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Los paradigmas perdidos del catalanismo
Creo recordar que fue Thomas Kuhn quien, en su Filosofía de la Ciencia, utilizó el término paradigma en el sentido de conjunto de valores, creencias y conocimientos dentro de los que se desarrolla la ciencia. Pero un paradigma se vuelve insuficiente cuando ya no se ajusta a los datos reales. Entonces entra en crisis, da lugar a un cambio, a la necesidad de formular otro nuevo.
El catalanismo se encuentra hoy en esta situación. Vive dentro de la crisis de tres de sus paradigmas iniciales con los que se forjó y creció: el subdesarrollo español, la utopía europea y Barcelona como capital económica del Estado español. Este conjunto determinó la emergencia de una sociedad que, entre finales del siglo XIX y principios del XX, se configuró con valores y actitudes distintas a las españolas, no porque lo quisiera así, sino simplemente porque era así: industrialización+ renacimiento cultural; la fabrica y Verdaguer, Maragall y así hasta Eugeni D'Ors Es en este contexto donde se produce la recuperación de la lengua catalana y su normalización bajo bases que la alejan del español: La diferencia genera diferencias mayores. Y esto se traduce en todos los ámbitos. Por ejemplo, el catolicismo catalán era abiertamente romano, papista. Ésta fue una de las razones de por qué la Iglesia catalana tenía capacidad para influir en el Vaticano. Hoy todo esto es historia pasada.
En su inicio a principios del siglo XX, el catalanismo observa, con la lógica ambición de un país emergente, la falta de desarrollo y modernidad de España, el fracaso del 98 y el alejamiento de Europa. Parecía un país al margen de la dinámica historia dirigido desde una capital, Madrid, que era más ciudad provinciana que urbe cosmopolita. Todo esto ha cambiado de raíz. Los viejos paradigmas ni siquiera están en crisis; simplemente han desaparecido. España es un país desarrollado y emergente, que tiene en su lengua una excelente baza en el mundo globalizado, que se ha integrado en el concierto internacional y que todavía podría pesar más en un futuro si la anómala dependencia francesa que impulsa José Luis Rodríguez Zapatero no nos sucursaliza.
El segundo paradigma es la utopía europea, la idea de que la solución a los problemas de Cataluña estaba en el "nord enllà" (hacia el norte) que decía Salvador Espriu, en el más allá de los Pirineos . Era un impulso certero, pero se agotó. Ahora Europa más bien tiende a complicar determinadas aspiraciones de Cataluña, como se aprecia en el Tratado constitucional aprobado, hasta el extremo de que resulta previsible una campaña a favor de no a la Constitución . ¡Qué cambio tan radical!
El tercero era la idea de que existía una capital política y otra, Barcelona, económica; entiéndase, de la economía productiva, no de la financiera, de la actividad emergente y la innovación. Un centro directivo junto con Madrid. También esto ha cambiado. La capital catalana ha perdido peso económico en aquello que es decisivo y lo ha sustituido por el turismo y el ocio comercial. En los últimos 15 años, la gran empresa localizada en nuestra capital ha descendido en relación con el total español. Barcelona, en términos de incremento anual relativo de la riqueza productiva, hace años que no lidera Cataluña.
Llegados aquí, una advertencia: En política los paradigmas, los sistemas de referencia, no necesitan ser absolutamente falsos o ciertos. Basta con que una amplia mayoría abomine o crea en ellos. ¿Cómo se construye hoy el catalanismo sin estos paradigmas básicos? Una salida en falso es mirar hacia otro lado; otra es negarlos o matizarlos hasta el mareo de la perdiz. ¿De dónde saldrá la repuesta? ¿Del campo del independentismo? ¿De los partidarios de la transformación del Estado? ¿O del autonomismo de la singularización?. Lo único cierto ahora es que el catalanismo esta huérfano de tres referentes básicos, y sus substitutos no aparecen.
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