conoZe.com » Historia de la Iglesia » Padres de la Iglesia » Patrología (I): Hasta el Concilio de Nicea » I: Literatura antenicena anterior a Ireneo » 6. Los Apologistas Griegos

Meliton de Sardes

Melitón, obispo de Sardes, en Lidia, es una de las figuras más venerables del siglo II. En su carta al papa Víctor (189-199), Polícrates de Efeso le nombra entre los "grandes luminares" del Asia que gozan ya del descanso eterno. Le llama "Melitón, el eunuco (célibe), que vivió enteramente en el Espíritu Santo, que yace en Sardes, aguardando la visita del cielo cuando resucite de entre los muertos" (Eusebio, Hist. eccl. 5,24,5). Poco más sabemos de su vida. Melitón escribió mucho sobre los temas más variados, en el transcurso de la segunda mitad del siglo II.

1. Hacia el año 170 dirigió una apología en favor de los cristianos al emperador Marco Aurelio. Subsisten tan sólo unos pocos fragmentos conservados por Eusebio y en el Chronicon Paschale. Entre estos fragmentos se encuentran unas frases que son importantes para conocer cómo enfocaba Melitón la cuestión de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Es el primero en abogar en favor de la solidaridad del cristianismo con el Imperio. El imperio universal y la religión cristiana son hermanos de leche; forman, si vale la frase, como una pareja. Además, la religión cristiana representa para el Imperio una bendición y prosperidad.

En efecto, nuestra filosofía floreció primeramente entre los bárbaros y se extendió entre tus gentes bajo el glorioso imperio de tu antecesor Augusto y se ha convertido en una cosa de buen agüero. Porque desde entonces el poder de Roma ha aumentado en extensión y en esplendor. Tú eres ahora su sucesor deseado y seguirás siéndolo junto con tu hijo, si defiendes la filosofía que creció con el Imperio y empezó con Augusto. Tus antepasados la honraron también junto a las demás religiones. La prueba más convincente de su bondad es que el florecimiento de nuestra doctrina ha coincidido con el feliz principio del Imperio y que a partir del reinado de Augusto no ha ocurrido nada malo, antes bien todo ha sido brillante y glorioso de acuerdo con las oraciones de todos (Eusebio, Hist. eccl. 4,26,7-8).

2. De esta Apología, como de todas sus demás obras, no teníamos hasta hace poco sino pequeños fragmentos, o tan sólo el título, conservados por Eusebio (Hist. eccl. 4,26,2) y por Atanasio el Sinaíta (Viae dux 12,13). Por eso mismo cobra mayor interés un hallazgo reciente. Campbell Bonner descubrió y publicó una Homilía sobre la Pasión de Melitón casi completa. Aunque Eusebio no la mencione en su catálogo, se conocía el título de esta homilía, citado por Anastasio el Sinaíta en el siglo VII. Existían fragmentos sin identificar en siríaco, copto y griego. La Homilía ocupa la última parte de un manuscrito en papiro del siglo IV, que contiene los últimos capítulos de Enoc. Ocho hojas de este códice pertenecen a la colección Mr. A Chester Beatty y del British Museum, y seis a la Universidad de Michigán. Como lo indica el mismo título το πάθο, el sermón recientemente descubierto trata de la pasión del Señor. Las primeras palabras hacen pensar en un sermón pronunciado en la misa después de una lectura del Antiguo Testamento. El asunto de esta homilía encaja tan perfectamente en la Semana Santa, que Bonner la llama ?sermón de Viernes Santo.? Como Melitón seguía la práctica cuartodecimana, para él ese día era la fiesta pascual. La homilía parafrasea la historia del Éxodo y especialmente la institución de la Pascua hebrea, presentándolos como tipo de la obra redentora de Cristo. A ambos los llama μυστήρια en el sentido de acciones que tienen un efecto sobrenatural que trasciende su marco histórico. El Éxodo y la Pascua fueron el tipo de lo que sucedió después en la muerte y resurrección de Jesús. La pasión y muerte de Jesús garantizan a los cristianos la emancipación del pecado y de la muerte, exactamente como el cordero pascual inmolado aseguró la huida de los hebreos. Los cristianos, lo mismo que los hebreos, han recibido un sello en señal de su liberación. Pero los judíos, como lo anunciaban las profecías, rechazaron al Señor y lo mataron, y, aunque su muerte estaba predicha, su responsabilidad fue voluntariamente aceptada. Ellos están perdidos, pero los fieles a los que Cristo predicó en los infiernos, al igual que los que están sobre la tierra, participan del triunfo de la resurrección.

