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Benedicto XVI: Democracia y teocracia

Estos días se ha manipulado y sacado de contexto -como han denunciado la Unión Europea, el Presidente de los Estados Unidos, la Canciller alemana, el Presidente iraní Ahmadineyad, ahora el Presidente español, y como se comprueba leyendo la disertación papal-, el discurso académico de Benedicto XVI, «Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones», a los representantes de la ciencia de la alemana Universidad de Ratisbona. Malinterpretando su contenido, anticlericales españoles y radicales islámicos han inventado una ofensa al Islam donde sólo hubo un esfuerzo intelectual en aras del diálogo entre razón y fe como fórmula histórica, social y democrática para desde la paz derrotar los fanatismos religiosos. Los fanáticos islámicos han sentenciado a muerte al Papa y a Europa, y los fanáticos anticlericales han osado coartar el derecho a la libertad de opinión de Benedicto XVI mientras callan ante los ataques terroristas contra el Romano Pontífice y, con él, contra los demócratas comprometidos con la libertad en España, en Europa, en el mundo. Amenazas al Romano Pontífice que no son una mera cuestión religiosa del ámbito privado de las creencias, como ilusa o pérfidamente postulan los laicistas en su propósito de borrar el Cristianismo de Europa: al contrario, son un atentado contra la libertad, la democracia y la civilización europeas, herederas de los valores éticos, humanistas y sociales más hermosos del Cristianismo.

En Alemania, como una luz de concordia y tolerancia que recuerda al 'Natán el Sabio' del romántico Lessing, el Sucesor de Pedro postuló que la religión no puede justificarse ni por la fuerza ni por la coerción civil. Ensalzó el diálogo entre el poder civil y el religioso, aliado para el progreso de las naciones y de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Destacó que la cooperación entre la autoridad civil y la religiosa conforma los sistemas políticos modernos y asegura la Democracia. Y sugirió que cuando el gobierno de un pueblo es una teocracia surge una organización política en esencia medieval donde el poder civil se subordina al religioso y los ciudadanos quedan privados de derechos fundamentales como la libertad. Una apuesta por el diálogo de religiones y de la razón con la fe que ha sido el pretexto para que el odio radical marque como objetivo terrorista al Romano Pontífice y a Europa, y sean amenazados el derecho al honor, la libertad de expresión, la libertad religiosa y hasta el derecho a la vida del ciudadano Joseph Ratzinger -el Papa Benedicto XVI- y, con él, Europa y Occidente.

Una reacción islámica violenta ante la que el Papa, por evitar males mayores, insiste en que se interprete de forma correcta su lección universitaria, mientras lamenta la deformación de las ideas de su discurso y la algarabía musulmana que ha costado la vida a una misionera y su guardaespaldas además de poner en peligro a otras personas y a escuelas, hospitales, iglesias y embajadas occidentales en países musulmanes. Actitud fanática e intolerante de los países y líderes islámicos, con excepciones moderadas como el Presidente de Irán, que de nuevo enseña que es muy difícil, si no imposible, el diálogo entre la razón y la fe islámica y, al mismo tiempo, prueba que frente a la libertad e igualdad de los pueblos democráticos las sociedades teocráticas no respetan los derechos fundamentales de los ciudadanos en materia religiosa y de libertad de expresión. Ante el chantaje de esta conducta visceralmente antidemocrática de los radicales islámicos, Europa no puede ceder en su tutela y defensa de los principios democráticos de aconfesionalidad, cooperación, libertad religiosa, libertad de cátedra y de expresión, igualdad y separación jurisdiccional entre la Iglesia y el Estado, y ha de exigir reciprocidad democrática, política, cultural, administrativa y social en los países islámicos con los que mantiene relaciones diplomáticas. Europa y Occidente no pueden seguir reconociendo en sus naciones derechos al Islam cuando en la mayoría de los gobiernos islámicos se conculcan principios comunes a cualquier Ordenamiento democrático y se vulneran derechos humanos universales como la libertad de opinión, la libertad de prensa, la libertad religiosa, la igualdad social de la mujer y el varón o la igualdad ciudadana sin discriminaciones culturales, religiosas, ideológicas o de sexo.

La evolución histórica ha deparado a las culturas de raíces cristianas unas sociedades democráticas en cuyos cuerpos legales y cartas magnas la libertad religiosa se armoniza con la aconfesionalidad, la igualdad y la mutua cooperación. Así acontece en la Constitución española, donde, por desarrollo de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa, siendo minoría muy exigua se incorporó el Islam a los beneficios, tutela y amparo de nuestro Ordenamiento. Realidad minoritaria acogida por una Democracia ignorada por los representantes de comunidades islámicas que en España han deformado las palabras del Papa y se han permitido calumniarle, atacarle y denigrarle, despreciando su condición de Jefe de Estado con relaciones diplomáticas con el Reino de España y, en especial, de representante espiritual de la creencia mayoritaria, más del noventa y cinco por ciento, de los españoles. Si a los cristianos bajo un régimen islámico se les ocurre siquiera criticar a algún líder religioso musulmán, la persecución contra las iglesias y personas no musulmanes hubiese sido aterradora. Los líderes islámicos -no todos, porque también hay musulmanes moderados- que han calumniado e injuriado al Papa con su actitud beligerante han perdido su credibilidad democrática en España, y deben revisarse sus beneficios constitucionales en materia religiosa por no cumplir la reciprocidad debida en materia de libertades y derechos fundamentales de nuestra Carta Magna.

Por último, la manipulación ideológica de las palabras del Papa por el trasnochado laicismo anticristiano español y por los políticos y religiosos radicales musulmanes responden a una búsqueda de conflictos del ayer entre el Islam y el Cristianismo -y, con éste, sin posible separación ontológica, Europa y Occidente-. Hoy, Benedicto XVI, con Europa y los demócratas, por promover el diálogo de la razón y la fe y por postular la imposibilidad de un Dios creído desde la violencia, afronta el odio de los fanáticos laicistas e islámicos en un ataque a la libertad de expresión, de cátedra y hasta del derecho a la vida. Signo profético la pena de muerte de los terroristas musulmanes contra su persona y el silencio cómplice de los anticristianos que han criticado y calumniado las palabras del Papa. Mañana, si Europa no actúa en defensa de la Democracia frente a la cada vez más agresiva postura del Islam, el destino, caprichoso en la Historia, augura un final islámico de la decadente, laicista, materialista, adocenada y hedonista -pero aún libre- Europa.

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