» Historia de la Iglesia » Papas y Antipapas » Benedicto XVI » Documentos de Benedicto XVI » Deus caritas est » Comentarios a Deus caritas est

La precisión de Benedicto XVI

Es de justicia reconocer la enorme precisión que el actual Papa ha tenido al escoger el título y la materia de su primera Encíclica. En tan sólo tres palabras Deus caritas est (Dios es amor) ha compendiado las auténticas necesidades de nuestro desorientado siglo. Sin ambages ni circunloquios, se dirige, como buen intelectual, a la raíz de nuestros problemas.

De siempre el gran drama de la humanidad ha sido, básicamente, el egoísmo, en sus diferentes facetas y concreciones (vanidad, acumulación, soberbia, nacionalismo, individualismo, materialismo, etc.). Consustancial a nuestra naturaleza, el egoísmo humano a lo largo de la historia se ha visto refrenado, moderado o atenuado por distintas filosofías, éticas y religiones. Sin embargo, probablemente sea nuestro nuevo milenio, especialmente en las sociedades más desarrolladas, donde el estilo de vida predominante se asiente, sin complejos ni vergüenzas, en el egoísmo más desenfrenado.

Es el triunfo del YO por encima de todo lo demás. No importa la destrucción del planeta, ni la muerte de mujeres y niños por millones, ni padres sin tiempo para sus hijos o su pareja. Frente a ello, siguiendo al discípulo amado (S. Juan), el Papa reivindica la clave de la existencia humana: el amor.

Los griegos interpretaban el amor en sus tres dimensiones: ágape (para Dios), filia (amistad) y eros (sexual). A ellos dedicaron una amplia literatura, destacando el Banquete de Platón y Lisis, de Aristóteles, el Libro VIII y XIX de su Ética a Nicómaco y, por supuesto, ya en Roma, el Amicitia de Cicerón.

En el Medievo, posiblemente por encima de todos, sobresalga el aserto de San Agustín, claro y sencillo: "Ama y haz lo que quieras". Más próximo a nosotros, estimo que ha sido Erich Fromm el que mejor ha plasmados los obstáculos que la moderna sociedad capitalista pone para el desarrollo del amor.

En su Arte de amar concluye de forma concisa e ilustrativa: "La sociedad debe organizarse en tal forma que la naturaleza social y amorosa del hombre no esté separada de su existencia social, sino que se una ella. Si es verdad, como he tratado de demostrar, que el amor es la única respuesta satisfactoria al problema de la existencia humana, entonces toda sociedad que excluya, relativamente, el desarrollo del amor, a la larga perece a causa de su propia contradicción con las necesidades básicas de la naturaleza humana".