conoZe.com » bibel » Otros » Leyendas negras de la Iglesia » IX. LAS OTRAS HISTORIAS

Cinturón de castidad

La entrada es cara y me disgustaría ser también uno de los que contribuyen a una iniciativa cuyo éxito estimula nuestro lado oscuro. Pero, ya que para los periodistas la entrada es gratuita, me cuelo en la exposición, itinerante por Europa, de antiguos instrumentos de tortura. El título —ça va sans dire— es «La Inquisición», casi como si «la peor cara del hombre» (así se ha subtitulado la exposición) sólo se hubiera manifestado en esos remotos tribunales. Éstos, a decir verdad, causaron menos víctimas en medio milenio que un solo año de los regímenes estalinistas, hitlerianos, sudamericanos o iraníes. En cuanto a la tortura, ya se sabe que ésta había sido un atributo achacable únicamente a la fanática intolerancia cristiana y que, al liberarse de ella, el «hombre nuevo» se negaría siempre a practicarla... ¡Como testimonian los informes anuales de Amnistía Internacional!

Entre los objetos expuestos se hallan algunos cinturones de castidad, que, según explica el catálogo, no eran en absoluto «instrumentos de tortura». Dentro de la sistemática campaña de difamación contra la Edad Media, se atribuyó su Uso sobre todo a los cruzados («inexplicablemente, sin la menor prueba documental»), escriben los comisarios de la muestra: pero la explicación está en la difamación, que no rehúye las falsedades, de esa época marcada por la fe y, en particular, de aquella bestia parda que fue el extraordinario movimiento por las Cruzadas. Ateniéndonos a un cierto estilo de contar la Historia, el individuo que salía para las Cruzadas tenía que ser, además, un sanguinario salteador, un católico misógino y tal vez algo cornudo; o que, para no llegar a serlo, no encontraba mejor solución que encerrar a la mujer en un cepo de hierro.

En realidad —como informa dicho catálogo— bastaría con pensar un poco para advertir que semejante sistema habría causado en poco tiempo la muerte a la mujer por septicemia o tétanos. ¿Y entonces? Entonces, está documentado que eran casi siempre las propias mujeres las que se procuraban esos arneses en caso de viaje, estancias en albergues o al paso de bandas militares. En resumen, se trataba de un método de autodefensa contra una violencia en la que los maridos (ni siquiera los cruzados) nada tenían que ver. Algo de especial actualidad en estos días nuestros de violencia sexual creciente...

De acuerdo, esto no es más que una pequeña anécdota, pero no resulta irrelevante cuando constituye una de las tantas piezas falsas de un mosaico exagerado.

Ahora en...

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