conoZe.com » bibel » Espiritualidad » San Josemaría Escrivá de Balaguer » Surco

Alegría

52. Nadie es feliz, en la tierra, hasta que se decide a no serlo. Así discurre el camino: dolor, en cristiano!, Cruz; Voluntad de Dios, Amor; felicidad aquí y, después, eternamente.

53. "Servite Domino in laetitia!" —Serviré a Dios con alegría! Una alegría que será consecuencia de mi Fe, de mi Esperanza y de mi Amor..., que ha de durar siempre, porque, como nos asegura el Apóstol, "Dominus prope est!"... —el Señor me sigue de cerca. Caminaré con El, por tanto, bien seguro, ya que el Señor es mi Padre..., y con su ayuda cumpliré su amable Voluntad, aunque me cueste.

54. Un consejo, que os he repetido machaconamente: estad alegres, siempre alegres. —Que estén tristes los que no se consideren hijos de Dios.

55. Procuro dejarme la piel, para que mis hermanos pequeños "pisen blando", como usted nos dice. Hay tantas alegrías en este "pasarlas negras"!

56. Otro hombre de fe me escribía: "cuando por necesidad se está aislado, se nota perfectamente la ayuda de los hermanos. Al considerar que ahora todo he de soportarlo solo, muchas veces pienso que, si no fuese por esa compañía que nos hacemos desde lejos—la bendita Comunión de los Santos!—, no podría conservar este optimismo, que me llena".

57. No me olvides que a veces hace falta tener al lado caras sonrientes.

58. "Sois todos tan alegres que uno no se lo espera", oí comentar.

De lejos viene el empeño diabólico de los enemigos de Cristo, que no se cansan de murmurar que la gente entregada a Dios es de la "encapotada". Y, desgraciadamente, algunos de los que quieren ser "buenos" les hacen eco, con sus "virtudes tristes".

—Te damos gracias, Señor, porque has querido contar con nuestras vidas, dichosamente alegres, para borrar esa falsa caricatura.

59. Que nadie lea tristeza ni dolor en tu cara, cuando difundes por el ambiente del mundo el aroma de tu sacrificio: los hijos de Dios han de ser siempre sembradores de paz y de alegría.

60. La alegría de un hombre de Dios, de una mujer de Dios, ha de ser desbordante: serena, contagiosa, con gancho...; en pocas palabras, ha de ser tan sobrenatural, tan pegadiza y tan natural, que arrastre a otros por los caminos cristianos.

61. "¿Contento?" —Me dejó pensativo la pregunta.

—No se han inventado todavía las palabras, para expresar todo lo que se siente —en el corazón y en la voluntad—al saberse hijo de Dios.

62. Navidad. Me escribes: "al hilo de la espera santa de María y de José , yo también espero, con impaciencia, al Niño. Qué contento me pondré en Belén!: presiento que romperé en una alegría sin límite. Ah!: y, con El, quiero también nacer de nuevo..."

—Ojalá sea verdad este querer tuyo!

63. Propósito sincero: hacer amable y fácil el camino a los demás, que bastantes amarguras trae consigo la vida.

64. Qué maravilla convertir infieles, ganar almas!...

—Pues tanto, y aún más grato a Dios, es evitar que se pierdan.

65. Otra vez a tus antiguas locuras!... Y luego, cuando vuelves, te notas con poca alegría, porque te falta humildad.

Parece que te obstinas en desconocer la segunda parte de la parábola del hijo pródigo, y todavía sigues apegado a la pobre felicidad de las bellotas. Soberbiamente herido por tu fragilidad, no te decides a pedir perdón, y no consideras que, si te humillas, te espera la jubilosa acogida de tu Padre Dios, la fiesta por tu regreso y por tu recomienzo.

66. Es verdad: no valemos nada, no somos nada, no podemos nada, no tenemos nada. Y, simultáneamente, en medio de la lucha cotidiana, no faltan los obstáculos, las tentaciones... Pero la "alegría" de tus hermanos disipará todas las dificultades, en cuanto te reúnas con ellos, porque los verás firmemente apoyados en El: "quia Tu es Deus fortitudo mea" —porque Tú eres, Señor, nuestra fortaleza.

