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El planeta envenenado

Quien mantenga los ojos bien abiertos y observe a su alrededor, podrá ver en nuestro planeta cosas que no pueden haber sido creadas por un Dios de infinita bondad. Al menos, no del modo que las vemos. Como todo lo creado procede de Dios, parece como si un enemigo de la Creación hubiese hecho todo lo que le permitían sus fuerzas para arruinarla. Pero no lo ha logrado. Sin embargo, sí ha conseguido imprimir algo de su sello a un buen número de cosas. No puede dejarse de percibir una influencia. Pervierte. Adultera. Envenena. Y constantemente tropezamos con una manifestación muy determinada de su ser para la que no parece existir mejor definición que la de diabólica.

Jamás es la totalidad del ser de una criatura la que puede calificarse de diabólica. Se trata siempre sólo de deformaciones, desviaciones, incongruencias aparentemente arbitrarias. Durante muchos años he creído que esto dependía exclusivamente «del ojo del observador», que nosotros los hombres, teníamos criterios muy determinados con fundamentos a veces muy convencionales acerca de lo bueno y lo hermoso. Al fin y al cabo nos ha sido revelado que los caminos de Dios no son nuestros caminos. ¿Y si el fuego tuviese conciencia, no consideraría al agua como algo feo e incluso diabólico, y al revés ?

Disfrutamos con la elegancia de movimientos, con la gracia y belleza de un gato. Los sentimientos del ratón serán muy diferentes. El perro de caza es un compañero noble y fiel. No creo que el zorro comparta nuestra opinión. La construcción de un mundo exige la existencia de divergencias. Incluso las líneas matemáticas tienen que «cortarse» si queremos crear una figura, «las cosas tropiezan duramente en el espacio». Y nuestro gusto cambia. Nos parece feo lo que hace pocos años considerábamos hermoso (por ejemplo la moda). ¡Y sin embargo! El caminar y la expresión de una hiena, la máscara diabólica de las pirañas brasileñas, las chinches, los escorpiones, la mirada de la cobra, las arañas venenosas y toda clase de bichos reptantes, pululantes, hormigueantes...; no podemos dejar de pensar que el hombre no es el único ser que ha «caído», que en todo eso se ve la acción de alguien que desea la desgracia de toda criatura, para no encontrarse solo en su propiadesgracia espantosa y sin límites: el archirrebelde, el archienemigo. El maligno. Cristo le llamó príncipe del mundo. O sea que efectivamente ejerce un tipo de soberanía. Pero no ilimitada. ¿Sabe que su destino está Sellado desde que Dios se hizo Hombre en este planeta? ¿Que incluso aquí, donde prefirió ser el primero antes que ser el segundo en el cielo, sus días están contados? Nosotros somos quienes tenemos que decidir al lado de quién queremos combatir.

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