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La lección de Benedicto XVI
La lección magistral de Benedicto XVI en su antigua cátedra de la Universidad de Ratisbona tiene por título Fe, razón y universidad. Recuerdos y reflexiones . No está de más recordarlo, porque a juzgar por las desmesuradas reacciones suscitadas en el mundo musulmán, parecería que la lección, pronunciada con un ejemplar estilo académico, estuviera de algún modo dirigida a una controversia con el islam. Por el contrario, su disertación concluye postulando «un diálogo genuino de culturas y religiones que necesitamos con urgencia».
Ese diálogo ha de contar con la razón y no descartar la fe. Los seguidores del islam estarán sin duda de acuerdo con la afirmación de que «las culturas profundamente religiosas ven en esta exclusión de lo divino de la universalidad de la razón como un ataque a sus profundas convicciones». Esa exclusión hace más difícil la comprensión. Para unos creyentes musulmanes que rezan cinco veces al día al Dios único, en cuya creencia coinciden los cristianos, no dejará de sorprender la falta de práctica religiosa o las muestras de agnosticismo en un Occidente mayoritariamente cristiano. Y, por eso, no resulta ilógico que musulmanes e Iglesia católica hayan coincidido en reuniones internacionales en asuntos como el aborto y la eutanasia, discrepando de otras posiciones mantenidas en Occidente.
En su lección, Benedicto XVI realiza una apología de la razón, tomando como punto de partida una frase del ahora mundialmente conocido emperador bizantino Manuel II Paleólogo: «No actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios». Si en su primera encíclica el Papa habló de «Dios es amor» ahora, bebiendo en la misma fuente, recuerda que es logos , -la cultura helénica proporciona el término- razón creadora y capaz de comunicarse, como razón. El cristianismo se funda en la fe, don y misterio, pero susceptible de ser razonada. No sólo no es incompatible con ella, sino que la necesita. No se impone por la fuerza y menos por el extremo de la violencia.
De una manera elegante, dando por supuestos conocimientos en el auditorio, se dice que no hay que regresar a antes de la Ilustración, que no han de ser rechazadas las convicciones de la edad moderna. No se predica un reduccionismo, antes bien, se propone ampliar nuestro concepto de razón y su aplicación a nuevos horizontes, sin autolimitarse «a lo que es empíricamente verificable», un dogma secular impuesto por una determinada concepción de la ciencia.
Si la creencia religiosa no permite razonar es imposible el diálogo, ni con la ciencia o el mundo moderno, ni entre culturas. De otra parte, el rechazo apriorístico de la fe constituye un obstáculo para encarar los interrogantes humanos «de dónde» y «hacia dónde». La lección contiene un mensaje, a la luz del cristianismo, de alcance universal, ajeno a enfrentamientos de pasión religiosa o política.
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