conoZe.com » Baúl de autor » Juan Manuel de Prada

Un Alejandro banal

EN una entrevista de Juan Vicente Boo, Valerio Manfredi atribuye el fracaso allende el Atlántico de la nueva película de Oliver Stone a "la América rural, profunda, donde sopla el viento fundamentalista". Abundando en los mismos topicazos sonrojantes, el propio Stone, entrevistado por José Eduardo Arenas, achacaba el descalabro al puritanismo de sus compatriotas. Vemos, una vez más, cómo se impone una caracterización tosca y caricaturesca del pueblo americano, azuzada en este caso por un artista resentido y jaleada bobaliconamente por intelectuales europeos de dudoso fuste. Si en verdad esa "América profunda" posee la capacidad para condenar al ostracismo una película, ¿cómo explicaremos el éxito de la reciente Fahrenheit 9/11? El propio Stone cuenta en su filmografía con películas mucho más lesivas de los valores de esa "América profunda" que reventaron las taquillas.

Stone, que ha logrado cuajar algunas de las cimas del cine contemporáneo -sobre todo JFK, un prodigio de montaje y brío narrativo- ha perpetrado también algunos de los bodrios más indecentes de las últimas décadas, desde aquella cenagosa Asesinos natos hasta sus recientes panegíricos de Fidel Castro. A quienes hemos seguido con interés su carrera, nos resulta evidente que Stone se halla incurso en una fase de decadencia. Su aproximación a la figura de Alejandro confirma esta impresión. En un principio, cuando supe que la película había sido saludada con tibieza o franco rechazo en Estados Unidos, sospeché que sus complejidades ideológicas podrían haber desalentado al público más camastrón. Pero, sorprendentemente, las complejidades (no sólo ideológicas, también psicológicas) brillan por su ausencia en "Alejandro Magno": el tratamiento de los personajes es pedestre y de una futilidad que espanta; la peripecia del protagonista no llega a vislumbrar ni por asomo aquel sueño de grandeza que iluminó los días del héroe macedonio; y, en definitiva, la película naufraga en un aguachirle de banalidad.

Dejando a un lado las torpezas narrativas de Stone (que alcanzan su apoteosis en el muy calamitoso y extemporáneo flash-back que narra el asesinato de Filipo) y las infidelidades históricas que enojarán al espectador más cultivado, lo que sobre todo exaspera en esta película es la absoluta incapacidad de Stone para retratar la excepcionalidad de Alejandro Magno. Encarnado por un actor que más bien parece un chulillo de barrio, el macedonio resulta un ser inane, indigno de aquel héroe que cercenó con un golpe de su espada el nudo gordiano, burlándose del vaticinio que auguraba la conquista de Asia al hombre que lograra desliarlo. Ni siquiera en su evocación del amor que profesó a Hefestión logra Stone captar la desmesura grandiosa de Alejandro: según nos cuenta Arriano, fue tal el dolor que lo acometió con la muerte de su amigo que, tras llorar su cadáver durante días, envió embajadores al templo de Asclepio en Epidauro, para que reprochasen al dios que no hubiese salvado "a quien más que a mí mismo apreciaba" (algunos historiadores, incluso, afirman que en su furia sacrílega Alejandro ordenó demoler hasta los cimientos el templo de Asclepio en Ecbatana). En la película de Stone, la relación de Alejandro y Hefestión se rodea, en cambio, de un tufillo delicuescente y merengoso que produce alipori.

Yo diría que el fracaso de esta película se debe a que la gente espera ver la epopeya de un héroe que rectificó el curso de la Historia y se topa con las andanzas de un fulano que no está a la altura de su quimera. No sé qué demonios pintan en este descomunal chasco las apelaciones a la América profunda.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=2418 el 2005-03-14 13:03:18