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Amistad

727. Cuando te cueste prestar un favor, un servicio a una persona, piensa que es hija de Dios, recuerda que el Señor nos mandó amarnos los unos a los otros. * —Más aún: ahonda cotidianamente en este precepto evangélico; no te quedes en la superficie. Saca las consecuencias —bien fácil resulta—, y acomoda tu conducta de cada instante a esos requerimientos.

728. Se vive de modo tan precipitado, que la caridad cristiana ha pasado a constituir un fenómeno raro, en este mundo nuestro; aunque —al menos de nombre—se predica a Cristo...

—Te lo concedo. Pero, ¿qué haces tú que, como católico, has de identificarte con El y seguir sus huellas?: porque nos ha indicado que hemos de ir a enseñar su doctrina a todas las gentes, a todas!, y en todos los tiempos.

729. Los hombres —ha ocurrido siempre en la historia—coaligan sus vidas, para cumplir una misión y un destino colectivos.

—¿Valdrá menos, para los hombres y las mujeres de hoy, el "único destino" de la felicidad eterna?

730. Has comprendido el sentido de la amistad, cuando llegaste a sentirte como el pastor de un rebaño pequeñito, al que habías tenido abandonado, y que ahora procuras reunir nuevamente, ocupándote de servir a cada uno.

731. No puedes ser un elemento pasivo tan sólo. Tienes que convertirte en verdadero amigo de tus amigos: "ayudarles". Primero, con el ejemplo de tu conducta. Y luego, con tu consejo y con el ascendiente que da la intimidad.

732. Te ha entusiasmado ese espíritu de hermandad y compañerismo, que descubriste inesperadamente... —Claro: es algo que habías soñado con tanta fuerza, pero que nunca habías visto. No lo habías visto, porque los hombres olvidan que son hermanos de Cristo, de ese amable Hermano nuestro, que entregó su vida por los otros, por todos y por cada uno, sin condiciones.

733. Has tenido la gran suerte de encontrar maestros de verdad, amigos auténticos, que te han enseñado sin reservas todo cuanto has querido saber; no has necesitado de artimañas para "robarles" su ciencia, porque te han indicado el camino más fácil, aunque a ellos les haya costado duro trabajo y sufrimientos descubrirlo... Ahora, te toca a ti hacer otro tanto, con éste, con aquél, con todos!

734. Medítalo bien, y actúa en consecuencia: esas personas, a las que resultas antipático, dejarán de opinar así, cuando se den cuenta de que "de verdad" les quieres. De ti depende.

735. No basta ser bueno: has de parecerlo. ¿Qué dirías de un rosal que no produjera más que espinas?

736. Para caldear a los tibios, es preciso que les rodee el fuego del entusiasmo.

Muchos podrían gritarnos: no os lamentéis de mi estado!, enseñadme el camino para salir de esta situación, que tanto os entristece!

737. El deber de la fraternidad, con todas las almas, hará que ejercites el "apostolado de las cosas pequeñas", sin que lo noten: con afán de servicio, de modo que el camino se les muestre amable.

738. Qué alma más estrecha la de los que guardan celosamente su "lista de agravios"!... Con esos desgraciados es imposible convivir.

La verdadera caridad, así como no lleva cuenta de los "constantes y necesarios" servicios que presta, tampoco anota, "omnia suffert" —soporta todo—, los desplantes que padece.

739. Cumples un plan de vida exigente: madrugas, haces oración, frecuentas los Sacramentos, trabajas o estudias mucho, eres sobrio, te mortificas..., pero notas que te falta algo!

Lleva a tu diálogo con Dios esta consideración: como la santidad —la lucha para alcanzarla—es la plenitud de la caridad, has de revisar tu amor a Dios y, por El, a los demás. Quizá descubrirás entonces, escondidos en tu alma, grandes defectos, contra los que ni siquiera luchabas: no eres buen hijo, buen hermano, buen compañero, buen amigo, buen colega; y, como amas desordenadamente "tu santidad", eres envidioso.

