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El anciano de la barba

La idea de un Dios personal va unida para muchos de nosotros a una imagen muy determinada: la de un señor anciano con una poblada barba blanca. Y aunque suene muy raro, he conocido a personas muy serias e incluso aceptablemente inteligentes, que por culpa de esta imagen no podían creer en un Dios personal, sino en un «poder».

Los hombres sentimos una inclinación especial a simbolizar nuestros conceptos, y así resulta que las mismas personas que rechazan al señor dé la barba como imagen pueril o antropomorfa se imaginan a Dios más o menos conscientemente como una especie de nube gaseosa. Debo confesar que en este caso prefiero al anciano señor de la barba. De una nube gaseosa no puedo esperar nada bueno, más bien nada. Un anciano es por lo menos un símbolo de la sabiduría, de la experiencia, de la madurez; un símbolo de padre, si lo prefieren. En fin de cuentas, esta imagen nos acerca a Dios, que es de verdad nuestro Padre, y nos podemos dirigir a El como lo que es. Este es nuestro máximo privilegio.

Pero para la mayoría esta imagen va unida a ideas completamente diferentes. Piensan en la falta de actividad y de brío, en la esterilidad de la vejez; o han tenido experiencias en su trato con su propio padre terrenal, que ahora trasladan al divino. En otras palabras, precisamente son éstos los que rechazan la paternidad de Dios por razones antropomorfas. El anciano de la barba es una figura simbólica, y los pintores de todas las épocas la han utilizado para ilustrar la Biblia. Resulta francamente incomprensible que una persona inteligente y adulta coloque en el mismo plano a un símbolo con lo que simboliza. Según esto, todos los alemanes serían águilas, los ingleses leones y hasta el francés más varonil sería una señora con gorro frigio. El malentendido se halla en definitiva en el concepto «persona».

Llamamos persona habitualmente a un ser que tiene conciencia, inteligencia y voluntad o características que correspondan a estos valores humanos. Este ser se halla naturalmente muy por encima de una fuerza ciega en sí como el magnetismo o la electricidad. Y quien ve en Dios tan sólo un «poder», sitúa al Creador del universo, al mejor artista, poeta, organizador e inventor, por debajo de los hombres al negarle conciencia, inteligencia y voluntad. Dios es espíritu puro. Y como existe fuera del tiempo (creado por Él, como todo lo demás), no es ni joven ni viejo. Claro que no siempre resulta fácil tener una relación personal con un ser que es espíritu puro.

Como niños tímidos hemos utilizado continuamente símbolos para acercarnos a El... hasta que ÉL mismo se acercó a nosotros...