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La Epopeya Vendeana (y II)

3. MÁRTIRES DE LA FE

Señalaba S.S. Benedicto XIV, en el «Tratado de Canonización de los Santos»: "Hay martirio cuando el perseguidor, movido de hecho por su odio a la fe, inflige la muerte, aunque se vanaglorie de hacerlo por otra causa".

La llamada «Humanista, gloriosa y liberadora Revolución Francesa», costó a la Cristiandad más de tres mil sacerdotes asesinados, una multitud de religiosas profanadas, violadas y torturadas hasta la muerte, pueblos enteros destruidos y miles de mártires fusilados, guillotinados, descuartizados, ahogados, incendiados vivos, torturados, por oponerse a la Revolución Liberal y Masónica por fidelidad a la Religión Católica, Apostólica y Romana; entre los beatificados figuran:

  • Beatas Mártires de Compiègne. Dieciséis carmelitas son detenidas y encarceladas en junio de 1794; posteriormente guillotinadas el 17 de julio. En el trayecto cantaron el Miserere y luego el Salve, Regina. Al pie ya de la guillotina entonaron el Te Deum, canto de acción de gracias, y, terminado éste, el Veni Creator. Por último, hicieron renovación de sus promesas del bautismo y de sus votos de religión; subieron a su pequeño calvario cantando el Laudate con uncida compenetración, no sin antes perdonar con el corazón y la verdad a sus despiadados e inmisericordes asesinos. El 16 de diciembre de 1902 su S.S. León XIII declaraba venerables a las dieciséis carmelitas. Se sucedieron los milagros, como una garantía de su santidad, y el 13 de mayo de 1906 el Papa San Pío X declaraba beatas a aquellas "que, después de su expulsión, continuaron viviendo como religiosas y honrando devotamente al Sagrado Corazón".
  • Beatas Mártires de Valenciennes. Once hermanas ursulinas recluidas en arresto domiciliario el 3 de septiembre de 1794 y condenadas a muerte el 23 de octubre por "haber enseñado la Religión Católica Apostólica". Esa tarde en la plaza de la ciudad subieron a la guillotina cantando. Beatificadas por S.S. Benedicto XV, el 13 de junio de 1920.
  • Beatas Mártires de Cambrai. Cuatro Hijas de la Caridad, pertenecientes a la comunidad de Arrás, guillotinadas el 26 de junio de 1794, por negarse a jurar la Constitución Civil del Clero. Beatificadas por S.S. Benedicto XV, el 13 de junio de 1920.
  • Beatas Mártires de Orange. Ifigenia Gaillar, Teotisa Pélissier, Andrea Minutte, Mariana De Rocher, Mariana Béguine-Royal y 27 Religiosas más, guillotinadas entre el 6 y el 26 de julio de 1794; subieron al cadalso riendo, cantando, orando por sus verdugos. Beatificadas por S.S. Pío XI, el 10 de mayo de 1925.
  • Noel Pinot. Sacerdote diocesano. Detenido en la noche del 9 de febrero de 1794, cuando se preparaba para celebrar la Santa Misa. El 21 de febrero de 1794 se abrió en Angers el proceso contra él. Las acusaciones fueron: presunta colaboración con los insurrectos de La Vendée, negación de juramento a la constitución civil, presunta cooperación para la reposición de la monarquía y, sobre todo, el prohibido ejercicio de la profesión de sacerdote. Condenado a muerte, subió al patíbulo vestido con alba y casulla. Momentos antes de su decapitación tuvo que quitarse la casulla, pero los fieles le pusieron más tarde el ornamento después de la consumación del sacrificio. Beatificado por S.S. Pío XI, el 21 de octubre de 1926, quién expresó: "Noel Pinot atestiguó, llevando hasta el momento de su ejecución la casulla, que la tarea primordial, más importante y más sagrada del sacerdote es la celebración de la Santa Eucaristía según el encargo del Señor: «Haced esto en memoria mía»".