67. Se repite la escena, como con los convidados de la parábola. Unos, miedo; otros, ocupaciones; bastantes..., cuentos, excusas tontas.

Se resisten. Así les va: hastiados, hechos un lío, sin ganas de nada, aburridos, amargados. Con lo fácil que es aceptar la divina invitación de cada momento, y vivir alegre y feliz!

68. Resulta muy cómodo decir: "no valgo; no me sale —no nos sale—una a derechas". —Aparte de que no es verdad, ese pesimismo cela una poltronería muy grande... Hay cosas que haces bien, y cosas que haces mal. Llénate de contento y de esperanza por las primeras; y enfréntate —sin desaliento—con las segundas, para rectificar: y saldrán.

69. "Padre, como me aconsejó, me río de mis miserias —sin olvidar que no he de transigir—, y entonces me siento mucho más alegre.

En cambio, cuando hago la tontería de ponerme triste, me hace el efecto de que pierdo el camino".

70. Me has preguntado si tengo cruz. Y te he respondido que sí, que nosotros siempre tenemos Cruz. —Pero una Cruz gloriosa, sello divino, garantía de la autenticidad de ser hijos de Dios. Por eso, siempre caminamos felices con la Cruz.

71. Sientes más alegría. Pero esta vez se trata de una alegría nerviosa, un poco impaciente, acompañada de la sensación clara de que en ti algo se desgarra en sacrificio.

Escúchame bien: aquí en la tierra, no hay felicidad completa. Por eso, ahora, inmediatamente, sin palabras y sin victimismos, ofrécete en oblación a Dios, con un entregamiento total y absoluto.

72. Estás pasando unos días de alborozo, henchida el alma de sol y de color. Y, cosa extraña, los motivos de tu gozo son los mismos que otras veces te desanimaban!

Es lo de siempre: todo depende del punto de mira.—"Laetetur cor quaerentium Dominum!"—cuando se busca al Señor, el corazón rebosa siempre de alegría.

73. Qué diferencia entre esos hombres sin fe, tristes y vacilantes en razón de su existencia vacía, expuestos como veletas a la "variabilidad" de las circunstancias, y nuestra vida confiada de cristianos, alegre y firme, maciza, en razón del conocimiento y del convencimiento absoluto de nuestro destino sobrenatural!

74. No eres feliz, porque le das vueltas a todo como si tú fueras siempre el centro: si te duele el estómago, si te cansas, si te han dicho esto o aquello...

—¿Has probado a pensar en El y, por El, en los demás?

75. "Miles" —soldado, llama el Apóstol al cristiano.

Pues, en esta bendita y cristiana pelea de amor y de paz por la felicidad de las almas todas, hay, dentro de las filas de Dios, soldados cansados, hambrientos, rotos por las heridas..., pero alegres: llevan en el corazón las luces seguras de la victoria.

76. "Le envío, Padre, el propósito de estar siempre sonriente: corazón risueño, aunque me lo apuñalen".

—Me parece un propósito acertado. Rezo para que lo cumplas.

77. En algunos momentos te agobia un principio de desánimo, que mata toda tu ilusión, y que apenas alcanzas a vencer a fuerza de actos de esperanza. —No importa: es la hora buena para pedir más gracia a Dios, y adelante! Renueva la alegría de luchar, aunque pierdas una escaramuza.

78. Han venido nubarrones de falta de ganas, de pérdida de ilusión. Han caído chubascos de tristeza, con la clara sensación de encontrarte atado. Y, como colofón, te acecharon decaimientos, que nacen de una realidad más o menos objetiva: tantos años luchando..., y aún estás tan atrás, tan lejos.

Todo esto es necesario, y Dios cuenta con eso: para alcanzar el "gaudium cum pace" —la paz y la alegría verdaderas, hemos de añadir, al convencimiento de nuestra filiación divina, que nos llena de optimismo, el reconocimiento de la propia personal debilidad.

79. Has rejuvenecido! Efectivamente, adviertes que el trato con Dios te ha devuelto en poco tiempo a la época sencilla y feliz de la juventud, incluso a la seguridad y gozo —sin niñadas—de la infancia espiritual... Miras a tu alrededor, y compruebas que a los demás les sucede otro tanto: transcurren los años desde su encuentro con el Señor y, con la madurez, se robustecen una juventud y una alegría indelebles; no están jóvenes: son jóvenes y alegres!

