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Colapso en Luxemburgo

París

Todos aquellos a quienes se les revuelve el estómago ante lo que el Ministerio de Cultura francés ha hecho con el Louvre, hoy transformado en Grand Central Station del turismo artístico, debería dar un paseo reparador por Luxemburgo. Está tal como lo recuerdo hace casi medio siglo. Incluso conserva su anticuadopissoir, higiénicamente desterrado de otras partes. Una inteligente narradora de anécdotas de la televisión como Lucy Lambton podría exponer toda la historia de Francia con sólo vagabundear entre sus esculturales chucherías. Yo lo asocio con mujeres aguerridas, desde que en 1953 tuve una ruptura final con una deliciosa pero combativa azafata de Air France, yendo y viniendo por sus allées.

Y aquí abundan las mujeres aguerridas, especialmente en el gran anillo de estatuas de las reinas francesas: Luisa de Saboya, por ejemplo, regente de Francia y una temible y cruel contemporánea de Enrique VIII; Margarita de Anjou, esposa de nuestro pobre Enrique VI, e inmortalizada por Shakespeare como "la loba de Francia". Supongo que María de Médicis, esposa de Enrique IV, también era bastante agresiva. Ella construyó el palacio, al estilo del Pitti de su Florencia natal, diseñó los jardines, con su gran fuente Médicis, y encargó a Rubens que pintara veinticuatro enormes cuadros que registran alegóricamente su vida. Él debió de desternillarse de risa mientras creaba estas obras brillantes pero ridiculas, ahora restauradas y exhibidas en el Louvre. Todavía arrancan alguna carcajada, pues lo que no registran es que María tuvo las agallas de enfrentarse a Richelieu, fue desterrada y terminó sus días sin un céntimo en Colonia; y los franceses, siempre felices de mofarse de una italiana, han colgado la historia de su vida en el Pabellón Richelieu.

Luego, el palacio se usó para toda clase de acontecimientos, incluido el juicio del mariscal Ney que, como su cercana estatua nos recuerda, participó en treinta y nueve grandes batallas y fue herido una docena de veces, "el más valiente de los valientes", como dijo Bonaparte. Ahora son los senadores, encarnación del establishment político francés, "vientre bien redondo con buen dinero forrado", quienes se pasean ocasionalmente en torno del grand bassin, entrenándose para nuevas batallas en Vefour y Laperouse.

En esta última visita tuve el deleite de encontrar una nueva adición a la estatuaria política. Mi primer mentor, Pierre Mendés Francés, ahora está inmortalizado en bronce; no es una gran obra de arte pero la cabeza transmite inconfundiblemente su carismática obstinación. Mendés había sido introducido en la política por el chef du cabinet de Clemenceau, representante de una noble tradición radical que se remontaba a Danton. No le habría sorprendido el derrumbamiento del prolongado régimen de Mitterrand en un marasmo de corrupción sin precedentes, aun en la historia francesa. Le pauvre Frangois, decía cuando Mitterrand era su ministro del Interior, "él siempre está en problemas, il a le goüt de policier". Como para recordarnos esto, más allá de los Jardines de Luxemburgo, en la Avenue de l'Observateur, está el seto donde Mitterrand se agazapó durante su falso intento de asesinato.

Hay un centenar de estatuas en Luxemburgo, y aunque muchas son bazofia artística ninguna carece de interés. Hay un gran león de bronce matando un avestruz, y una criatura apetecible, desnuda excepto por sus largas trenzas, apoyando la mano en la boca de un monstruo; y un efebo que sostiene una máscara, rodeado por la cabeza de ocho actores famosos (los gays pueden adivinar ese acertijo). Aquí está Le Play, quien según los franceses inventó la economía, y Branly, a quien atribuyen el descubrimiento de la radio inalámbrica (nunca han oído hablar de Marconi). La intemperie ha borrado algunas inscripciones. ¿Este es Watteau, a quien una joven lánguida entrega rosas? ¿Y quién es el notable de mostachos que tiene aspecto de ofrecer aceite para el cabello? Pero George Sand está claramente etiquetada e impecablemente vestida como matrona victoriana, con encaje y cuello alechugado, y con aire de que la mantequilla -por no mencionar cosas más fuertes- no se derretiría en su delicada boca.

A poca distancia está Charles Baudelaire, también respetable, y hasta han acicalado a Paul Verlaine, el más desaliñado de los poetas sifilíticos. En cambio, el pobre Paul Éluard, hecho por Ossip Zadkine, ha perdido el vientre y es presentado como una máquina. Stendhal tiene un aspecto tan aburrido como yo ahora encuentro sus novelas. Delacroix es, como cabe esperar de un hijo ilegítimo de Talleyrand, una mezcla de lo histriónico y lo siniestro.

Estos jardines están casi siempre desiertos. No hay japoneses que cuchicheen y tomen fotografías, no hay un turista a la vista. No figura en la lista de prioridades de nadie. Sólo algún gimnasta galo y rechonchas damas parisinas haciendo lentos ejercicios chinos. A la hora de almorzar, sin embargo, se llena. Hay muchas escuelas famosas en el barrio: el Lycée Montaigne está al otro lado de la rué Auguste Comte, y el Henri Quatre a poca distancia del cercano Panteón. Los adolescentes traen sus emparedados para comer cerca del bassin. Noto que cada círculo de muchachas tiene su varón reglamentario, y las pandillas de muchachos presentan una virago, una amazone en titre. En cambio, los cantores de la Schola Cantorum, también cercana, se mezclan decorosamente, y también los prepotentes profesores izquierdistas de la École Nórmale Supérieur.

Mientras hago un cuidadoso dibujo del palacio, escucho el parloteo de estos jóvenes y comprendo que el francés académico es una causa perdida. No dicen quoi, sino what. Nada es nouveau o nouvelle, sino new. Dicen Tes complétement out, queriendo decir "no entiendes nada". La gente in no es le gratín sino les tops. No dicen vraiment sino honestiy. Es difícil seguirlos porque, perversamente, a veces eluden con deliberación el frangíais. Pero no protestan en demos, como cabría esperar, sino en manís, forma breve de manifestations.

Me desconcierta esta jerga y el nuevo vocabulario. ¿Qué es un meuk, un novio? ¿Y una muchacha transmite aprobación duando dice que su meuk es flashl ¿Qué será jalmince comme un cul vertí Por otra parte, cuando una joven dice J'ai totalement collapse, uno sabe bien a qué se refiere: colapso provocado por la cerveza durante una fiesta. Eso sí, los franceses ya no son gordos. Tanta cuisine minceur.

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