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Yo también me siento agraviado

Ríos de saliva, tinta y sangre, están vertiéndose ante las supuestas ofensas que para el Islam han supuesto las palabras de Benedicto XVI, pronunciadas ante un completo foro de académicos e intelectuales en la Universidad alemana de Ratisbona.

Hemos venido escuchando todos estos días, con gran profusión de titulares, las declaraciones de importantes estadistas y líderes musulmanes condenando el texto de un discurso que, a buen seguro, no se han leído ni la centésima parte de quienes con tanta ligereza e irresponsabilidad así se manifiestan. Porque si se hubiesen molestado en leerlo, sólo desde la ignorancia más absoluta o desde una tendenciosa tergiversación de su contenido podría afirmarse que el magnífico discurso del Papa supone un ataque o menosprecio a la religión musulmana.

Se trata de una lección magistral dirigida a un erudito auditorio, universitario, en la que desarrolla la idea de que razón -logos- y fe no son excluyentes, que la teología pertenece al ámbito universitario y debe encajarse en "el amplio diálogo de las ciencias, no sólo como una disciplina histórica y ciencia humana, sino precisamente como teología, como una profundización en la racionalidad de la fe". Pero para ello debemos superar "la limitación impuesta por la razón misma a lo que es empíricamente verificable" y generar nuevos horizontes, "sólo así podemos lograr ese diálogo genuino de culturas y religiones que necesitamos con urgencia hoy".

Creo que de las palabras entrecomilladas, que transcribo literalmente, extraídas de la parte final del discurso que constituye su conclusión, no puede atisbarse la menor ofensa contra el Islam ni contra su profeta.

Cierto es que comienza su disertación con una cita de las palabras del docto emperador bizantino Manuel II Paleólogo, en la que realiza una crítica contra la yihad o guerra santa predicada por Mahoma. Pero lo que verdaderamente le interesa al Papa de la cita, puesto que le sirve de introducción al eje central de su discurso, es precisamente la afirmación del citado emperador cuando subraya: "Dios no goza con la sangre; no actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios".

Obsérvese, por tanto, la burda tergiversación que desde casi todo el mundo islámico y desde amplios sectores de la progresía internacional ( The New York Times incluido) se ha hecho de la erudita lección pronunciada por Benedicto XVI. Han aprovechado una frase del discurso, que ni siquiera era una reflexión del Papa pues se trata de la cita de un personaje histórico que no refleja su pensamiento -como él mismo ha afirmado-, la han sacado de su contexto, y a partir de ahí han prendido la mecha que ha desatado el premeditado e interesado conflicto intercultural.

Por lo más paradójico del asunto es que se escandalizan por las ofensas que para los musulmanes representan dichas palabras, pues interpretan que se les está calificando como violentos a todos ellos, y sin embargo callan ante las violentas reacciones que se están produciendo en los países del mundo islámico. Con esta actitud, consciente o inconscientemente, legitiman las descalificaciones e insultos contra Benedicto XVI y contra la religión católica, así como las agresiones de todo tipo que han desembocado, de momento, en el asesinato de una monja que ejercía desinteresadamente funciones de profesora de enfermería en Mogadiscio.

Y ante está situación yo me pregunto, ¿no tenemos los católicos derecho también a sentirnos ofendidos por las agresiones que está sufriendo la Iglesia católica y su más alto representante? ¿Acaso sólo es admisible la susceptibilidad de los musulmanes ante las manifestaciones de otros contra su religión? (recordemos la colección de agravios denunciados por sus líderes religiosos: desde Salman Rushdie y sus "versos satánicos", hasta las caricaturas de Mahoma editadas en el periódico danés Jyllands-Posten y su repercusión). ¿Por qué los mismos medios de comunicación y Gobiernos occidentales que exigieron con urgencia del Papa una rectificación de sus palabras no hacen lo mismo ahora ante los insultos y amenazas proferidas en su contra por la mayoría de líderes civiles y religiosos musulmanes? ¿Por qué no censuran con el mismo empeño la violencia con la que se manifiestan y los actos vandálicos que se están cometiendo con la excusa del supuesto agravio?

Yo no sé ustedes, pero con todas estas actuaciones protagonizadas por los seguidores del Profeta y secundadas, directa o indirectamente, por determinados poderes fácticos occidentales que aprovechan para atacar a la iglesia católica y lo que representa, yo me siento ofendido y agraviado. ¿Puedo?

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