El lenguaje de este sermón revela una predilección por las palabras raras y por los artificios estilísticos. El estilo es artificiales y afectado en extremo, abundando las anáforas y las antítesis. Se explica que Tertuliano, hablando de Melitón, dijera: elegans et declamatorium ingenium (JERÓNIMO, De vir. ill. 24).

P. Nautin no admite, con C. Bonner, la autenticidad de esta homilía. Le asigna un origen más reciente. Sin embargo, la ausencia total de un vocabulario propiamente filosófico en la discusión de las cuestiones cristológicas es impresionante y hace poco probable una composición tardía. E. Peterson ha demostrado que este texto ha sido utilizado en el Adversus iudaeos, escrito del siglo III, probablemente, y atribuido sin fundamento a San Cipriano.

Contenido Cristológico de la Homilía.

1. Cristología.

a) El concepto de la divinidad y de la preexistencia de Cristo domina toda la teología de Melitón. Le llama θεός, λόγος, πατήρ, Υιός, ό πρωτότοκος του Θεού, δεσπότης, ό βασιλευς Ισραήλ, υμών βασιλεύς. El título de ?Padre? aplicado a Cristo es inusitado. Aparece en un importante pasaje donde se describen las diversas funciones de Cristo:

Porque, nacido como Hijo, conducido como cordero, sacrificado como una oveja, enterrado como un hombre, resucitó de los muertos como Dios, siendo por naturaleza Dios y hombre. El es todo: por cuanto juzga, es Ley; en cuanto enseña, Verbo; en cuanto salva, Gracia; en cuanto que engendra, Padre; en cuanto que es engendrado, Hijo; en cuanto que sufre, oveja sacrificial; en cuanto que es sepultado, Hombre; en cuanto que resucita, Dios. Este es Jesucristo, a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos (8-10).

Esta completa identificación de Cristo con la misma Divinidad podría interpretarse a favor del modalismo monarquiano de un período posterior. De ser éste el caso, se explicaría mejor el olvido y la desaparición ulterior de las obras de Melitón.

b) Por otro lado, Melitón no puede ser más claro cuando habla de la Encarnación:

Este es el que se hizo carne en una virgen, cuyos (huesos) no fueron quebrados sobre el madero, quien en la tumba no se convirtió en polvo, quien resucitó de entre los muertos y levantó al hombre desde las profundidades de la tumba hasta las alturas de los cielos. Este es el cordero que fue inmolado, éste es el cordero que permanecía mudo, éste es el que nació de María, la blanca oveja (70-71).

El autor llama asimismo a Cristo Υιον Θεου [σαρκωθέντα] δια παρθένου Μαρίας (66).

c) Se afirma la preexistencia de Cristo en forma de alabanzas himnológicas; por ejemplo, en el siguiente pasaje:

Este es el primogénito de Dios

que fue engendrado antes que el lucero matutino,

que hizo levantarse a la luz,

que hizo brillar al día,

que separó las tinieblas,

que puso la primera base,

que suspendió la tierra en su lugar,

que secó los abismos,

que extendió el firmamento,

que puso orden en el mundo (82).

d) La misión de Cristo fue rescatar al ser humano del pecado (54.103), de la muerte(102.103) y del diablo (67.68.102).

