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Juan XXI

La elección estuvo nuevamente rodeada de violencia. Las autoridades de Viterbo quisieron aplicar el decreto del cónclave, pero los cardenales alegaron que dicho decreto ya no existía. Juan Gaetano Orsini, al ver que no conseguía los votos necesarios, promovió la candidatura de un portugués, Pedro Juliáo, conocido como Pedro Hispano, confiando en gobernar a través de él. Hijo de un médico y nacido en Lisboa, M. H. da Rocha Pereira (Obras médicas de Pedro Hispano, Coimbra, 1973) y J. M. de la Cruz Pontes (A obra filosófica de Pedro Hispano Portugalense, Coimbra, 1972) han estudiado a fondo los dos aspectos fundamentales de su saber. Médico personal de Gregorio X, éste le nombró arzobispo de Braga (1272) y cardenal de Tusculum (1273). Fue una de las figuras más destacadas del Concilio de Lyon. Como médico se hizo famoso por un tratado de oftalmología conocido como El ojo y un manual de patología, Tesoro de los pobres. Se le ha confuniddo a veces con otro Pedro Hispano, dominico natural de Estella y autor de dos obras filosóficas de gran importancia, Summulae logicae, muy empleada como texto en las universidades, y De alma, que es un comentario a Aristóteles y al pseudo Dionisio (A. D'Ors Lois, «Petrus Hispanus O.P. auctor Summutarum», Vivarium, 35/1, 1997).

Por un error que ya no fue corregido tomó el nombre de Juan XXI, siendo así que ningún Juan XX encontramos en la lista de los papas. No quiso residir en Roma, haciéndose construir un departamento provisional en el palacio de Viterbo para poder seguir con su trabajo científico; dotado de gran sencillez, estaba dispuesto a recibir a todo el mundo, aunque prefería la compañía de sabios y doctores a la de los miembros de la curia. Comenzó su pontificado confirmando la anulación del decreto del concilio sobre las elecciones y entregando a Orsini prácticamente todo el poder. Por esta causa se inició un distanciamiento con Carlos de Anjou, al que no fue renovado el nombramiento de senador ni el de vicario en Toscana. La Santa Sede estaba buscando medios para restablecer una concordia entre el rey de Sicilia y Roberto, entre Alfonso X y Felipe III de Francia (1270-1285), enemistados a causa de los infantes de la Cerda, así como en Portugal, su patria, donde tomó la defensa de las inmunidades eclesiásticas. Tras esta política de paz alentaban siempre dos propósitos: afirmar la supremacía de Roma y proceder a un nuevo lanzamiento de la cruzada. A este mismo fin apuntaban el envío de misioneros y legados a tierra de mongoles y las nuevas negociaciones con Miguel VIII. Pero en este último caso era, tal vez, demasiado tarde: el rigorismo un tanto arbitrario de sus dos antecesores había disipado el buen clima que creara Gregorio X.

Preocupaba especialmente a Juan XXI un problema que conocía bien: las tendencias al materialismo que podían nacer de los excesos del aristotelismo. El 18 de enero de 1277 ordenó al obispo de París que abriera una información en la universidad. El resultado fue señalar 219 proposiciones que se estaban enseñando y que los universitarios calificaban de «averroístas». Diecinueve de ellas se encuentran en santo Tomás.

Juan XXI murió a consecuencia de la herida que sufrió al desplomarse la techumbre del departamento provisional que levantara en Viterbo. Fue enterrado en aquella catedral.

 

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