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Búfalos de agua en el campus

En Nueva York encuentro a gente que está muy enfadada con la presidencia de Clinton: "Aún peor de lo que imaginábamos". Una decisión de Bill Clinton que ha provocado gran escozor es la designación de Sheldon Hackney para el Fondo Nacional de las Humanidades, un puesto clave en la formación cultural del país. Hackney es el ejemplo cabal del conciliador liberal oportunista que está permitiendo que la corrección política haga trizas el sistema educativo de Estados Unidos. Es presidente de la Universidad de Pensilvania, esa gran institución fundada por Benjamín Franklin, hoy un centro de "corrección política" y odio racial.

Las cosas que suceden allí son increíbles. Hackney citó los privilegios de la libertad de expresión para justificar la aparición en el campus del violento racista negro y antisemita Louis Farrakhan y del pornógrafo homosexual Robert Mapplethorpe pero, a su entender cualquiera que no figure en la lista cultural de personas aprobadas por la izquierda no tiene el menor derecho. Recientemente, los negros de su universidad destruyeron una tirada de un periódico estudiantil porque cuestionaban un artículo que criticaba la discriminación positiva a favor de ellos en el campus. Hackney se negó a condenar este acto, alegando que "no podemos ignorar el dolor que puede causar la expresión" de ciertas opiniones.

Como las autoridades renuncian a sus responsabilidades, los militantes se pavonean por el lugar como estudiantes nazis en las universidades alemanas de preguerra. En enero pasado, un estudiante israelí de dieciocho años, Edén Jacobovitz, estaba trabajando en una monografía a medianoche cuando un grupo de estudiantes negras se puso a gritar, cantar y aullar bajo la ventana de su habitación. Estaban "buscando una fiesta". Después de soportar el alboroto veinte minutos, Jacobovitz les gritó que se largaran y recibió una andanada de habituales obscenidades. Otros estudiantes molestos también gritaron, pero sólo se registraron las palabras de Jacobovitz. Según las mujeres, que inmediatamente denunciaron el asunto a la policía del campas, las llamó "búfalos de aguas". Esta es la traducción de la palabra hebrea Behayma, que se define como "un epíteto moderado para reprender a una persona grosera". La policía del campus, en vez de tomar medidas contra las ruidosas mujeres que habían provocado el incidente, inició una compleja campaña contra el estudiante israelí, alegando que había infringido una ley universitaria que prohibe los "epítetos raciales" que "agravian" a los miembros de minorías.

El objetivo de la Universidad de Pensilvania parece consistir en crear una atmósfera de terror donde los blancos actuarán con discreción y timidez mientras los militantes negros llevan la voz cantante. Si es así, creo que los estudiantes blancos que sólo deseen obtener su diploma deberían boicotear el lugar y dejar que los negros sigan arruinando las cosas. Hay muchas otras universidades buenas en Pensilvania. Una de las riquezas de Estados Unidos, y un motivo por el cual no desespero ante esta situación, a pesar de los estragos de la corrección política, es la cantidad y variedad de instituciones de educación superior. Hay tres mil quinientos establecimientos, la mayoría muy competitivos y capaces de rápido cambio y mejora bajo un presidente dinámico y un consejo de administración ambicioso. La corrección política y el liderazgo débil han zamarreado algunos sitios célebres como Princeton, Yale y Harvard, pero ninguno de ellos es indispensable, y muchos otros ansian adueñarse de sus reputaciones, ofreciendo educación objetiva de primera, tolerancia y libertad de pensamiento.

Estuve en Estados Unidos para pasar un fin de semana en la universidad Adelphi de Long Island, asistir a su inauguración anual y recibir un doctorado honoris causa. Estas ceremonias son mucho más divertidas que en Inglaterra. Se celebran al aire libre bajo un sol deslumbrante, frente a decenas de miles de personas ante quienes hablan toda clase de celebridades. El mismo día que nos reuníamos en Adelphi, William y Mary celebraron su tercer centenario con un discurso del comediante Bill Cosby; la locutora Oprah Winfrey habló ante el Spelman College; la universidad de Hofstra tuvo a la famosa titiritera y ventrílocua Cinthia Gregory; Penn State tuvo a Merrill Lynch; Smith College a la columnista Ellen Goodman; ganadora del Pulitzer; y la Universidad de Carolina del Norte presentó a Ted Turner, jefe de la red mundial de noticias televisivas CNN. Hay muchas ovaciones e irreverencias. Muchos de los miles de graduados demuestran su agradecimiento por el esfuerzo que hacen sus padres para mantenerlos en la universidad adornando sus gorras con la leyenda Gracias, mamá y papá.

Adelphi pronto celebrará su centenario, pero en esta década ha sido totalmente transformada y rejuvenecida por un notable filósofo clásico, Peter Diamandopoulos. Viene de Creta donde, siendo un niño de trece años en 1941, defendió su país con una ametralladora contra paracaidistas invasores nazis. A diferencia de muchos presidentes universitarios de hoy, es un erudito además de un administrador, y por ello ha podido reunir un notable cuerpo docente. También tiene madera de empresario, y tuvo gran éxito con su provocativo eslogan publicitario, Harvard, la Adelphi de Massachusetts.

Es indudable que los años de Clinton serán duros para la cultura americana, y desastrosos para la moral del país -Washington se transforma rápidamente en la Sodoma del Potomac-, pero también brindarán paradójicas oportunidades para que las universidades en ascenso, como Adelphi, se lancen a la primera línea defendiendo valores académicos tradicionales y elevados. Saben que una universidad que sucumbe a la corrección política con el tiempo destruye el valor de sus diplomas en el mercado. Y son muy capaces de buscar instituciones de educación superior que se atengan a sus principios y mantengan a los bárbaros fuera del campus. Así, mientras las Hillary Clinton y los Sheldon Hackney ejecutan sus ruines cabriolas ideológicas, las universidades que conservan la fe consolidan serenamente sus posiciones en el corazón de los jóvenes.