hombre debe haber varias «partes» o dimensiones, según el principio: «Es evidente que una misma cosa nunca producirá ni padecerá efectos contrarios en el mismo sentido, con respecto a lo mismo y al mismo tiempo. De modo que, si hallamos que esto sucede en la misma cosa, sabremos que no era una misma cosa sino más de una» (República 436bc). La fórmula que acabamos de presentar es conocida como «principio de no contradicción».

5. Para explicar todo lo anterior, Platón elabora una serie de análisis, que le llevan a las siguientes conclusiones:

  • En el hombre, ser animado (con alma), debe haber tres funciones (quizá no es adecuado decir tres «partes») distintas de su alma: sensitiva-apetitiva (tiende a lo que es agradable o desagradable, según las leyes de la sensibilidad), pasional (imprime fuerza ante las dificultades: valor, arrojo), e intelectiva-racional (regula a las otras dos partes, y las «detiene», y es la que alcanza la verdad por medio de conceptos, y dirige la voluntad según el criterio de «lo mejor»). Esta propuesta puede leerse en República 437b-441c.
  • La parte racional, si es capaz de conocer conceptos universales, debe tener ella misma las propiedades que tienen los conceptos (se supone el principio: el actuar sigue al ser): debe ser eterna (de origen divino), inmortal (no puede terminar: ello explica que pueda ser juzgada después de la muerte), inmutable (nunca deja de ser como es), sin ninguna mezcla con la materia: espiritual y divina (conocer el alma es conocer lo más divino que hay en nosotros, y conocer a Dios es llegar a conocer el alma...).
  • El conocimiento de las verdades conceptuales, que son distintas de las verdades sensibles (Platón defiende la separación entre los dos mundos) debe ser algo peculiar de esta parte racional, algo que no procede del mundo sensible. Aquí entra la doctrina de la reminiscencia (anámnesis), que supone la doctrina de la preexistencia del alma: el alma procede de un mundo espiritual, el mundo de las ideas, y allí ha podido contemplar las ideas; luego el alma «desciende» a un cuerpo, y por medio de él toma contacto con todo lo sensible. En este contacto se «reaviva» el recuerdo, y el hombre así alcanza conceptos universales (conocer es activar el recuerdo...).

Esta explicación suscita muchas preguntas. ¿Se trata de una explicación mítica, tomada de los pitagóricos, como se insinúa en el Menón? ¿O es un esfuerzo por exponer con imágenes aquellas verdades que son de difícil comprensión? Este es uno de los puntos difíciles de Platón.

6. Los niveles del saber; la dialéctica

Dentro de los saberes humanos conceptuales (que se mueven al nivel de las ideas) Platón ofrece una doble distinción en la imagen de la línea recta. Vamos a considerarla brevemente, tal y como se presenta en República 509d-511d.

NIVEL DEL MUNDO SENSIBLE: opinión (dóxa)

  1. Conocimiento conjetural: imaginación (eikasía). Tiene por objeto a las sombras, los reflejos, etc.
  2. Conocimiento fiducial: creencia (pístis). Tiene por objeto a los animales, a todo lo que crece, a las cosas fabricadas por el hombre, etc.

NIVEL DEL MUNDO INTELIGIBLE: ciencia (epistéme). Se divide en dos:

  1. Conocimiento científico no estricto (sobre formas no plenamente fundadas): conocimiento discursivo (diánoia). Somos capaces de elaborar una cierta ciencia a partir de los conceptos-hipótesis (es decir, no suficientemente justificados, pero presentes en nuestra mente), que son tomados como principios (aunque no lo sean), para construir desde ellos razonamientos deductivos. Así funcionan de modo privilegiado las matemáticas, pero también todo otro saber científico «normal» (la física teórica, por ejemplo, o la astronomía).
  2. Conocimiento de las mismas ideas, estrictamente científico o filosofía: dialéctica (nóesis). Aquí tomamos los conceptos no como principios, sino como hipótesis, es decir, como algo que debe fundamentarse en algo superior. Se inicia así una ascensión intelectual entre ideas para llegar a aquella idea que funda a todas las demás y no está fundada por ninguna otra... ¿Cuál es esta idea? En la República es la idea del Bien (que es comparada con el Sol); en el Banquete es la idea de Belleza.