Te "sacrificas" en muchos detalles "personales": por eso estás apegado a tu yo, a tu persona y, en el fondo, no vives para Dios ni para los demás: sólo para ti.

740. Te consideras amigo porque no dices una palabra mala. —Es verdad; pero tampoco veo una obra buena de ejemplo, de servicio... * —Esos son los peores amigos.

741. Primero maltratas... Y, antes de que nadie reaccione, gritas: "ahora, caridad entre todos!" * —Si empezaras por lo segundo, no llegarías nunca a lo primero.

742. No seas cizañero, como aquél del que afirmaba su propia madre: "usted preséntele a sus amigos, que él se encargará de que esos amigos riñan con usted".

743. No me parece cristiana la fraternidad, de que alardea contigo aquel amigo, que te previene: "me han dicho de ti esta o aquella bárbara calumnia: no te fíes de alguna persona que debe estar metida en tu intimidad"...

No me parece cristiana, porque a ese "hermano" le falta el arranque noble de acallar al calumniador antes y, después, de comunicarte lealmente su nombre. * —Si no tiene carácter para exigirse esta conducta, ese "hermano" te expone a dejarte solo en la vida, empujándote a que desconfíes de todos y a que faltes a la caridad con todos.

744. No posees ni pizca de visión sobrenatural y, en los demás, ves sólo personas de mejor o peor posición social. De las almas, ni te acuerdas para nada, ni las sirves. Por eso no eres generoso..., y vives muy lejos de Dios con tu falsa piedad, aunque mucho reces.

Bien claro ha hablado el Maestro: "apartaos de mí, e id al fuego eterno, porque tuve hambre..., tuve sed..., estaba en la cárcel..., y no me atendisteis".

745. No resulta compatible amar a Dios con perfección, y dejarse dominar por el egoísmo —o por la apatía—en el trato con el prójimo.

746. La amistad verdadera supone también un esfuerzo cordial por comprender las convicciones de nuestros amigos, aunque no lleguemos a compartirlas, ni a aceptarlas.

747. No permitas nunca que crezca la hierba mala en el camino de la amistad: sé leal.

748. Un propósito firme en la amistad: que en mi pensamiento, en mi palabra, en mis obras respecto a mi prójimo —sea quien sea—, no me conduzca como hasta ahora: es decir, que nunca deje de practicar la caridad, que jamás dé paso en mi alma a la indiferencia.

749. Tu caridad ha de estar adecuada, ajustada, a las necesidades de los demás...; no a las tuyas.

750. Hijos de Dios!: una condición que nos transforma en algo más trascendente que en personas que se soportan mutuamente. Escucha al Señor: "vos autem dixi amicos!" —somos sus amigos, que, como El, dan gustosamente su vida los unos por los otros, en la hora heroica y en la convivencia corriente.

751. ¿Cómo se puede pretender que quienes no poseen nuestra fe vengan a la Iglesia Santa, si contemplan el desairado trato mutuo de los que se dicen seguidores de Cristo?

752. La atracción de tu trato amable ha de ensancharse en cantidad y calidad. Si no, tu apostolado se extinguirá en cenáculos inertes y cerrados.

753. Con tu amistad y con tu doctrina —me corrijo: con la caridad y con el mensaje de Cristo—, moverás a muchos no católicos a colaborar en serio, para hacer el bien a todos los hombres.

754. Tomé nota de las palabras de aquel obrero, que comentaba entusiasmado después de participar en esa reunión, que promoviste: "nunca había oído hablar, como se hace aquí, de nobleza, de honradez, de amabilidad, de generosidad..." —Y concluía asombrado: "frente al materialismo de izquierdas o de derechas, esto es la verdadera revolución!"

—Cualquier alma entiende la fraternidad que Jesucristo ha instaurado: empeñémonos en no desvirtuar esa doctrina!

