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Benedicto: fe y cultura

Es lógico que, ante el nombre del nuevo Papa se hayan desatado las especulaciones. Muchos han ido a Benedicto XV en busca de semejanzas. Es perfectamente normal pero, puestos a buscar interpretaciones, yo preferiría remontarme a Benito de Nursia, fundador de los Benedictinos de Monte Cassino en el siglo VI. San Benito acuñó la famosa expresión ora et labora , pero, además, fundó numerosos monasterios, que se constituyeron en centros de formación y cultura capaces de propagar la fe en tiempos de crisis. Era hombre de trato amable -así es Benedicto XVI- y fue declarado patrono de Europa. La crisis producida con la caída del Imperio romano va a ser reparada poco a poco con el inicio del monasticismo en Occidente. San Benito sería su iniciador con esos monasterios, que fueron focos de fe y cultura frente al nuevo mundo de los bárbaros.

Es un hito más de la historia de la humanidad en la que la Iglesia sería portadora de civilización y cultura, como lo fue con la creación de las primeras universidades, con el encuentro con América, o con la creación pionera de escuelas para niños necesitados realizada, por ejemplo, por san José de Calasanz, entre otros muchos.

La Iglesia ha sido avanzadilla de muchos descubrimientos, en el arte, en la literatura, etc. No teme a la ciencia moderna e insta a los cristianos -como haría san Josemaría Escrivá en el siglo XX- a situarse en el origen mismo de los cambios. Y eso a pesar del traído y llevado caso Galileo o de su oposición al manejo de células embrionarias. El primero no afectaba a nada dogmático, sino precisamente a la ciencia de su tiempo; el segundo supone la muerte de un inocente bajo el señuelo de una curación incierta que, hasta ahora, se ha mostrado incluso más segura científicamente con las células madre adultas, que no ofrecen problemas éticos.

Pero volvamos a san Benito y al papa Benedicto XVI. Su antecesor escribió en Christifideles laici : "Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no enteramente pensada, no fielmente vivida". Son las palabras finales de esta exhortación apostólica dirigida a los cristianos corrientes, después de haber afirmado con palabras del Vaticano II que la "separación entre la fe y la vida diaria de muchos debe ser considerada como uno de los más graves errores de nuestra época".

Quizá el nuevo Papa ha buscado en san Benito de Nursia un ideal de otro tiempo para realizarlo -seguramente en modo muy distinto- en los momentos actuales. Porque Juan Pablo II ponía el dedo en la llaga con las dos afirmaciones que acabo de citar: separar la fe de la vida ordinaria es una tentación habitual de bastantes cristianos, que se quitan el sombrero de católicos al entrar en el centro de investigación, al trabajar el mundo de la economía, de la política e incluso, en algunos casos, en el de la teología.

A este respecto afirmaba san Josemaría Escrivá: "¡Que no, hijos míos! Que no puede haber una doble vida, que no podemos ser como esquizofrénicos si queremos ser cristianos: que hay una única vida, hecha de carne y espíritu, y esa es la que tiene que ser -en el alma y en el cuerpo- santa y llena de Dios: a ese Dios invisible lo encontramos en las cosas más visibles e inmateriales".

Así que hay que incardinar la fe en la vida diaria, sea en la alta investigación, en las tareas del hogar, al escribir, al componer música o poesía, en la vida política, etc. La fe ha de inculturarse pero de tal manera que sea más acogida, pensada y vivida, sin desnaturalizarla, sin que una cultura dominante -ahora el relativismo, el pensamiento débil, el laicismo, ya tan viejo, pero todavía vivo- mate la fe.

San Benito Patrono de Europa -origen de buena parte del pensamiento que nos modela-, cultura y fe. Una cita del todavía cardinal Ratzinger: "La Iglesia no existe para sí misma, sino para la humanidad. Existe para que el mundo llegue a ser un espacio para la presencia de Dios, espacio de alianza entre Dios y los hombres". Esto exige una nueva cultura. Y otra: "Sin Dios, el mundo no puede ser iluminado, y la Iglesia sirve al mundo para que Dios viva en él y para que lo transparente, para que lo lleve a la humanidad".

La fe no es enemiga de la razón sino abogada de su grandeza. Tampoco lo es del progreso verdadero. Otra cosa son los falsos progresos que retrotraen a la caverna.

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