7. Los errores de los hombres

Los errores de los hombres (en el campo del saber y en el campo de la moral) se deben a que se dejan arrastrar por los sentidos y pasiones (viven creyendo que es verdad sólo lo que ven y lo que tocan) y a la falta de educación (no han desarrollado el uso de la parte espiritual de sus almas, ni han aprendido a controlar sus pasiones inferiores).

Por lo tanto, hace falta ayudar al hombre a descubrir que la verdad está en su alma, que puede alcanzarla por medio de los conceptos o ideas, y que debe educarse para que la parte racional domine (es la que nos guía hacia lo mejor, y no hacia el placer inmediato que proponen los sentidos).

Esta educación es posible con un largo proceso, que requiere numerosos estudios y también la presencia de buenas compañías y educadores competentes.

Además, hay que crear el clima social necesario para que el hombre logre que la parte espiritual domine a las otras dos partes. Este es el núcleo del proyecto político-educativo de Platón.

8. Resumen del pensamiento platónico: el mito de la caverna (República VII 514a-520a)

a. Existen dos mundos, uno de las ideas, que existen en sí mismas (y así son universales, necesarias, atemporales,...). Otro mundo aparente, de las cosas sensibles, visibles.

b. Las relaciones entre estos dos mundos son explicadas de varios modos y con varias «metáforas»:

  • Imitación: las cosas sensibles imitan a las ideas.
  • Participación: cada cosa sensible «participa» del ser de su idea correspondiente.
  • Comunión: entre los objetos particulares y las ideas hay algo en común; lo mismo se aplica, luego, a las ideas entre sí: algunas «comulgan» en algo que las hace semejantes...
  • Presencia: se da una presencia de la idea en la realidad particular.

Esta teoría es uno de los puntos que más problemas ha causado a Platón, y que le llevó a poner en discusión sus propias ideas en el Parménides. Aristóteles se presenta muchas veces como un colosal rival de estas teorías. Aquí nace el argumento del «tercer hombre»: para conocer que un hombre participa de la idea de hombre, debo encontrar lo común a ambos, y se origina una nueva idea (la del «superhombre»), y así hasta el infinito...

c. El conocimiento:

  • Platón rechaza la inducción socrática: las ideas universales (permanentes y válidas) no pueden venirnos del conocimiento sensible (mudable y transitorio).
  • Entonces estas ideas universales nos vienen por la reminiscencia o anámnesis: conocer es recordar. Nuestra alma ha tenido una existencia previa en el mundo de las ideas y luego ha sido «encerrada» en un cuerpo. Por medio de los sentidos que contactan con las cosas sensibles del mundo sensible recordamos y activamos las ideas innatas en nosotros (en virtud de la imitación y participación de que gozan las cosas sensibles respecto de las inteligibles).
  • Luego nuestra inteligencia, mediante la dialéctica, puede ordenar las ideas hasta subir a la idea de las ideas, la idea de BIEN (el Sol según la narración de la alegoría de la caverna).

d. Cuadro resumen de la alegoría de la caverna:

TOPOS ORATOS TOPOS NOETOS

SER

Múltiple Uno

REALIDAD

Mundo sensible Mundo espiritual

CONOCIMIENTO

Conjetura, creencia pistéme, ciencia

apariencia, opinión verdad

HOMBRES

Ignorantes Filósofos

V. Otros desarrollos de la filosofía platoniana

1. Dios

Platón continúa la purificación de la religión clásica iniciada con Jenófanes y con Sócrates. Habla de las ideas como un mundo divino, y en ese mundo ocupan un lugar principal las ideas de Belleza y de Bondad.

Dios es presentado también como un Arquitecto o Demiurgo, un organizador. Es un Dios inteligente y providente del mismo hombre, con vida, sabiduría y movimiento. Parece que Dios es inferior a las ideas (o, al menos, que debe someterse a un orden superior, el orden del ser). Este punto será corregido por el cristianismo (los filósofos cristianos colocarán las ideas en Dios, no por encima de Dios).

2. Hombre

a. Composición «dualista» de alma y cuerpo; el alma puede ser comparada con un marinero que dirige una nave (el cuerpo).

El alma es divina, inmortal (por el argumento de la reminiscencia) y espiritual (no se capta con los sentidos).

