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El discurso del teólogo Ratzinger

Con la mayor inocencia me puse a buscar en Internet una versión completa de las controvertidas palabras del Papa en la Universidad de Ratisbona. Creía que iba a encontrarme con un saludo académico y cortés para una visita de media hora. Pero, torpe de mí, me he tropezado, como no podía ser menos, con la lección magistral de un catedrático de Teología: siete folios nada menos, 3.490 palabras. Preñadas de unos valores históricos, teológicos, filosóficos, intelectuales, morales y doctrinales capaces de situarlo, claro está, entre las piezas clave del pensamiento occidental contemporáneo.

Tras haber leído completo el documento les confieso que no doy el nivel. Que para enjuiciarlo bien se requieren unos estudios de teología y filosofía que nunca he tenido. Porque estamos ante un papel de un calado excepcional con el que el Papa, para empezar, ha querido cerrar el ciclo intelectual que inició en 1959 al presentar en aquellas aulas su tesis doctoral sobre la misma materia ahora abordada: la influencia de la filosofía y la sensibilidad helenística en el diseño del proceso racional que da sostén intelectual a la fe cristiana y que la mantiene abierta al permanente diálogo de las mentes, las culturas y las religiones.

¿Complejo? No es, desde luego, materia para ser despachada a la ligera en las tertulias. Ni para resumirla en los púlpitos. No es para el consumo convencional, lo que no quiere decir que deba ser ignorado. Porque en ese proceso de percepción del "logos" de la razón que el emperador defendió ante el "persa culto" de la leyenda que el Papa citaba, está la diferencia sustancial, y el nexo salvador, del cristianismo evolucionado moderno, no inquisitorial, y ese Islam intolerante que usa del fuego y el temor.

Con todo, me he quedado en la epidermis; que es mucho, aunque comporte frustración. Desde ahí es donde veo y anoto que el Papa no quería enfrentarse al Islam; pero sí ha buscado lo que sabemos que está en su programa : espabilar a una Iglesia occidental, a unos intelectuales y pensadores, que hace tiempo que se han dormido en los laureles. Aunque les duela.