conoZe.com » Historia de la Iglesia » Padres de la Iglesia » Patrología (I): Hasta el Concilio de Nicea » I: Literatura antenicena anterior a Ireneo » 3. Los Comienzos de la Novela Cristiana, de las Historias Populares y de las Leyendas » IV.Apocalipsis Apócrifos

2. El Apocalipsis de Pablo

Fueron varios los apocalipsis que aparecieron con el nombre de Pablo. Epifanio (Haer. 38,2) menciona un libro gnóstico titulado Ascensión de Pablo. Nada queda de esta obra. En cambio, el texto de un Apocalipsis de Pablo se conserva en varias traducciones. Fue escrito en griego entre el 240 y el 250, probablemente en Egipto. Así se explica que Orígenes tuviera conocimiento de él. Del texto original no se ha conservado nada. Tenemos, con todo, una revisión del texto griego que se hizo entre los años 380 y 388. En la introducción de esta edición se dice que el apocalipsis fue hallado debajo de la casa de Pablo en Tarso, durante el consulado de Teodosio y Graciano.

En el siglo V lo conocía el historiador Sozomeno, pues en su Historia eclesiástica (7,19) dice: "La obra titulada Apocalipsis del apóstol Pablo, que jamás vio ninguno de los ancianos, es tenida aún en mucha estima por la mayoría de los monjes. Algunos afirman que el libro fue hallado durante el reinado (de Teodosio), por revelación divina, en una caja de mármol entrerrada debajo del pavimento de la casa de Pablo, en Tarso de Cilicia. He tenido noticias de que el tal informe es falso, por un sacerdote de la Iglesia de Tarso, en Cilicia. Era éste un varón cuyas canas demostraban su avanzada edad, y decía que no se sabe ocurriera nunca cosa semejante entre ellos, y se preguntaban si no habrán sido los herejes los que inventaron esta historia."

Además del texto griego tenemos traducciones en siríaco, copto, etiópico y latín. La versión latina, que data del año 500 más o menos y que se encuentra en más de doce narraciones, es superior a todas las demás autoridades, incluso al texto griego revisado. En la mayor parte de los manuscritos latinos al Apocalipsis se le intitula Visio Pauli. Este título es la mejor descripción del contenido de la obra, ya que el autor se propone narrar lo que Pablo vio en la visión de que habla en la segundo Epístola a los Corintios (12,2). El Apóstol recibe de Cristo la misión de predicar la penitencia a toda la humanidad. Toda la creación: el sol, la luna, las estrellas, las aguas, el mar y la tierra, apelaron contra el hombre, diciendo: "¡Oh Señor Dios omnipotente!, los hijos de los hombres han profanado tu santo nombre." Un ángel conduce al Apóstol al lugar de las almas justas, el país resplandeciente de los justos, y al lago Aquerusa, del que se levanta la áurea ciudad de Cristo. Tras de haberle mostrado esta ciudad detenidamente, el ángel le lleva al río de Fuego, donde sufren las almas de los impíos y pecadores. Esta parte, con la descripción de los tormentos del infierno, recuerda el Apocalipsis de Pedro. Pero el Apocalipsis de Pablo va más allá en las descripciones. Entre los condenados incluye también a miembros de los diversos grados del clero, obispos, sacerdotes, diáconos y asimismo herejes de todas clases. El autor es un poeta de notable habilidad y gran poder de imaginación. No es, pues, de extrañar que su obra ejerciera un influjo enorme sobre el medioevo. Dante alude a él cuando habla del "navío escogido" para el infierno en el canto 2,28 del Inferno.

La angelología de este apocalipsis ofrece gran interés. Merece ser citado lo que dice del ángel de la guarda:

Cuando ya se ha puesto el sol, a la primera hora de la noche, a esa misma hora va el ángel de cada pueblo y de cada hombre y de cada mujer, que los protege y los guarda, porque el hombre es la imagen de Dios, e igualmente a la hora de la mañana, que es la duodécima hora, de la noche, todos los ángeles de hombres y mujeres van u entrevistarse con Dios y le presentan todas las obras que cada uno de los hombres ha realizado, tanto si son buenas como si son malas (c.7).

Guiar y proteger a las almas (Psychopompoi), tal es el oficio de los ángeles, especialmente cuando aquéllas suben de la tierra al cielo después de la muerte. La misión de San Miguel como guía (cf. c.14) nos recuerda al ofertorio de la misa de réquiem del Misal Romano:

Y vino la voz de Dios, diciendo: Porque esta alma no me ha afligido, tampoco le afligiré yo a ella... Que sea, pues, confiada a Miguel, el Ángel de la Alianza, y que él la conduzca al paraíso de la alegría, para que sea coheredera con todos los santos.

En oposición a Miguel como Psychopompos está el Tártaro (c.18): "Y oí una voz que decía: Sea esta alma entregada en manos del Tártaro y que la precipite en el infierno."

La obra ofrece todavía otra particularidad interesante (c. 44): la idea de la mitigatio poenarum de los condenados el domingo:

No obstante, por causa de Miguel, el Arcángel del Testamento, y de los ángeles que están con él, y por causa de Pablo, mi bienamado, a quien no quisiera entristecer, y por causa de vuestros hermanos que están en el mundo y ofrecen oblaciones, y por causa de vuestros hijos, pues en ellos están mis mandamientos, y más aún, por causa de mi propia bondad: el día en que resucité de entre los muertos, concedo a todos los que están en el tormento un día y una noche de alivio por siempre.

Esta creencia influyó notablemente en la literatura de la Edad Media (cf. Dante).

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