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Un santo para un partido
A mí me ha pasado con el libro de Ramón Pérez-Maura -"Del Imperio a la Unión Europea"- sobre la vida de Otto de Habsburgo, lo mismo que Marcelino Oreja cuenta en el prólogo que le pasó: lo he leído de un tirón. Su figura, no sólo tiene interés por ser uno de los grandes constructores de Europa en el siglo XX, sino por ser el hijo y heredero de Carlos, último Emperador de Austria y Rey de Hungría, que ayer el Papa beatificó en Roma. No es muy normal que la Iglesia Católica, y menos en estos tiempos, santifique a un gobernante. El acontecimiento es tan raro, tan inusual, que me lancé sobre el libro de Pérez-Maura para obtener información sobre el Emperador, a quien se le deshizo entre las manos el Imperio Austro-Húngaro, heredado en plena guerra mundial de su abuelo Francisco José, al quererlo preservar incólume después de la derrota de 1918. Carlos de Habsburgo estuvo en el frente en primera línea y conoció directamente los horrores de la guerra; tenía una idea del Imperio y de la Europa que comenzaba a aflorar basada en la convivencia entre los pueblos, las tradiciones, las culturas y las religiones. En suma, una Europa basada en los milenarios ideales cristianos de libertad, igualdad y fraternidad, a los que sirvió desde una fe inquebrantable.
Ayer, también, se clausuró el XV Congreso del Partido Popular en un clima de concordia y realismo. Como estaba previsto, Mariano Rajoy fue elegido Presidente por abrumadora mayoría y será el candidato que deberá batirse con el socialista Zapatero en las próximas elecciones generales. Puede afirmarse que el Partido Popular es hoy un partido conservador que ocupa ese espacio político denominado centro-derecha, por distinguirlo del espacio que ocupa hoy el socialismo que es el del radicalismo social y el centro-izquierda económico. El centro, a secas y por si mismo, no es nada. El Partido Popular no es un partido confesional pero, afortunadamente, ha asumido la tradición, rica y fecunda, del humanismo cristiano. No en vano la inmensa mayoría de sus militantes son católicos. El Partido Popular es un partido laico, pero no es un partido, a diferencia del socialista, que haga del laicismo una bandera ideológica. El Partido Popular, en fin, ha renunciado a la demagogia fácil y ha asumido una serie de valores tradicionales frente al huracán del llamado progresismo.
¿Y qué tiene que ver la beatificación del Emperador Carlos con el Congreso del Partido Popular?, me preguntarán ustedes. Pues mucho, a mi juicio. En estos días de laicismo rampante, las imágenes son muy importantes. Los políticos católicos teníamos a Tomás Moro como ejemplo. Y desde ayer tendremos otro espejo de virtud, a este hombre que murió de frío, literalmente, lleno de dignidad y en la miseria, hasta el punto que a sus siete hijos y a su mujer, la Emperatriz Zita, embarazada del octavo, les tuvo que socorrer el Rey español Alfonso XIII, que se apiadó de ellos. Carlos luchó por la paz en una de las épocas mas convulsas de la humanidad, luchó por la unión de los pueblos por encima de los nacionalismos, fue el mejor de los creyentes y el más tolerante y, sobre todo, fue un buen padre y un buen marido. Quizás no estaría de más que nuestros políticos se mirasen en él.
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