Esta realidad de la vida interior atrae, confirma y subyuga a las almas. Agradéceselo diariamente "ad Deum qui laetificat iuventutem" —al Dios que llena de alegría tu juventud.

80. La gracia de Dios no te falta. Por lo tanto, si correspondes, debes estar seguro.

El triunfo depende de ti: tu fortaleza y tu empuje —unidos a esa gracia—son razón más que suficiente para darte el optimismo de quien tiene segura la victoria.

81. Quizá ayer eras una de esas personas amargadas en sus ilusiones, defraudadas en sus ambiciones humanas. Hoy, desde que El se metió en tu vida —gracias, Dios mío!—ríes y cantas, y llevas la sonrisa, el Amor y la felicidad dondequiera que vas.

82. Muchos se sienten desgraciados, precisamente por tener demasiado de todo. —Los cristianos, si verdaderamente se conducen como hijos de Dios, pasarán incomodidad, calor, fatiga, frío... Pero no les faltará jamás la alegría, porque eso —todo!—lo dispone o lo permite El, que es la fuente de la verdadera felicidad.

83. Ante un panorama de hombres sin fe, sin esperanza; ante cerebros que se agitan, al borde de la angustia, buscando una razón de ser a la vida, tú encontraste una meta: El!

Y este descubrimiento inyectará permanentemente en tu existencia una alegría nueva, te transformará, y te presentará una inmensidad diaria de cosas hermosas que te eran desconocidas, y que muestran la gozosa amplitud de ese camino ancho, que te conduce a Dios.

84. Tu felicidad en la tierra se identifica con tu fidelidad a la fe, a la pureza y al camino que el Señor te ha marcado.

85. Da gracias a Dios porque estás contento, con una alegría honda que no sabe ser ruidosa.

86. Con Dios, pensaba, cada día me parece más atractivo. Voy viviendo a "cachitos". Un día considero magnífico un detalle; otro, descubro un panorama que antes no había advertido... A este paso, no sé lo que ocurrirá con el tiempo.

Luego, he notado que El me aseguraba: pues cada día será mayor tu contento, porque ahondarás más y más en la aventura divina, en el "lío" tan grande en que te he metido. Y comprobarás que Yo no te dejo.

87. La alegría es una consecuencia de la entrega. Se confirma en cada vuelta a la noria.

88. Qué alegría inmutable te produce el haberte entregado a Dios!... Y qué inquietud, y qué afanes has de tener de que todos participen en tu alegría!

89. Todo lo que ahora te preocupa cabe dentro de una sonrisa, esbozada por amor de Dios.

90. ¿Optimismo?, siempre! También cuando las cosas salen aparentemente mal: quizá es ésa la hora de romper a cantar, con un Gloria, porque te has refugiado en El, y de El no te puede venir más que el bien.

91. Esperar no significa empezar a ver la luz, sino confiar con los ojos cerrados en que el Señor la posee plenamente y vive en esa claridad. El es la Luz.

92. Deber de cada cristiano es llevar la paz y la felicidad por los distintos ambientes de la tierra, en una cruzada de reciedumbre y de alegría, que remueva hasta los corazones mustios y podridos, y los levante hacia El.

93. Si cortas de raíz cualquier asomo de envidia, y si te gozas sinceramente con los éxitos de los demás, no perderás la alegría.

94. Me abordó aquel amigo: "me han dicho que estás enamorado". —Me quedé muy sorprendido, y sólo se me ocurrió preguntarle el origen de la noticia.

Me confesó que lo leía en mis ojos, que brillaban de alegría.

95. Cómo sería la mirada alegre de Jesús!: la misma que brillaría en los ojos de su Madre, que no puede contener su alegría —"Magnificat anima mea Dominum!" —y su alma glorifica al Señor, desde que lo lleva dentro de sí y a su lado.

Oh, Madre!: que sea la nuestra, como la tuya, la alegría de estar con El y de tenerlo.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=3236 el 2006-05-26 14:00:55