e) La descripción que Melitón hace del descenso de Cristo al Hades da pie para suponer que quizá incluyó en su sermón parte de un antiguo himno litúrgico:

Y El resucitó de entre los muertos y os gritó: "¿Quién es el que lucha contra mí? Que se presente delante d mí. Yo di libertad a los condenados e hice revivir a los muertos, yo suscité a los que estaban enterrados. ¿Quién es el que levanta su voz contra mí? Yo - sigue diciendo - soy el Cristo, yo soy el que destruí la muerte y triunfé sobre mis enemigos, y aplasté al Hades, y até al fuerte, y conduje al hombre hasta las alturas de los cielos; Yo - dice - el Cristo (101-102).

2. Doctrina del pecado original.

Melitón la expresa claramente:

El pecado imprime su sello en cada alma y a todas por igual las destina a la muerte. Deben morir. Toda carne cayó bajo el poder del pecado, todos bajo el poder de la muerte (54-55).

3. La Iglesia.

A la Iglesia la llama ?el depósito de la verdad,? άποδοχεϊον (40).

Además de la Apología y del sermón recientemente descubierto, Melitón fue autor de los siguientes escritos:

1. Dos libros Sobre la Pascua, en los que defiende el llamado uso cuartodecimano (compuestos hacia el 166-167).

2. Un tratado Sobre la vida cristiana y los profetas, de probable carácter antimontanista.

3. Sobre la Iglesia.

4. Sobre el día del Señor.

5. Sobre la fe del hombre.

6. De la creación.

7. Sobre la obediencia de la fe.

8. De los sentidos.

9. Sobre el alma y el cuerpo.

10. De la hospitalidad.

11. Sobre el bautismo.

12. Sobre la verdad.

13. De la fe y el nacimiento de Cristo.

14. De la profecía.

15. La Llave.

16. Sobre el Diablo.

17. Sobre el Apocalipsis de San Juan.

18. Del Dios encarnado.

19. Seis libros de Extractos de la Ley y de los profetas sobre nuestro Salvador y de toda nuestra fe. El prefacio de esta obra nos lo ha conservado Eusebio (Hist. eccl. 4,26,13-14). Contiene la lista más antigua de las Escrituras canónicas del Antiguo Testamento.

20. Sobre la encarnación de Cristo.

Por todos estos títulos de obras desaparecidas se echa de ver que Melitón trató con espíritu amplio muchas cuestiones prácticas y teológicas de su tiempo. O. Perler atribuye también a Melitón un himno para la Noche Pascual, encontrado recientemente en el Papiro Bodmer XII.

Escritos no auténticos.

1. Un manuscrito siríaco del British Museum (Add. 14658) contiene una apología bajo el nombre de Melitón, que, sin embargo, no es suya. El texto muestra que su autor conocía bien las apologías de Arístides y de Justino. Parece que se trata de un escrito siriaco, no de una traducción del griego. Probablemente fue compuesta durante el reinado de Caracalla.

2. Existe también otro escrito, en una versión latina del siglo V, que fue falsamente atribuido a Melitón. Su título es De transitu, Beatae Virginis Mariae (ή κοίμηση της Θεοτόκου).

Hay indicios de que esta narración apócrifa de la muerte y asunción de la Virgen no es anterior al siglo IV. Es la contrapartida de los evangelios de la infancia. El texto se ha conservado en varias revisiones griegas y en cierto número de traducciones. En el curso de los últimos años, este apócrifo ha sido objeto de estudio preferente y ha sido utilizado por la literatura provocada por la definición solemne del dogma de la Asunción por el papa Pío XII, el 1 de noviembre de 1950.

3. Otra obra no auténtica es la Clavis Scripturae, glosario bíblico, compilado a base de las obras de Agustín, Gregorio Magno y de otros escritores latinos. Fue editado por el cardenal Pitra en los Analecta Sacra, vol.2 (1884).

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