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¿Ira del Islam o de la progresía?

No sé si muchos de los que declaran estos días han leído completo el discurso de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona. Tampoco sé si está siendo aprovechado para atizar a la Iglesia precisamente con una violencia que el Papa combate en su discurso. Tampoco sé si algunos, no muy versados en lo que se llevan entre manos, defienden el Islam frente a Roma, como si Benedicto XVI hubiera dicho algo ofensivo, o su progresía les pide atacar al Pontífice, aunque ello suponga ponerse al lado de unas teorías que habrían hecho imposibles la mayoría de las llamadas leyes sociales que se han aprobado últimamente en España y en otros países de nuestro entorno.

Ni siquiera sirve que el Papa haya pedido perdón si alguien se sintió ofendido con una ofensa que él no profirió. Aunque yo me solidarizo con la pena de Benedicto XVI, porque es bueno siempre pedir perdón y concederlo. Él, como su predecesor, lo ha hecho mil veces. Bastaría ver los medios de comunicación -al margen de este tema- de una semana cualquiera para observar las lindezas que algunos escriben sobre Cristo, la Iglesia, la jerarquía o los católicos en general.

Pero vamos al tema: el Papa -hablando de que es razonable interrogarse sobre Dios- hace una cita de Manuel II Paleólogo extraída de una publicación del profesor Theodore Khoury en la que pueden leerse unas palabras sobre Mahoma que, desde luego, no le resultan favorables. Antes, el Papa dice que en la sura 2.256 está escrito: "Ninguna constricción para las cosas de la fe". En cualquier caso, las palabras desfavorables son del siglo XIV y publicadas por un profesor. Benedicto XVI no las hace suyas en ningún momento, sino que aprovecha las expresiones del Paleólogo que explican -dice- minuciosamente "las razones por las cuales la difusión de la fe mediante la violencia es algo irracional". Pues bien, lo que está sucediendo después del discurso de Ratisbona es un linchamiento irracional de la persona del Papa, y unos cuantos actos vandálicos -uno solo sería demasiado- que no favorecen a los que se sienten insultados. Es obvio que pueden disentir, como es obvio que el Papa goza de libertad de expresión, pero la violencia -ni siquiera la verbal- es apta para convencer de nada. Si se discrepa de una opinión se combate con la palabra serena, no con la agresión.

Frente a la ira proclamada por algunos líderes islámicos -no sé cómo es una ira pacífica- los cristianos sólo podemos ofrecer la mansedumbre, el perdón y la solicitud de clemencia para evitar desórdenes y muertes como las que ya han sucedido. También, como ha dicho el secretario de Estado del Vaticano, recordar la posición de Iglesia sobre el Islam: "La Iglesia mira con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma como se sometió a Dios Abraham". Por cierto que los musulmanes aprecian a Cristo pero, desde luego, no lo consideran Hijo de Dios. Nadie se enfada por ello siendo capital para los cristianos. Tampoco se enfadarían si alguien hiciera una cita de Nestorio negando esa misma realidad. También reitera el cardenal Bertone la opción de Benedicto XVI por el diálogo entre cristianos y musulmanes, y que la repetida cita de Manuel II el Paleólogo en ningún momento fue hecha suya por el Papa.

Pero resta una palabra para una parte de este mundo occidental relativista y descreída, que sorprende por su incoherencia, si no es sectarismo. Cierta progresía clama por lo que considera el islamismo ofendido, mientras aprecia como manifestación de libertad las barbaridades proferidas contra Cristo en libros, películas, televisión y otros medios. Es partidaria del aborto, eutanasia, investigación con embriones, matrimonio homosexual, igualdad de la mujer, lucha contra la violencia de género, etc., que el Islam no parece admitir fácilmente, al menos buena parte de él. Se manifiesta por la libre expresión que ahora no respeta; parece amar la libertad y la democracia que difícilmente encontraría en determinados líderes islámicos; son pacifistas a ultranza pero quieren que el Papa pida perdón por afirmar que buscar la conversión religiosa mediante la violencia es no actuar según la razón, lo que está en contradicción con la naturaleza de Dios; se insiste en que el Papa pida perdón, cosa que ya ha hecho, pero parecen desear que lo haga también de lo que no ha afirmado. Un retazo de lo que ha ocurrido estos días lo brinda un académico español que ha pensado en la posibilidad de una civilización mediterránea, ecuménica y no sincretista, si no hubieran existido las Cruzadas, la Inquisición y la insidiosa Reconquista ibérica. Está en su derecho de soñar. Pero omite que las Cruzadas se originaron porque aquellos lugares fueron previamente conquistados por los musulmanes, que la Inquisición luchó contra los católicos sospechosos de heterodoxia, siendo un tribunal preferido por muchos a los civiles; y que si hubo Reconquista fue porque hubo una previa conquista.

No me interesa ahora defender estos temas, que habría que situar en su contexto, sino apuntar a la parcialidad, con la palabra insidiosa incluida que, como sabe muy bien el académico, significa maliciosa, dañina con apariencias inofensivas, realizada con asechanzas, es decir, engaño. No quiero pensar que lo insidioso sea el fondo de su artículo.

Lo preocupante es esta sociedad nuestra, anestesiada y sin convicciones, que se mueve sin rumbo, fabricando a pasos agigantados una democracia cada vez menos libre, más maniatada por el relativismo atroz y asfixiante. Lo expresa muy bien el cardenal secretario de Estado cuando dice que el Santo Padre, ante la ferviente religiosidad de los creyentes musulmanes, ha advertido a la cultura occidental secularizada para que evite "el desprecio de Dios y el cinismo que considera la ridiculización de lo sagrado un derecho de la libertad".