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Comprender todo significa perdonarlo todo

Esta es la frase favorita de la tía Adelaida y por eso es también una señora cariñosa y bondadosa. Se indignó mucho cuando le dije que yo no podía aceptaría.

—Es el refrán más cristiano que existe —protestó—. ¿Acaso el Señor no nos ha mandado que perdonemos a nuestro hermano no siete veces, sino setenta veces siete, es decir. constantemente? ¿Y no perdonó el Señor mismo a los que le clavaron en la cruz?

—Exacto. Pero del perdón a nuestro hermano dice expresamente, «si él se arrepiente». Y cuando le clavaron en la cruz, pidió perdón por sus torturadores, «porque no saben lo que hacen».

En el primer caso existe arrepentimiento, en el segundo ignorancia. Y estas son indudablemente circunstancias atenuantes Un hombre que cometió un crimen terrible. que sabía muy bien lo que hacía y sin embargo no se arrepiente, no puede encontrar perdón. De otro modo tendríamos desde un principio carta blanca para todos los crímenes. Dios perdona en cualquier caso.

Pero Dios no sólo es misericordioso, sino también justo. Precisamente porque lo comprende todo, no puede perdonarlo todo sin más. Y existen cosas imperdonables.

—El amor perdona siempre.

—No el verdadero amor, sino el amor ciego de algunos padres que jamás castigan a sus hijos, aunque hayan cometido la crueldad o la felonía más vil; la sensiblería de personas, que proyectan su propia naturaleza bondadosa en el mismo demonio con figura de hombre: once robos con homicidio ha cometido el hombre, pero si se habla bien a su conciencia, seguramente ya no atacará la vez número doce, sería poco caritativo hacer que el pobre hombre se pudra en la cárcel. Entreguemos nuestras armas, entonces el enemigo seguramente no nos atacará. No; el cristianismo no es una doctrina debilucha, sentimental, que todo lo dulcifica y minimiza. Es una religión de lucha. Hay que luchar contra todo el mal. Arrepentíos honradamente, entonces estaremos dispuestos a perdonar, pues quien se arrepiente deja de ser malo. Pero como regla general fija, no puedo aceptar tu refrán. Y Dios también lo hace.

La tía Adelaida no me lo ha perdonado jamás.