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La verdadera crítica del Papa es a Occidente
Esperábamos al Papa, y llegó Ratzinger. Y tuvo su «lectio magistralis» en la universidad de Ratisbona, delante de los «representantes de la Ciencia». En realidad, en su viaje a Alemania, pronunció varios discursos de gran espesor teológico tocando temas neurálgicos: la evolución, la cuestión obrera, la secularización, el islam y el cristianismo. El del martes pasado en Ratisbona era un tratado académico filosófico-teológico, lleno de citas y palabras en griego, con un texto que supera el nivel medio de los investigadores. En muchos casos, los medios de comunicación de Occidente se han parado en la superficie de sus palabras, interpretándolo en clave política de conflicto entre occidente y el mundo islámico. La traducción al francés no ha estado disponible hasta hace poco, y tampoco en árabe. El mundo musulmán, sin embargo, desde el miércoles, comenzó a «calentarse», excitado por «Al-Yazira», que dio la noticia de forma instrumentalizada y provocadora. El escenario ya lo hemos visto: podemos hablar de una reedición del caso de las «viñetas», con la televisión y algún mulá atizando el fuego, para ayudar a la opinión pública a entender de qué se trata realmente.
Se nos pregunta: ¿por qué el islam hace tanto ruido a propósito de un discurso de 3.600 palabras que casi nadie ha leído íntegramente? La respuesta según mi entender es: para buscar una válvula de escape a los problemas políticos y económicos -¡Y qué mejor alivio que «el opio del pueblo»!- y para alimentar una nueva polémica con Occidente, reforzando artificialmente el victimismo, pero obteniendo un resultado totalmente opuesto: esto es, ¡confirmar delante del mundo que con «ellos» no se puede dialogar!
Pero, ¿qué ha dicho el Papa sobre el islam? Ha recordado un sólo verso coránico, el más citado por los musulmanes en Occidente: «Ninguna restricción en las cosas de la fe», para decir que el espíritu auténtico del Corán es la libertad de conciencia. Ha añadido que, según los expertos, el versículo proviene del período en que Mahoma todavía no tenía poder y estaba amenanzado; afirmación en perfecta conformidad con la tradición musulmana, que clasifica esa «sura» como la primera proclamada justo después de su fuga de La Meca.
Entonces, ¿por qué estas reacciones de parte de tantos musulmanes? El párrafo sobre el islam ocupa cerca de un 10 por ciento de la lección (373 palabras de 3.565 en el original alemán). Y en este pequeño espacio, es citado un texto del futuro emperador Manuel II Paleólogo, en donde critica a los musulmanes por el recurso a la violencia para convertir a los otros, diciendo que «la violencia es algo irracional. La violencia está en contraste con la naturaleza de Dios y con la naturaleza del alma». Y esta frase de Manuel, que había impactado al Papa, está en relación con el argumento que él quería tratar en su discurso. Tanto, que se con convierte en el «leit-motiv» de la intervención, lo repite cinco veces: «No actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios». Ha partido de esta frase para después profundizar en su discurso: critica el uso de la violencia por motivos religiosos, como haría todo intelectual musulmán consciente y responsable.
La verdadera crítica del Papa, de hecho, esta dirigida a Occidente, que ha alejado la razón de Dios. Es éste el falso iluminismo opuesto al auténtico. También aquí el Papa aparece en sintonía con la tradición musulmana, cuando critica un cierto racionalismo ateo o laicista difundido en Occidente. «Esta tentación de crítica de la razón moderna en su interior -dice en la conclusión- no incluye absolutamente la opinión que ahora se debe volver atrás, a antes del iluminismo, rechazando las convicciones de la edad moderna (...). Se trata, sin embargo, de una prolongación del concepto de razón y del uso de ésta». Aquí está la grandeza del teólogo humanista que es Benedicto XVI. La palabra clave, que repite cuarenta y seis veces en esta lección, es «razón», porque la meta es una fe en armonía con ella. «Sólo así seremos capaces de un verdadero diálogo entre culturas y entre religiones, un diálogo del que hpoy tenemos una urgente necesidad», es la magistral e inequívoca conclusión.
Este texto es uno de los más bellos jamás escritos sobre el diálogo integral entre crisitianos, creyentes (judíos y musulmanes) y agnósticos, porque está fundado sobre la razón universal y animado por un verdadadero humanismo.
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