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Beatificación y canonización de mártires de la «Epopeya Cristera»

a. Introducción

Señala el Catecismo de la Iglesia Católica que:" El martirio es el supremo testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está unido por la caridad".

Una vez suspendido el culto en México el 31 de julio de 1926, la inmensa mayoría del clero, unos 3.500 sacerdotes, obedeciendo a sus Obispos, se fue recogiendo en las grandes ciudades, controladas por el gobierno, con lo que los civiles y combatientes del campo quedaban sin pastores. Estos sacerdotes, aunque sujetos a estricta vigilancia y en ocasiones a vejaciones, no corrieron normalmente peligro de muerte. Por el contrario, los sacerdotes que permanecieron en el campo, lo hicieron con gravísimo riesgo, conscientes de que si eran apresados, serían ejecutados, muchas veces con sadismo, ya que el gobierno pensaba que fusilando sin compasión a todo sacerdote cogido en el campo, obligaba a los demás, aterrorizados, a refugiarse en la ciudad, y esperaba así que dejando a los campesinos sin sacerdotes, sofocaría rápidamente la rebelión. Se calcula que cien o doscientos permanecieron en el campo, escondidos con la protección de los fieles, que en muchos casos fueron también ejecutados por darles cobijo.

En relación a los sacerdotes diocesanos mártires, SS Juan Pablo II señaló el 22 de noviembre de 1992: (...) "su entrega al Señor y a la Iglesia era tan firme que, aun teniendo la posibilidad de ausentarse de sus comunidades durante el conflicto armado, decidieron, a ejemplo del Buen Pastor, permanecer entre los suyos para no privarlos de la Eucaristía, de la palabra de Dios y del cuidado pastoral. Lejos de todos ellos encender o avivar sentimientos que enfrentaran a hermanos contra hermanos. Al contrario, en la medida de sus posibilidades procuraron ser agentes de perdón y reconciliación".

b. Padre Miguel Agustín Pro

El padre jesuita Miguel Agustín Pro Juárez, fue beatificado por el SS Juan Pablo II, el 25 de septiembre de 1988. Él estaba en la ciudad de México, por orden de sus superiores, dedicándose ocultamente al apostolado. Con ocasión de un atentado contra el presidente Obregón, sucedido el 13 de noviembre de 1927, fueron apresados y ejecutados los autores del golpe, y con ellos fueron también fusilados el Padre Pro y su hermano Humberto, que eran inocentes, el 23 de noviembre de 1927. Camino al lugar de fusilamiento uno de los agentes le preguntó si le perdonaba. El Padre le respondió: "No solo te perdono, sino que te estoy sumamente agradecido". Le dijeron que expusiera su último deseo. El Padre Pro dijo: "Yo soy absolutamente ajeno a este asunto... Niego terminantemente haber tenido alguna participación en el complot". "Quiero que me dejen unos momentos para rezar y encomendarme al Señor". Se arrodilló y dijo, entre otras cosas: "Señor, Tú sabes que soy inocente. Perdono de corazón a mis enemigos". Antes de recibir la descarga, el P. Pro oró por sus verdugos: "Dios tenga compasión de ustedes"; y, también los bendijo: "Que Dios los bendiga". Extendió los brazos en cruz. Tenía el Rosario en una mano y el Crucifijo en la otra. Exclamó: "¡Viva Cristo Rey!". Esas fueron sus últimas palabras, mientras una descarga ensordecedora ahoga su voz Enseguida, un oficial con un máuser, le dio el tiro de gracia. Años después los restos del Beato Miguel Pro fueron trasladados a la parroquia de la Sagrada Familia de la Colonia Roma. Todavía en el cráneo podían verse los orificios de los tiros de gracia dados en su ejecución. Y una parte pequeña de sus huesos se depositó debajo del altar mayor de la Basílica de Guadalupe.

El Padre Pro rezando antes de ser fusilado.

