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Cómo comer noblemente y, aun así, disfrutar la Navidad
La Navidad debe centrarse en Dios y en nuestra salvación, y ha terminado por centrarse en la comida. He estado pensando en la comida esta semana. Esto es raro en mí. Me educaron para considerar los comentarios sobre la comida, sobre todo a la mesa, como vulgares. En ese sentido, mi infancia se pareció a la de Benjamín Franklin. Él cuenta que durante las comidas su padre siempre se encargaba de "proponer un tópico ingenioso o útil para el discurso, el cual sirviera para mejorar la mente de sus hijos". Añade:
Por este medio volvía nuestra atención hacia lo que era bueno, prudente en la orientación de la vida; y escasa o ninguna atención se prestaba a lo que se relacionaba con las vituallas que había en la mesa... así que fui educado para ser desatento en esos asuntos, al extremo de ser indiferente a la clase de comida que se servía y poco observador de ella, al extremo de que hoy, si me preguntan, apenas sé decir, a las pocas horas, qué he cenado.
No llegaría al extremo de decir eso. Debemos prestar cierta atención a lo que consumimos. Coincido con el doctor Johnson, quien insistía: «Cuido estudiosamente mi estómago, pues entiendo que quien no cuida su estómago no se interesa en ninguna otra cosa». Me gústala palabra "estudiosamente". Johnson, desde luego estudiaba su comida, además de comerla; y parece haberle dedicado su intelecto además de su estómago.
Cuando estaba a la mesa, se enfrascaba totalmente en la actividad del momento; sus ojos parecían clavados en el plato; no pronunciaba una palabra, a menos que estuviera en elevada compañía, ni prestaba la menor atención a lo que decían los demás hasta no haber satisfecho su apetito, que era tan intenso y era complacido con tanta intensidad, que mientras comía se le hinchaban las venas de la frente, y en general era visible una fuerte transpiración.
Es una pena que Johnson no escribiera, como amenazó tantas veces, un libro de cocina basado en principios filosóficos. Hoy más gente que nunca escribe sobre comida. Nos aconsejan a dónde ir, qué comeré cuánto costará. Nos repiten hasta el hartazgo cómo comer bien y permanecer delgados y cómo escoger nuestra alimentación para prolongar li vida. Pero no proponen una filosofía de la comida.
Sin embargo, he leído un libro que hace exactamente eso: The Hungry Soul: Eating and the Perfecting of Our Nature, de León Kass (The Free Press, Nueva York). El autor es médico, estudioso de Aristótels y del gran Emmanuel Kant. Ha reflexionado profundamente no sólo sobre el acto físico de comer sino sobre su metafísica y su ética. Considera que el comer civilizadamente es uno de los modos en que nos distinguimos de la creación en bruto y subraya que somos animales que "camina de forma erecta".
Considerando que pasamos gran parte de nuestra vida comiendo, y cuan vital es para nuestra existencia, dedicamos poco tiempo i pensar seria y sistemáticamente en ello. Los judíos, como sucede coi frecuencia, son excepciones. Son diferentes de los cristianos, que suelen despreciar el comer y lo contrastan con la espiritualidad, y cuyo sacramento esencial, la Eucaristía, establece que el pan, la comidi arquetípica, se debe transformar por medios milagrosos para brinda sustento duradero. Los judíos han pasado cuatro mil años elaborando una teología moral de la comida: qué comer, cómo cocinarlo, cuándi y de qué manera consumirlo. Para ellos, el comer y la palabra de Dios están estrechamente relacionados. Como dice Pirke Aboth, "Si no haj comida no hay Torah, si no hay Torah no hay comida". Las horas dt comer son casi sagradas. Por ende los judíos siempre han condenado, con justicia, la repulsiva práctica, hoy más común que nunca, de masticar en la calle. El Talmud dice: "Quien come en la calle o en un lugar público actúa como un perro".
Kass tiene un capítulo magistral dedicado al "comer santificado", acerca de la espiritualidad de las comidas, que incluye un agudo y original análisis de las leyes dietéticas de los antiguos hebreos. Veo que está de moda mofarse del Levítico, y actores sin mucho seso se han habituado recientemente a arrancarlo de las Biblias de los hoteles porque condena sus proclividades sexuales. Pero, como la mayoría de las secciones de la Biblia, cuanto más se estudia, más racional se vuelve y más conocimientos brinda, Kass acepta el principio, elaborado por Kant en su esclarecedor ensayo Los comienzos conjeturales de la historia humana, de que el objeto de las enseñanzas morales humanas era mostrar a hombres y mujeres a alejarse de la conducta instintiva y bestial del reino animal, al tiempo que preservábamos y refinábamos los apetitos naturales que nos mantienen con vida y nos hacen creativos. Este enfoque se aplica al sexo, la comida y todas las demás actividades que realizamos en estado de naturaleza pero que se deben civilizar.
Kass usa brillantemente el concepto de "nobleza", la práctica, que una vez adquirida se convierte en hábito, de elevarse por encima de nuestra animalidad para trascenderla. No sólo podemos y debemos comer bien, sino noblemente: y en Navidad, sobre todo, la nobleza en el comer debería ser nuestro objetivo. Una comida noble es una elaboración de las nociones de moderación, contención, decoro y conducta cabal. Todo esto fue establecido inicialmente en la Ética nicomaquea de Aristóteles, que muestra cómo todos nuestros quehaceres, aun el comer, pueden promover la armonía y la gracia. Comer razonablemente y de acuerdo con el logos es noble. Y como dice Kass, la nobleza, como la santidad, no requiere un contemplador (excepto Dios, por supuesto). Una dama o un caballero, insiste Kass, "que es plenamente consciente de sí, siente un placer estético al representar o valorar su nobleza". Y continúa:
Aun cuando cenara a solas y -permítaseme enfatizar esto- aun cuando fuera el último ser humano de la Tierra comiendo la última comida, el ser humano virtuoso cubriría y pondría la mesa, usaría los cubiertos apropiadamente y masticaría sin ruido y con la boca cerrada.
Esa persona demuestra que la nobleza, aunque se deba adquirir por instrucción y formación, es no obstante el modo natural del "animal realmente erguido". Me tomo muy en serio la admonición de Kass y esta Navidad me propongo no sólo comer noblemente sino asegurarme de que los miembros de mi familia, incluidos mis nietos, también lo hagan. ¿Un proyecto utópico? Veremos.
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