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Buscadores de prosélitos

Al Cristianismo se le han hecho todos los reproches que existen. Que es demasiado fácil (p. ej., va uno corriendo a confesarse, suelta rápidamente los pecados y sigue pecando alegremente) y demasiado difícil (¿cómo puede amarse a los enemigos?, ¿cómo puede uno permanecer «puro»?); es excesivamente blando (¡poner la otra mejilla!) y demasiado belicoso (véanse las Cruzadas). Es sólo para los reyes y quizá también para los nobles; es la religión de los esclavos. Es demasiado rico y ostentoso, y es demasiado pobretón y mezquino. Todo es rito y superficialidad, y todo es ascetismo y moralización. Es demasiado judío y es antisemita. Todo es sólo fe ciega, y es sofisticación peligrosa. Es demasiado corto y demasiado largo, demasiado elevado y demasiado profundo, demasiado estrecho y demasiado ancho... Resumiendo, cualquier palo está bien, si sirve para atacar al Cristianismo. Pero quizá el más estúpido de todos los reproches estúpidos sea que el Cristianismo intenta constantemente hacer prosélitos.

Un prosélito es un nuevo converso. Se pretende pues que el Cristianismo no «haga» nuevos conversos. Si se hubiese cumplido el deseo de esos débiles mentales, es evidente que no habría existido nunca el Cristianismo. ¿O es que lo que quieren decir es que a partir de ahora, a partir de una fecha determinada, de un año determinado, debemos dejar de convertir a los hombres a Cristo? Lo más incomprensible (y fundamentalmente repugnante) de esto es que esta exigencia demencial procede a veces de cristianos (bueno, por lo menos de personas que se llaman cristianas). Ellos mismos están ya «dentro» y ¿qué importan los que todavía no están?

Dejemos, pues, al señor M'boro de la tribu Wagunda que siga rezando a su fetiche, parece estar muy satisfecho con él y, si no lo está, no tiene más que echarlo al fuego y tallarse otro. Dejemos que el señor Haywaka continúe creyendo que su emperador desciende de la diosa del sol Amaterasu-O-Mi-Kamí, y al camarada comunista, que el Estado comunista o la clase obrera o (por mí también) Lenin son el buen Dios. Dejemos al señor García tan convencido de que lo único que importa es la cuenta bancaria (o a la señorita Martínez) ¿Acaso somos los guardianes de nuestros hermanos?

Eso es precisamente lo que somos. El que planteó esta pregunta por primera vez había asesinado a su hermano. Y nosotros asesinamos -espiritualmente- a nuestros hermanos, si les privamos del mensaje que nos ha sido encomendado en confianza. Cristo dijo expresamente: «Id y predicad a todos los pueblos». Y quien no está con Él, está contra Él.

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