Oración

Venerable Padre Pro, que supiste vivir tu vocación en las mas difíciles circunstancias, ayúdanos con tu intercesión a ser católicos valientes y no ceder ante la tentaciones de este mundo. Que nuestra vida, como la tuya, de mucho fruto para gloria de Dios y el bien de las almas. Amén.

c. Padre Cristóbal Magallanes y compañeros mártires

"La solemnidad de hoy [Cristo Rey], destacaba SS Juan Pablo II en la ceremonia de beatificación de veintidós sacerdotes diocesanos y laicos, el 22 de noviembre de 1992, instituida por el Papa Pío XI precisamente cuando más arreciaba la persecución religiosa de México, penetró muy hondo en aquellas comunidades eclesiales y dio una fuerza particular a estos mártires, de manera que al morir muchos gritaban: ¡Viva Cristo Rey!" (...) "Mediante la sangre de su cruz", también ellos dieron testimonio de que Cristo es rey y proclamaron su reino en toda su patria, que en ese tiempo se hallaba sometida a prueba por una persecución sangrienta. Durante las duras pruebas que Dios permitió que experimentara su Iglesia en México, hace ya algunas décadas, éstos mártires supieron permanecer fieles al Señor, a sus comunidades eclesiales y a la larga tradición católica del pueblo mexicano. Con fe inquebrantable reconocieron como único soberano a Jesucristo, porque con viva esperanza aguardaban un tiempo en el que volviera a la nación mexicana la unidad de sus hijos y de sus familias. Características de los beatificados: Antes de la persecución una expresión de ejemplar vida sacerdotal y eclesial; amor a la Eucaristía; y devoción a la Virgen de Guadalupe". El pasado 21 de Mayo de 2000, fueron canonizados estos mártires. Escenas de gran caridad, paciencia y hasta humor marcaron el heroísmo sencillo y generoso con el que los mártires mexicanos canonizados por SS Juan Pablo II entregaron su vida durante la brutal "persecución religiosa". El recuento de los hechos deja aún hoy una poderosa lección de fe, sencillez y valentía cristiana: en 1915: P. David Galván Bermúdez, en la persecución de Carranza (30-1); en 1926: P. Luis Batis Sainz, y con él tres feligreses de la Acción Católica, Manuel Morales, casado, Salvador Lara Puente, y su primo David Roldán Lara (15-8), también beatificados; en 1927: P. Mateo Correa Magallanes (6-2); P. Jenaro Sánchez (18-2); P. Julio Alvarez Mendoza (30-3); P. David Uribe Velasco (12-4); P. Sabas Reyes Salazar (13-4); P. Cristóbal Magallanes, con su coadjutor el P. Agustín Sánchez Caloca (25-5); P. José Isabel Flores (21-6); P. José María Robles (26-6); P. Miguel de la Mora (7-8); P. Margarito Flores García (12-11); P. Pedro Esqueda Ramírez (22-11); en 1928: P. Jesús Méndez Montoya (5-2); P. Toribio Romo González (25-2); P. Justino Orona Madrigal (1-7); P. Atilano Cruz Alvarado (1-7); P. Tranquilino Ubiarco (5-10); en 1937: P. Pedro de Jesús Maldonado (11-2), en una persecución desatada en Chihuahua, en tiempo del presidente Lázaro Cárdenas, otro general (1934-40).

Oración

Dios nuestro, que has querido que los Beatos Cristóbal Magallanes y compañeros mártires derramaran su sangre en México, para dar un testimonio valiente de su fe en la realeza de tu Hijo y de su amor a Santa María de Guadalupe; concédenos, por su intercesión, ser siempre fieles al Evangelio para que demos testimonio con nuestra vida de la fe por la que murieron. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

