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Del pensamiento light al "sin"

SE veía venir, pues era un tránsito en el que había precedido ya la evolución de productos de consumo, como el café o la cerveza. Así, ahora el pensamiento. La posmodernidad se había caracterizado por un pensamiento débil, light. Cuando las ideologías políticas se abandonan al pragmatismo, es decir, cuando olfatean el aroma del poder o arriban a sus confortables costas, se adhieren a lo banal, a lo light. Las ideas fuertes espantan a los votantes. Y ya lo ligero abre sus puertas a lo abiertamente "sin". Hemos alcanzado la meta del pensamiento "sin" ideas, y ya nos espera el gobierno de los "sin techo" ideológico, felices indigentes del pensamiento. Si todo vale, ningún voto es ajeno. La democracia se convierte así en el arte de contentar a todos. Y teniendo ideas, por débiles que sean, siempre se corre el riesgo de molestar a alguien, al que tenga otras. Lo mejor es carecer de ellas. Por lo demás, quien no tiene ideas se convierte en inexpugnable para la crítica. Entonces, el supremo valor del político pasa a ser la simpatía.

Para que no parezca que nos movemos en la abstracción o en el maniqueísmo (la cosa, por cierto, no afecta sólo a la izquierda), quizá quepa poner algún ejemplo, sin ánimo de señalar. Hay que ser demoledor con la indigencia intelectual, pero piadoso con el indigente. El atento lector acaso acierte a poner nombre a los aludidos. Unos vienen a erigirse en una curiosa especie de patriotas sin patria (para evitar malentendidos no conviene identificar nación y patria, ni nacionalismo con patriotismo). Así, aman a España, pero al mismo tiempo aborrecen a los Reyes que lograron la unidad nacional. Otros esgrimen un "patriotismo constitucional": la patria sustituida por un texto legal. La verdad es que aún resultan preferibles a quienes optan por un "patriotismo inconstitucional". Tampoco faltan los que se confiesan religiosos sin trascendencia, apóstoles de la solidaridad (a veces, de boquilla) y negadores de la inmortalidad y aún del alma. Profesan un cristianismo raquítico y politizado, cuyo lema bien podría ser: "Al socialismo por Cristo". Son maestros de la manipulación de textos, de su lectura incompleta y sesgada. Del episodio de la adúltera perdonada, suprimen la "intolerable y dogmática" frase final: "Vete y no peques más". Se ve que la idea de pecado revela mal (o poco) talante en quien la exhibe. También se regocijan con la "preferencia" (¿?) de Cristo por las prostitutas y pecadores, pero su edición del Nuevo Testamento debe de diferir mucho de la mía, pues, según Marcos, cuando los letrados fariseos censuran a Jesús que coma con recaudadores (éstos no suelen ser citados) y pecadores, el Maestro les responde: "No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino pecadores". De manera que los pecadores no son preferidos, sino considerados enfermos necesitados de curación. ¡Qué falta de comprensión relativista y qué poco talante!

Otros adulteran la democracia hasta vaciarla de límites al poder de la mayoría, respeto al Derecho y necesidad de oposición. En esto no les falta, ya que no acierto y verdad, al menos coherencia. Pues si la democracia consistiera en el poder absoluto de la mayoría o de la coalición gobernante, la limitación del poder sería ociosa, el respeto a los derechos, coacción, y la existencia de la oposición, abusiva. Olvidan que las cadenas no dejan de serlo por ser mayoritarias, y que la opresión de la mayoría es incompatible con la libertad. Bien se ve que han aprendido la falsa lección de que las ideas impiden la felicidad, y de que sólo son libres quienes se han despojado de la "funesta manía de pensar". Lo dicho: del pensamiento light, al pensamiento "sin" ideas. Se veía venir.

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