La maldad viene de las pasiones del cuerpo; el alma, en cambio, nos hace semejantes a Dios, si bien es responsable del pecado si cede a las pasiones.

b. Hay tres «partes» del alma, que dan lugar a tres tipos de hombres según domine una parte u otra:

  • Racional, en el cerebro. Si es la parte dominante, tenemos a los hombres superiores, a los filósofos gobernantes. Platón defiende como sistema político ideal el aristocrático, entendido como gobierno de los mejores, es decir, de los filósofos.
  • Pasional o irascible, en el tórax. Si domina, origina a los hombres ambiciosos, a los militares.
  • Concupiscible, en el vientre. Si se impone a las otras dos partes, tenemos a los hombres dedicados a las riquezas y bienes materiales, artesanos y comerciantes, campesinos y obreros.

Este análisis sirve a Platón para clasificar a los hombres según capacidades, y poder, así, hipotizar cómo sería la ciudad ideal, según el criterio básico de la especialización: que cada hombre realice aquello que mejor puede hacer, bajo la dirección de los mejores.

c. Nacimiento del hombre: según el Timeo, el alma es formada por el Demiurgo a partir del mundo de las ideas, mientras que el cuerpo es formado por los dioses inferiores a partir de los cuatro elementos primordiales (agua, aire, tierra, fuego). Según uno haya llevado mejor o peor su existencia, recibe, en las siguientes reencarnaciones, cuerpos mejores o peores, en ciclos que durarían 10.000 años...

3. Ética

El fin del hombre es la felicidad, que se consigue por medio de la virtud. La virtud es la armonía entre los elementos contrarios en el hombre (las tres partes del alma), es decir, coincide con la justicia en cuanto aplicada a cada una de las distintas dimensiones del hombre y a su conjunto.

  • Virtud del alma racional: sabiduría.
  • Virtud del alma irascible: fortaleza.
  • Virtud del alma concupiscible: templanza.
  • La Justicia es vista como virtud coordinadora de cada parte.

Es necesaria una purificación y un ejercicio continuo de ascesis y contemplación de las ideas. El mejor proyecto de vida del hombre es el hacerse semejantes a Dios, imitar su justicia, conscientes, sin embargo, de que no podemos eliminar el mal de este mundo. La filosofía, en última instancia, nos debe ayudar a alcanzar la verdad, el mundo auténtico, que sólo se consigue tras la muerte: podemos decir que la filosofía es una preparación para la muerte (como se dice en el Fedón).

4. Política

Es un tema central en Platón, como lo prueba su testimonio personal en la Carta VII. La ciudad ideal es presentada a la luz de los distintos tipos de hombres que hemos visto en la antropología. Además, es sumamente importante la educación para conocer las cualidades de cada uno y orientarlas de modo adecuado.

Defiende, al nivel ideal, una sociedad dirigida por los «guardianes», que viven con todo en común, pero admite que, en la práctica eso es casi imposible... De la corrupción de los hombres surgen las sucesivas, y cada vez más injustas, formas de los estados, cuyo momento más desastroso se alcanza con la tiranía...

Platón plantea el problema del «constitucionalismo»: ¿hasta qué punto la ley debe estar por encima del gobernante, o el gobernante, por el hecho de saber, puede estar por encima de la ley? En el fondo, para el fundador de la Academia siempre el sabio estará por encima de la ley, y podrá cambiarla cuando sea necesario en vistas del bien común.

VI. Importancia e influjos

1. Importancia histórica

Platón ejerció un influjo constante e indirecto durante toda la Edad Media por medio del neoplatonismo y del agustinismo.

En el Renacimiento se produce un fuerte resurgir del platonismo, aumentado gracias al acceso directo a los textos griegos y al creciente número de traducciones.

Aún hoy impresiona su realce del espíritu y el análisis de las ideas y de su orden progresivo ascendente, y son muchos los estudios que se dedican a este autor.

2. Valoración crítica

  1. Hay que reconocer el mérito del querer superar el dualismo Heráclito-Parménides y la problemática presente en el pensamiento presocrático.
  2. Igualmente, resulta de gran importancia la doctrina de la participación, que tendrá un peso consistente en el cristianismo medieval.
  3. La idea de la reminiscencia y de la existencia de ideas en sí da lugar a una serie de problemas que el mismo Platón se puso, y que requerirían una explicación más compleja; esa explicación puede ser la que ofrece «el más platónico» de los discípulos de Platón: Aristóteles.
  4. Asimismo, no se explica bien la relación del alma con el cuerpo; existe el peligro de dar una interpretación dualista, en la que alma y cuerpo queden separados, como si fuesen cosas distintas (aunque es positivo reconocer el primado del espíritu sobre la materia...).

