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¡Mi querido tío ateo!
Eres tan inteligente y tranquilo, siempre con un poco de aire de superioridad y te gusta ser algo irónico. Con las personas creyentes tienes mucho tacto, no te gusta discutir con ellos; ¿para qué quitarles su chifladura?; la necesitan, en su debilidad necesitan algo en que poderse apoyar, o se trata de gentes sencillas, que no hacen más que repetir lo que les han enseñado el pastor o el párroco.
Tú en cambio eres fuerte, tú no necesitas eso, y tú has reflexionado mucho, y has leído muchos autores brillantes de segunda clase y ahora sabes a qué atenerte. Cuando te pregunto cómo puede existir el universo, si no existe Creador, entonces -si crees que vale la pena tu esfuerzo- nos das una maravillosa explicación científica: «En el principio estaba la niebla original. Esta se puso en movimiento. De este modo se produjo calor. Después...».
Un momento, tío, ¿de donde venía la niebla original? «Eso no lo sabe nadie. Según otra teoría, al principio hubo dos ondas, de las cuales una tenía carga eléctrica positiva y la otra carga negativa. Se cruzaron por casualidad y de este modo se produjo calor. Después...».
Un momento, tío, ¿de dónde venían las dos ondas y cómo es que estaban cargadas? «Eso no se sabe; todavía no».
Ahora empieza ya a ponerse un poco nervioso: «Lo mismo podría yo preguntarte a ti: ¿de dónde vino tu Dios?»
Naturalmente que puedes, pero no ahora. Ahora deseo conocer tu imagen del mundo.
«Como quieras, pero tenemos que admitir la preexistencia de determinadas tensiones en el universo».
¿Por qué? «¡No me interrumpas siempre! bueno...». Y aquí empieza su historia. Las tensiones conducen a explosiones de naturaleza atómica. La mezcla casual de los átomos es la base de la existencia de elementos químicos. La mezcla casual de estos elementos lleva -naturalmente después de billones de años- a la aparición de la vida vegetal en los planetas suficientemente enfriados. La atmósfera terrestre, la radiación cósmica, cruzamientos, transformaciones, los primeros animales, evolución, animales mamíferos, animales humanos.
Querido tío, no te enfades conmigo, pero no puedo creerlo. En primer lugar, empiezas ya en la mitad y no al principio. No tienes explicación para la existencia de la niebla original y la onda. Después, tu universo es puramente casual. No está basado en ninguna idea creadora. Todo es sólo causa y efecto, sin sentido ni objeto. Luego tampoco los efectos, o sea las consecuencias, tienen ningún sentido ni objeto. Es pura casualidad que exista la estatua de Atenea de Fidias, la Novena Sinfonía de Beethoven, las poesías de Goethe, la máquina de vapor y el teléfono. Si en el universo no existe ni sentido, ni objeto, entonces tampoco en una pequeña parte del universo, es decir en tu cabeza. Por tanto, todo lo que tú piensas y dices tampoco tiene sentido ni objeto. ¿Por qué pretendes entonces que lo acepte? De acuerdo con tu imagen del universo no puedo aceptarlo; pues para ello debería comprender su sentido. Sólo entonces podría creerlo. Pero para creerte a ti, para creer que toda la evolución que me has descrito ha sido puramente casual no soy lo bastante creyente. No hay ninguna religión que exija tanta credulidad.
Mi tío se enfadó mucho.
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