755. A veces pretendes justificarte, asegurando que eres distraído, despistado; o que, por carácter, eres seco, reservón. Y añades que, por eso, ni siquiera conoces a fondo a las personas con quienes convives.

—Oye: ¿verdad que no te quedas tranquilo con esa excusa?

756. Pon mucha visión sobrenatural en todos los detalles de tu vida ordinaria, te aconsejé . Y añadí inmediatamente: la convivencia te ofrece muchas ocasiones, a lo largo del día.

757. Vivir la caridad significa respetar la mentalidad de los otros; llenarse de gozo por su camino hacia Dios..., sin empeñarse en que piensen como tú , en que se unan a ti.

—Se me ocurrió hacerte esta consideración: esos caminos, distintos, son paralelos; siguiendo el suyo propio, cada uno llegará a Dios...; no te pierdas en comparaciones, ni en deseos de conocer quién va más alto: eso no importa, lo que interesa es que todos alcancemos el fin.

758. Que el otro está lleno de defectos! Bien... Pero, además de que sólo en el Cielo están los perfectos, tú también arrastras los tuyos y, sin embargo, te soportan y, más aún, te estiman: porque te quieren con el amor que Jesucristo daba a los suyos, que bien cargados de miserias andaban!

—Aprende!

759. Te quejas de que no es comprensivo... —Yo tengo la certeza de que hace lo posible por entenderte. Pero tú , ¿cuándo te esforzarás un poquito por comprenderle?

760. De acuerdo!, lo admito: esa persona se ha portado mal; su conducta es reprobable e indigna; no demuestra categoría ninguna.

—Merece humanamente todo el desprecio!, has añadido.

—Insisto, te comprendo, pero no comparto tu última afirmación; esa vida mezquina es sagrada: Cristo ha muerto para redimirla! Si El no la despreció, ¿cómo puedes atreverte tú ?

761. Si tu amistad se rebaja hasta convertirse en cómplice de las miserias ajenas, se reduce a triste compadreo, que no merece el mínimo aprecio.

762. Verdaderamente la vida, de por sí estrecha e insegura, a veces se vuelve difícil. —Pero eso contribuirá a hacerte más sobrenatural, a que veas la mano de Dios: y así serás más humano y comprensivo con los que te rodean.

763. La indulgencia es proporcional a la autoridad. Un simple juez ha de condenar —quizá reconociendo las atenuantes—al reo convicto y confeso. El poder soberano de un país, algunas veces, concede una amnistía o un indulto. Al alma contrita, Dios la perdona siempre.

764. "A través de vosotros he visto a Dios, que olvidaba mis locuras y mis ofensas, y me acogía con cariño de Padre". Esto escribió a los suyos, contrito, de regreso a la casa paterna, un hijo pródigo del siglo XX.

765. Te ha costado mucho ir apartando y olvidando las preocupacioncillas tuyas, tus ilusiones personales: pobres y pocas, pero arraigadas. —A cambio, ahora estás bien seguro de que tu ilusión y tu ocupación son tus hermanos, y sólo ellos, porque en el prójimo has aprendido a descubrir a Jesucristo.

766. " El ciento por uno!"... Cómo te acordabas hace unos días de esa promesa del Señor!

—En la fraternidad que se vive entre tus compañeros de apostolado, te lo aseguro, encontrarás ese ciento por uno.

767. Cuántos temores y cuántos peligros puede disipar el amor verdadero entre los hermanos, que no se nombra —porque entonces parece como si se profanase—, pero que resplandece en cada detalle!

768. Acude en confidencia segura, todos los días, a la Virgen Santísima. Tu alma y tu vida saldrán reconfortadas. —Ella te hará participar de los tesoros que guarda en su corazón, pues "jamás se oyó decir que ninguno de cuantos han acudido a su protección ha sido desoído".

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