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Los verdaderos problemas de la enseñanza

El gobierno anuncia su reforma al cubo del sistema educativo (reforma de la non nata Ley de Calidad que, a su vez, reformaba a la famosa LOGSE); y como medida estrella de esta nueva iniciativa presenta la una fuerte devaluación de la asignatura de Religión: pérdida de su evaluación, ausencia de materia alternativa. Hay otras medidas reformadores, pero ésta se presenta en todos los medios, como la principal, como la más necesaria y conveniente. Parece que el gobierno quiere responder a una inquietud social de la mayoría de los padres y alumnos, que deben estar muy preocupados por la actual situación del la asignatura de la Religión y que no paran de manifestarse en este sentido.

  Sin embargo, yo no percibo ninguna inquietud social en este tema. Ni en los padres, ni en los alumnos, ni en los profesores. En mi experiencia de casi dos décadas de profesor en muchos centros distintos nunca he oído un comentario, ni una queja, ni captado una inquietud en el sentido de la libertad religiosa (libertad, por cierto, casi exclusiva de los países de tradición cristiana) esté en peligro con la asignatura de Religión. Su carácter voluntario (desde hace muchos años, no desde ahora) evita todos estos problemas. No he oído nunca ninguna queja al respecto ni en las conversaciones coloquiales entre compañeros ni en los foros oficiales: Claustros o Consejos Escolares. Tampoco conozco a ningún padre ni a ningún alumno que haya comentado algo. Con esto quiero decir, que la asignatura de Religión puede ser un problema en la enseñanza (no lo niego), pero no es ni con mucho el primer problema ni el más necesitado de solución.

La Enseñanza en España (en general, pero más en la enseñanza secundaria que en la primaria; y más en la pública que en la privada o concertada) tiene planteado problemas mucho más serios que urgen de la acción del gobierno y de la movilización social. Los resumo en dos. El primero la gran heterogeneidad del alumnado que llena nuestras aulas. De un alumnado selecto (fruto de lo que el catedrático malagueño Estévez Zaragoza llama Pedagogía de la exclusión) hemos pasado a tener a todos los jóvenes hasta los 16 años. En las mismas aulas conviven niños y jóvenes muy distintos en inteligencia, motivación, apoyo familiar, nivel socio-cultural. A lo que hay que sumar una nueva heterogeneidad, cada vez más presente: la cultural y lingüística. Esto es fruto de una realidad social magnífica y relativamente novedosa: la universalización de la educación primaria y secundaria. Nadie discute esta realidad, como nadie discute la seguridad social para todos, pero el enorme esfuerzo que supone cambio social tan radical ¿es un peso que sólo tienen que soportar los hombros, cada vez más cansados, de maestros y profesores? Es mucha carga; mis compañeros saben de qué hablo.

Hay un segundo problema. Estos maestros que tienen que hacer frente a esta revolucionaria universalización, lo hacen en un momento de desánimo, descrédito, pérdida de autoridad y prestigio. Es decir: les llega el trabajo más difícil en el peor momento. Sería larga de analizar esta pérdida de prestigio. En realidad, si ahondamos en este hecho, responde a un fenómeno más grave: la devaluación general del saber como forma de prestigio social y de adquisición de riqueza. El saber el un lento y doloroso hacer, un esfuerzo callado y largo, frente al fácil y brillante tener o al magnífico aparentar, valores predominantes en este tiempo.

Estos problemas sí que son reales; y están presentes en las conversaciones de cualquier sala de profesores. Acérquense a escuchar quién tenga la responsabilidad de hacer las leyes. Acérquense y descubran a un grupo de personas de preparación profesional superior, con gran vocación y honradez, sumidos en la desgana y el desconcierto. ¡Qué enorme derroche de energías, de capacidades perdidas o mal aprovechas! Pero, no; primero y más urgente es devaluar la Religión.

Todo sea por el famoso laicismo, momia revivida en España con gran entusiasmo y con dos siglos de retraso.