d. Lic. Anacleto González Flores

Organizó la Unión Popular en Jalisco, impulsó la Asociación Católica de la Juventud Mexicana, y se distinguió como profesor, orador y escritor católico. El Maestro Cleto, como solían decirle con respeto y afecto, era un católico muy piadoso; al final del Santo Rosario, los cristeros de Jalisco añadían esta oración compuesta por él: "¡Jesús misericordioso! Mis pecados son más que las gotas de sangre que derramaste por mí. No merezco pertenecer al ejército que defiende los derechos de tu Iglesia y que lucha por ti. Quisiera nunca haber pecado para que mi vida fuera una ofrenda agradable a tus ojos. Lávame de mis iniquidades y límpiame de mis pecados. Por tu santa Cruz, por mi Madre Santísima de Guadalupe, perdóname, no he sabido hacer penitencia de mis pecados; por eso quiero recibir la muerte como un castigo merecido por ellos. No quiero pelear, ni vivir ni morir, sino por ti y por tu Iglesia. ¡Madre Santa de Guadalupe!, acompaña en su agonía a este pobre pecador. Concédeme que mi último grito en la tierra y mi primer cántico en el cielo sea ¡Viva Cristo Rey!". El 1 de abril de 1927 fue apresado con tres muchachos colaboradores suyos, los hermanos Vargas, Ramón, Jorge y Florentino. "Si me buscan, dijo, aquí estoy; pero dejen en paz a los demás". Fue inútil su petición, y los cuatro, con Luis Padilla Gómez, presidente local de la A.C.J.M., fueron internados en un cuartel de Guadalajara. Fue interrogado, pidiéndole nombres y datos de la Liga y de los cristeros, así como el lugar donde se escondía el valiente arzobispo de Guadalajara, Mons. Francisco Orozco y Jiménez. Como nada obtenían de él, lo desnudaron, lo suspendieron de los dedos pulgares, lo flagelaron y le sangraron los pies y el cuerpo con hojas de afeitar. Él les dijo: "Una sola cosa diré y es que he trabajado con todo desinterés por defender la causa de Jesucristo y de su Iglesia. Ustedes me matarán, pero sepan que conmigo no morirá la causa. Muchos están detrás de mí dispuestos a defenderla hasta el martirio. Me voy, pero con la seguridad de que veré pronto, desde el Cielo, el triunfo de la Religión y de mi Patria". Atormentaron entonces frente a él a los hermanos Vargas, y él protestó: "¡No se ensañen con niños; si quieren sangre de hombre aquí estoy yo!". Y a Luis Padilla, que pedía confesión: "No, hermano, ya no es tiempo de confesarse, sino de pedir perdón y perdonar. Es un Padre, no un Juez, el que nos espera. Tu misma sangre te purificará". Le atravesaron entonces el costado de un bayonetazo, y como sangraba mucho, el general que mandaba dispuso la ejecución, pero los soldados elegidos se negaban a disparar, y hubo que formar otro pelotón. Antes de recibir catorce balas, aún alcanzó Anacleto a decir: "¡Yo muero, pero Dios no muere! ¡Viva Cristo Rey!". Y en seguida fusilaron a Padilla y los hermanos Vargas. "Gladium", hojita que servía de órgano oficial de la Unión Popular en la región de los Altos, decía en su número del 16 de abril de 1927: "La Unión Popular" ofrece al Todopoderoso la bendita sangre de su Presidente, Secretario y demás compañeros mártires, ofreciéndola como sacrificio para la santa libertad de la Iglesia". El 19 de septiembre de 1997, el Cardenal Juan Sandoval Iñiguez, Arzobispo de Guadalajara, dio por concluido el proceso diocesano que permitirá la beatificación de ocho jalicienses (naturales de Jalisco) mártires de la guerra cristera. Durante la breve ceremonia realizada en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, que puso fin a 150 sesiones de trabajo efectuadas en los últimos tres años, el Cardenal Sandoval explicó que las ocho causas pasarán a la Congregación para la Causa de los Santos en el Vaticano, donde continuará la última etapa antes de ser elevados a los altares. La causa de los ocho mártires fue introducida por Mons. Adolfo Hernández Hurtado, encargado de beatificaciones de la Conferencia Episcopal Mexicana. La lista de los futuros beatos está liderada por Anacleto González Flores, quien al momento de ser aprehendido y fusilado, el 1 de abril de 1927, era presidente de la ACJM (Asociación Católica de la Juventud Mexicana); y sus compañeros Jorge y Ramón Vargas González, Luis Padilla Gómez; Ezequiel y Salvador Huerta Gutiérrez, Luis Magaña Servín y Miguel Gómez.

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