3. Platonismo y cristianismo

Sobre la relación de platonismo y cristianismo, ha habido (y hay) un fuerte debate, entre quienes consideran ambas visiones como incompatibles, y quienes, en cambio, ven muchos elementos comunes. Según una estudiosa de la segunda mitad del siglo XX, Cornelia de Vogel, hay puntos en común entre el platonismo y el cristianismo que son los siguientes:

  1. Las cosas visibles no son la realidad primaria, mientras ésta existe por y a través de sí misma.
  2. Debido a su imperfección, las cosas visibles aluden y exigen una realidad perfecta y absoluta, un ser primero fundado en sí mismo.
  3. La realidad invisible tiene un valor y un significado infinitamente superior respecto de las cosas visibles que dependen de ella.
  4. Este hecho fundamental debe guiar y conducir nuestra vida.
  5. De aquí se deduce el valor infinito del alma humana, de cualquier alma individual.

Como conclusión, podemos decir que para Platón toda la ciencia y toda la sabiduría humana consiste en encontrar el único camino que lleva a la felicidad, el camino de la justicia que consiste en asemejarse a Dios. Sólo en este esfuerzo consigue el hombre la máxima maestría, la superioridad del sabio, la altura de quien es capaz de enseñar a los demás, la plena inteligencia de la naturaleza humana, de lo que es realmente útil, y así, sólo así, es posible alcanzar la felicidad que todos anhelamos.

Esa felicidad no puede circunscribirse a esta vida, sino que se encuentra a través del esfuerzo por imitar la vida divina en la que jamás podemos colocar el mal (de ahí el lema que tanto gustará a los neoplatónicos: «debemos procurar huir de aquí para allá cuanto antes», Teeteto 176a).

Fuera de la aceptación de este ideal de vida, se eclipsan las demás artes y habilidades: de nada sirve ser especialista en tribunales o en cualquier otro arte particular, si no se ha alcanzado la maestría verdadera, la ciencia de la plenitud del hombre. El filósofo busca alcanzar esta verdad, y así deberá ser el hombre que realice plenamente su ser humano. El sofista (y tantos hombres que viven en la inautenticidad) no es capaz de considerarla, perdido y olvidado en la preocupación por las cosas inmediatas y por los éxitos pasajeros, y así no es de modo alguno «experto en humanidad», sino una auténtica nulidad, un ignorante completo, un incompetente a la hora de juzgar sobre el tema más fundamental del hombre: qué es el bien, dónde se encuentra la felicidad.

Sugerencias bibliográficas

Platón, Diálogos, volúmenes I-IX, Gredos, Madrid 1981-1999.

F. Copleston, Historia de la filosofía. Vol. I: Grecia y Roma, Ariel, Barcelona 1984.

C.J. de Vogel, Platonismo e cristianesimo. Antagonismo o comuni fondamenti?, Vita e Pensiero, Milano 1993.

C.J. de Vogel, Rethinking Plato and Platonism, E.J. Brill, Leiden 1986.

G. Fraile, Historia de la filosofía. Vol.I. Grecia y Roma, BAC, Madrid 1997, 7ª ed.

P. Friedländer, Platón. Verdad del ser y realidad de vida, Tecnos, Madrid 1989.

W.K.C. Guthrie, Historia de la filosofía griega. Vol. IV: Platón. El hombre y sus diálogos: primera época; Vol. V: Platón. Segunda época y la Academia, Gredos, Madrid 1990-1992.

F. Pascual, Educación y comunicación en Platón. Una contribución al debate actual en torno a la escuela de Tubinga-Milán, PPU, Barcelona 1996.

G. Reale, Platón. En búsqueda de la sabiduría secreta, Herder, Barcelona 2001.

G. Reale, Por una nueva interpretación de Platón: relectura de la metafísica de los grandes diálogos a la luz de las «Doctrinas no escritas», Herder, Barcelona 2003.

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