  • Luis José François y Juan Enrique Gruyer. Sacerdotes pertenecientes a la Congregación de la Misión. Por negarse ambos a jurar la Constitución Civil del Clero, fueron asesinados. El primero fue lanzado por la ventana y el segundo atravesado por una espada, el 3 de septiembre de 1792. Beatificados por S.S. Pío XI, el 17 de octubre de 1926.
  • Pedro Renato Rogue. Sacerdote de la Congregación de la Misión. Tras unos meses de cárcel y malos tratos, sobrellevados con paciencia y buen ánimo sirviendo de apoyo a otros fieles, murió decapitado el 3 de marzo de 1796. Beatificado el 10 de mayo de 1934.
  • Beatos Mártires de Angers. El Terror desatado por la Revolución Francesa ha producido miles de víctimas en Anjou; el Padre Gruget estima que 2000 vendeanos, fieles a la fe, fueron fusilados. La Causa de Beatificación, introducida en 1905, comprendía a 99 personas: 15 que fueron guillotinadas en Angers, y 84 que fueron fusiladas en Champ-des-Martyrs d'Avrillé, entre el 30 de octubre de 1793 y el 14 de octubre de 1794. "Nos, acogiendo el deseo de nuestros hermanos Jean Orchampt, obispo de Angers,(...), así como de otros muchos hermanos en el Episcopado y de numerosos fieles cristianos, después de haber escuchado el parecer de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, con nuestra Autoridad Apostólica establecemos que los venerables Siervos de Dios Guillermo Repin y compañeros (...), de ahora en adelante llamados Beatos y que su fiesta pueda celebrarse todos los años en los lugares y del modo establecido por el derecho, el día del tránsito para el cielo: el 1 de febrero para los Beatos Guillermo Repin y compañeros (...). En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo". Con esta fórmula S.S. Juan Pablo II declaró Beatos al R.P. Guillaume Repin y 98 mártires franceses (11 sacerdotes, 3 religiosas y 84 seglares -4 varones y 80 mujeres- que murieron por la Fe en Angers en 1793-94, durante la Revolución Francesa). La ceremonia tuvo lugar en la basílica de San Pedro, Roma, el domingo 19 de febrero de 1984. La homilía del Papa el día de su beatificación tiene puntos que esclarecen mucho este y otros martirios: "Son, en primer lugar, los numerosos mártires que, en la diócesis de Angers, en los tiempos de la Revolución Francesa, aceptaron la muerte, porque como dijo Guillaume Repin, quisieron «conservar su fe y su religión», con firme adhesión a la Iglesia católica y romana; sacerdotes que se negaron a prestar un juramento que consideraban cismático, y que no quisieron abandonar su cargo pastoral; laicos que permanecieron fieles a estos sacerdotes, a la Misa celebrada por ellos y a las manifestaciones de culto a María y a los santos. Sin duda, en un contexto de fuertes tensiones ideológicas, políticas y militares, se pudo hacer pesar sobre ellos sospechas de infidelidad a la patria; se les acusó, en las actas de las sentencias, de compromiso con las «fuerzas antirrevolucionarias». Así sucede en casi todas las persecuciones, de ayer y de hoy. (...) "Nos admiran sus respuestas decididas, tranquilas, breves, francas, humildes, que no tienen nada de provocación; y que son tajantes y firmes en lo esencial: la fidelidad a la Iglesia. Así hablan los sacerdotes, todos guillotinados como su venerable decano Guillaume Repin, las religiosas que se negaban incluso a dejar creer que habían prestado juramento, los cuatro hombres laicos". ( L'Osservatore Romano, pág.2 (118) - 16 de febrero de 1984 ).

4. GENOCIDIO

La Revolución Francesa y sus armas republicanas no se pueden librar de todos los excesos cometidos en nombre de la fraternidad, de la libertad, de la patria, por la aplicación de ese famoso adagio: "Pas de liberté pour les ennemis de la liberté".

