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El Carmel: hundiendo la democracia

El Carmel ya tenía un plan de reforma en 1986 con Maragall como alcalde, pero 20 años después sigue pendiente, aunque con el hundimiento todo es prometer millones.

Todo acto humano incurre en el riesgo porque no existe la seguridad absoluta por eso la cuestión siempre es si resulta asumible, de qué depende y cómo puede reducirse. Este es el deber de todo gestor prudente incumplido en El Carmel.

En este caso se sabía de dos hechos. El primero, sobre la naturaleza geológica del terreno. Oriol Riba, quien mejor conoce nuestras profundidades, fundador del departamento de estratigrafía y geología histórica de la Universidad de Barcelona, ha manifestado que el subsuelo de la zona es muy cambiable, incluso con calcificaciones y agujeros cársticos (como los que pusieron en riesgo las obras del AVE en Zaragoza).

El Carmel por su estructura geológica es una zona dudosa para construir bloques de viviendas y para que sea atravesado por el metro. Lo primero ya es inevitable, aunque ahora resulta necesaria una detenida revisión y medidas de seguridad. Lo segundo, tomada la decisión de riesgo, construir el metro, exigía la adopción de muchas más precauciones.

Riba se refiere a la necesidad de catas cada 5 o 10 metros, cosa que ni de lejos se ha hecho. El Consejero de Obras Públicas Nadal, reconoció en el Parlamento que el derrumbe era evitable con más refuerzos y más atención a los indicadores. Entonces, ¿por qué no se hizo? Más cuando en verano del 2004 se produjo un hundimiento en el ramal principal justo al lado del fatídico cráter. ¿Nadie, aunque sea por dignidad, es responsable?

La segunda etapa empieza después del hundimiento: los documentos falseados por la propia autoridad pública -¿un delito acaso?- que hacen volver a los vecinos para ser evacuados de urgencia a las pocas horas. Un Maragall que en tardía aparición proclama 100 millions dollars baby que saldrán de Madrid y Bruselas, en una impagable y personal recuperación de Pepe Isbert en Bienvenido Mister Marshall. Un alcalde que, en lugar de defender y arropar a los vecinos, se dedica a confundir a público y prensa, quizás porque él mismo ha perdido ya el sentido de a quién debe su cargo, si al PSC o a los barceloneses.

Ahora de la nada surge un plan municipal de 235 millones de euros de los que el Ayuntamiento aportara 48. Y aparece Zapatero, con un pan bajo el brazo, pero pequeño, sólo 16 millones. La Comisión Europea ya se adelantó al anunciar, que esto no es el chapapote y que ni un duro más. Entonces, ¿de dónde saldrán los 187 que faltan para el plan? En el mejor de los casos de la Generalitat claro, es decir de desvestir a otros santos catalanes.

Y en el fondo contemplándolo todo con sonrisa sardónica el hado del olvido ciudadano, el que protege al poder de las promesas incumplidas. Tenemos un Ayuntamiento en el que gobiernan los mismos desde hace un cuarto de siglo. Madrid, la Generalitat, la Diputación y el Ayuntamiento de Barcelona están en las mismas manos y, en ellas sus presupuestos y subvenciones. Tienen también los medios de comunicación oficiales -TV3 tiene en El Carmel su vergüenza- y oficiosos, en un clima asfixiante para la libertad, que lleva al extremo que sea el propio Colegio de Periodistas quien avale la imposición de la censura.

Y el hado sonríe, porque el sí recuerda que El Carmel, como la Barceloneta, Torre Baró, Vallbona, y otros barrios populares ya tenía un plan urbanístico de reforma, aprobado allá por el diciembre de 1986 con Maragall de alcalde y 8 años de plazo para realizarlo. Hoy, casi 20 años después, sigue en gran medida pendiente. Falta lo más importante, los equipamientos y zonas verdes. Pero ahora, dicen sí, 100 millions dollars baby. Así se hunde a la democracia.

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