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Urbano IV
Santiago Pantaleón de Court-Palais, nació en Troyes (Francia), hijo de un modesto zapatero, ca. 1200. Estudia Artes liberales en París y más tarde Derecho canónico y Teología. Dotado de grandes cualidades de inteligencia y de voluntad, de carácter firme y una actividad incansable, va ocupando pronto notables puestos en la jerarquía y en la diplomacia eclesiásticas. En 1240 es arcediano de Lieja y de 1247 a 1249 es nombrado por el papa Inocencio IV legado en Silesia, Polonia y Prusia. En este último año es arcediano de Laón y cuatro más tarde, 1253, obispo de Verdún. Alejandro IV, en fin, le nombra dos años más tarde patriarca de Jerusalén. Cuando muere este papa en Viterbo en 1261, se hallaba el patriarca de paso por la ciudad y los cardenales se fijaron en él eligiéndole para el Sumo Pontificado.
El Sacro Colegio cardenalicio andaba por entonces muy reducido, pues no constaba más que de ocho cardenales residentes en Viterbo y, por desgracia, divididos entre sí, lo que alargaba y hacía difícil la elección de un nuevo Papa. Unos deseaban la alianza inglesa; otros buscaban la reconciliación con Manfredo de Sicilia, hijo natural del emperador Federico 11, quien estaba en litigio con la Santa Sede a causa del feudo de Sicilia, en el que ahora imperaba en nombre, al parecer, de Conradino, el último vástago de los Hohenstaufen. Ante la imposibilidad de elegir a uno de su propio partido, los cardenales deciden escoger, al cabo de tres meses y unos días de cónclave, a un personaje que ni era cardenal, ni conocía Italia, pero que tenía sobrada fama y prestigio. Para ello se fijaron en el patriarca de Jerusalén. Santiago Pantaleón es elegido el 29 ag. 1261, siendo consagrado en la catedral de Viterbo el 4 sept. del mismo año con el nombre de Urbano IV.
Puede decirse que su breve pontificado se llena exclusivamente con el afán de resolver la cuestión del reino de las Dos, dando con ello un nuevo giro a la política tanto italiana como de la Santa Sede. Primeramente reside en Viterbo, luego en Orvieto y más tarde en Perusa, sin que, como Papa, pisara nunca Roma. Uno de sus primeros actos fue la creación de catorce nuevos cardenales, en su mayoría franceses, lo que dará lugar a un partido francés dentro del Colegio cardenalicio.
El Papa mismo, partidario decidido de la causa francesa, y deseoso de expulsar del feudo siciliano a la rama alemana, ofrece la corona de las Dos Sicilias a Carlos de Anjou conde de Provenza y hermano del rey de Francia, S. Luís IX . Tras largas negociaciones, se llega por fin a un acuerdo ( 14 ag. 1264) por el que Carlos de Anjou se comprometía a venir a Italia en el espacio de un año, para conquistar el reino de Sicilia con la Apulia, hasta Benevento inclusive. Posesionado del reino, había de declararse vasallo de la Santa Sede, con renuncia expresa tanto de pretender al Imperio como a la hegemonía de Italia. Con ello se tomaba una medida radical al implantar en Sicilia una dinastía extranjera que, además de impedir que el Imperio alemán se extendiera a toda Italia, quedaría sometida por vasallaje feudal y ,hasta por agradecimiento a la Santa Sede. La empresa no pudo llevarse a cabo tan pronto como deseara el Papa, pero dio lugar a graves conflictos ya guerras posteriores, a causa de la intervención de Pedro III de Aragón , casado por estos años con Constanza, hija de Manfredo.
El asunto de Sicilia iba unido, en parte, al problema de Oriente, dado que por este tiempo, 1261, el emperador bizantino Miguel VIII Paleólogo había puesto fin al Imperio latino, arrojando de Constantinopla a su último rey occidental, Balduino II. El Papa, al deshacerse de Manfredo, hizo imposible una alianza conjunta para ayudar al monarca destronado, a la vez que dificultaba cada vez más la deseada unión con los griegos por los esfuerzos que realizaba queriendo restaurar el Imperio perdido. Tras varias tentativas, hubo de firmar una tregua con el Emperador bizantino. Parecido fracaso obtiene también en Inglaterra, al tomar parte por su rey, Enrique III, que estaba en lucha con sus propios barones. Estos, por medio de los llamados «Provedimientos de Oxford», querían poner trabas a la autoridad real. U. condena tales manejos y manda como legado a Inglaterra a Guido Foulquois (futuro papa Clemente IV), a quien los nobles no dejan que pase el canal de la Mancha.
Gloria de este pontificado fue la institución para la Iglesia universal de la fiesta del Corpus Christi . Como reacción a la herejía de Berengario de Tours acerca de la transustanciación eucarística, y con ocasión de las visiones que tuviera sobre este particular S. Juliana de Mont-Cornillon (1193-1258), se empieza a celebrar por primera vez esta fiesta en 1246 por los canónigos de S. Martín de Lieja, cuando era arcediano de la misma ciudad Santiago Pantaleón. De Bélgica la devoción pasa primero a Alemania y luego al resto de la cristiandad. Unos años más tarde, en 1263, corre la fama del milagro de Bolsena, que será inmortalizado en un célebre cuadro de Rafael. Fue el caso de un sacerdote alemán quien, peregrino hacia Roma y celebrando sobre el altar de la mártir Cristina de aquella localidad, tuvo dudas acerca del misterio de la transustanciación. Al momento de partir la Sagrada Forma, vio salir de ella sangre de la que se fue empapando en seguida el corporal. La venerada reliquia fue llevada procesionalmente a Orvieto el 19 jun. 1264, donde entonces residía el Papa. Movido éste por el prodigio, y a petición de varios obispos, hace que se extienda la fiesta del Corpus a toda la Iglesia por medio de la bula Transiturus de 8 sept. del mismo año, fijándola para el jueves después de la octava de Pentecostés. En la redacción del oficio divino de esa fiesta intervino S. Tomás de Aquino. Días más tarde, el 2 oct., moría el Papa en Perusa, siendo enterrado en la catedral de la ciudad.
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