Aquella bestial represión de los católicos de La Vendée fue, como ha dicho Pierre Chaunu, "la más cruel entre todas las hasta entonces conocidas, y el primer gran genocidio sistemático por motivo religioso". Y quizá lo más lamentable fuera que -también por primera vez en la historia- esta masacre se llevó a cabo bajo la bandera de la tolerancia.

Según la definición de politicólogos reconocidos, la esencia del "genocidio" no reside en un método particular de exterminio -siempre relativo al nivel de desarrollo técnico- ni a los resultados efectivos, igualmente contingentes, sino más bien sobre "la intención de los responsables". La voluntad de exterminar totalmente una comunidad humana suficientemente grande a identificar, si está acompañada de una racionalización de los medios disponibles.

Como señala Hans Graf Huyn: "fueron violadas las monjas; cuerpos vivos de muchachas soportaron el descuartizamiento; se formaron hileras con los niños para ahogarlos en estanques y pantanos; mujeres embarazadas se vieron pisoteadas en lagares hasta morir, y en aldeas enteras los vecinos perecieron por beber agua que había sido envenenada. Casi ciento veinte mil habitantes de La Vendée fueron asesinados, y arrasadas decenas de miles de viviendas".

En tal sentido, Jean Meyer observa: "La cuestión de fondo de aquel enfrentamiento no estuvo en la disyuntiva entre monarquía o república, ni fue un conflicto entre estamentos, sino que consistió más bien en la decidida intención de extirpar esas creencias sin reparar en medios".

Seguramente sería una equivocación argüir solo de los excesos del Terror para condenar toda la obra de la Revolución; como asimismo sería injusto querer limpiar a los criminales y los asesinos no considerando más que el momento erigido por la Convención, ya que en ella se habla expresamente, refiriéndose al catolicismo, de "fanatisme outre", de "fanatisme invincible", y de "crimen de fanatismo" al hecho de profesar la fe católica. La Revolución Francesa no es sino una versión histórica más de la "Revolución", que es sola y única -en verdad su causa verdadera y profunda la comprobamos en el espíritu de rebelión y soberbia que caracterizó el pecado de Lucifer y de sus ángeles, en primer lugar, y en el de nuestros primeros padres en el paraíso terrenal, en segundo lugar- . Por ello, la Revolución Francesa no puede juzgarse como un proceso situado en el plano de abstractos ideales sin relación a sus supuestos ideológicos o a los hechos nefastos por ellos desencadenados; un juez revolucionario sentenció a un sacerdote refractario, que se negó a suscribir el juramento constitucional por deber de conciencia, diciendo: "Cuando la ley habla, la conciencia debe callar".

Sin embargo, a través de la "historia oficial francesa", el estado francés sigue reivindicando públicamente las "obras de la Revolución" como ápice de humanidad y, paralelamente, continúa silenciando el "Genocidio de La Vendée", como crimen de lesa humanidad.

¡Qué importante sería que algún día no muy lejano, el Estado Francés reconozca y asuma públicamente ante el mundo los excesos cometidos en su nombre por la Revolución Francesa bajo el lema "Libertad, Igualdad, Fraternidad o la muerte" y pida perdón por el "Primer Genocidio de la Modernidad", en La Vendée!

Un forcejeo incesante entre la Iglesia de Cristo y el mundo liberal moderno, que quiere construirse sin Dios, al margen de Dios y, a veces, contra Dios. Por ello, mientras los cristianos católicos afirmamos que "es preciso que reine Cristo" sobre nuestros pueblos (1Cor. XV, 25), los modernos, liberales y derivados, siguen queriendo lo contrario: "no queremos que éste reine sobre nosotros" (Lc. XIX, 14).

Nos corresponde, pues, a los católicos, a la Iglesia, todo el peso histórico en esta durísima lucha para mantener a Dios como fundamento de las leyes y del orden cultural y social, y para afirmar que no hay salvación para los hombres y para los pueblos y sociedades sino en la medida en que se acepta a Cristo como Rey (Hch. IV,12), a quien, después de su victoria en la cruz, ha sido dado «todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt. XXVIII, 18).

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