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La familia y «las familias»
Pensar la realidad de la familia no es un asunto sencillo. La familia es un tipo de fenómeno social en el que convergen tal cantidad de elementos procedentes tanto de la subjetividad de sus miembros como de los factores que integran el entorno que siempre ha resultado difícil para ciencias como la sociología, la psicología, la economía, la política o la filosofía aproximarse a ella sin violentar su naturaleza profunda.
En efecto, la familia ha sido objeto de estudio de saberes muy diversos. Sin embargo, en la mayor parte de las ocasiones se ha acostumbrado investigarla desde realidades o puntos de vista ajenos a ella misma. Así, por ejemplo, Gary Becker tratará recientemente de explicar a la familia desde el punto de vista de los condicionamientos económicos que la rodean y determinan. Otros autores en el pasado sostuvieron que la familia no era mas que un momento transitorio en la dinámica antropológico-cultural que devenía hacia formas de organización social en las que ella ya no sería necesaria. Así mismo, han abundado las aproximaciones psicológicas y estatales en las que se estudia a la familia desde el punto de vista de las vivencias, los sentimientos y el imaginario de los sujetos implicados en ella. El enfoque que a continuación desarrollamos es distinto y trata de recuperar la dimensión personal y comunitaria de esta importante institución social.
NUEVOS MODELOS DE FAMILIA
Es evidente que hablar de «familias» en plural es perfectamente legítimo cuando nos referimos a la multitud de comunidades familiares de las que cada uno de nosotros es procedente o cuando hablamos de las diversas modalidades familiares que han existido en la historia de la humanidad. Sería ridículo negar que existen diversos tipos de familia dependiendo de los seres humanos individuales que confluyen en ella o en relación a la comprensión que en determinadas sociedades ha existido de fenómenos cómo el vínculo conyugal o la relación padre-hijo.
Sin embargo, cuando en la actualidad se habla de «familias» en plural o de «nuevos modelos familiares» no siempre se desea sostener simplemente que existan modalidades múltiples de organización familiar sino que aún los elementos más constitutivos de la familia como familia habrían de ceder ante el surgimiento de comunidades más o menos estables de vida entre personas que desearían ser reconocidos social y hasta jurídicamente como «familias» y que presentarían un nuevo perfil en materia de justificación y de funcionalidad social.
Dentro de los nuevos modelos de familia suelen mencionarse, por ejemplo:
- La «unión libre» entre varón y mujer sin la mediación del matrimonio.
- La «unión libre» entre miembros del mismo sexo.
- Uniones de personas del mismo sexo reconocidas jurídicamente como «matrimonios».
- Familia con un solo padre o una sola madre.
En todos estos casos la posibilidad de adoptar algún hijo o traer uno propio a la vida a través de alguna técnica de inseminación artificial y/o de maternidad sustituta es real. Los hijos se persiguen como proyecto de vida en estos tipos de convivencia.
Tal y como se puede advertir estas nuevas modalidades de «familia» buscan afirmar que por tal se ha de entender cualquier conjunto de individuos que viven juntos en la vida cotidiana independientemente de las características y los fundamentos en los que se apoya su convivencia.
LA FAMILIA COMO FENÓMENO GENERALIZADO (CUASI-UNIVERSAL)
Claude Lévi-Strauss a pesar de una cierta tendencia a interpretar la familia de una manera evolucionista ha podido sostener en sus investigaciones que la unión duradera de un varón, una mujer y sus hijos es un fenómeno universal, presente en cualquier tipo de sociedad. Otros investigadores en época reciente han llegado a esta misma conclusión.
Estrictamente hablando la familia no puede ser considerada un fenómeno universal sino más bien general ya que existen algunos pocos casos en la historia de la humanidad en los que alguna sociedad ha existido durante un breve periodo de tiempo sin concurso de la dinámica propiamente familiar. Ahora bien, el que este sea un fenómeno general no significa que la familia natural se presente como la única forma existente. Al contrario, lo que significa es que aún en las situaciones en las que existen modos incompletos o irregulares respecto de ella, la familia natural se mantiene como referencia empírica y ética significativa. Dicho de otro modo, la familia natural entendida al menos en este momento como comunidad de padres, hijos y otros miembros organizados en torno a la idea del matrimonio monogámico y heterosexual son un auténtico «imaginario general» que funge como arquetipo ideal y como criterio hermenéutico para los individuos como para los pueblos a lo largo de la historia de la humanidad.
Cuando la familia monoparental o la familia reconstruida tienen este parámetro si bien pueden experimentar problemáticas diversas, el ethos propiamente familiar aparece en diversos grados y matices.
Para valorar adecuadamente la importancia de la familia natural como referencia vale la pena consultar los estudios de G. P. Murdock quien tras comparar 250 sociedades diversas en diferentes épocas históricas, muestra que la familia natural es el modo general en el que la sociedad realiza algunas funciones esenciales para su supervivencia. Más aún, estos estudios logran mostrar que existen funciones sociales que no pueden ser desempeñadas por otras instituciones distintas a la familia. Esto permite descubrir que la familia natural es un grupo primario que se constituye por la residencia común, la cooperación y la reproducción. No es posible que una sociedad produzca los bienes, códigos y símbolos que requiere para operar sin el concurso de la familia natural como referente empírico y ético significativo.
Ante este tipo de constataciones no faltan autores como L. Fruggeri que subrayan que la familia natural se ha deteriorado en su función de referente simbólico general. Luego de decir esto es fácil creer que la familia natural no ha sido más que un estadio que habrá de ser superado tarde o temprano. Esta idea realmente no es nueva y tiene antecedentes en el pensamiento de los eruditos libertinos quienes en el siglo XVI y XVII sostenían una posición irracionalista sobre la vida afectiva y auguraban que la familia natural al mutar en sus referentes éticos no tendría más motivos para mantener su cohesión dejando el paso a otras modalidades de convivencia.
Agudamente Rocco Buttiglione ha advertido que tanto la revolución moral libertina de hace 300 años como sus secuelas postmodernas en la actualidad corresponden con «modalidades de satisfacción del instinto de la fase adolescente de la vida» pero no afrontan: «Las más profundas exigencias sociales que conciernen a la reproducción de la especie, a la educación y a la inserción de los jóvenes en la realidad. Además, al considerar la sexualidad sólo al nivel del instinto, tiene dificultades para colocar los fenómenos emocionales que origina y que la acompañan y que son propios del hombre, especialmente el enamoramiento y, desde luego, el amor, como fundamento estable de la familia y, por tanto, de toda la vida asociada» .
¿Qué quiere decir esto? Fundamentalmente quiere decir que la familia natural es un grupo primario para la vida social no sólo desde un punto de vista ético sino aún desde una perspectiva pragmática y funcional ya que la sociedad y la civilización son inviables si no cuentan con ella, con su dinamismo, con sus aportes.
LA FUNCIONALIDAD INSUSTITUIBLE DE LA FAMILIA NATURAL
A grandes rasgos podemos afirmar que las principales funciones de la familia natural son cinco:
Equidad generacional: la familia natural promueve la existencia de solidaridad diacrónica, es decir, corresponsabilidad intergeneracional (abuelos-padres-hijos, por ejemplo) que permite que los miembros de la familia al poseer diversas edades y papeles puedan recibir diversos cuidados, afectos y equilibrios entre actividad laboral, servicio e inactividad forzosa a través del tiempo. La equidad generacional se ejercita en el ámbito de lo privado, es decir, de lo propiamente intra-familiar y tiene una incidencia fortísima en el ámbito de lo público: piénsese, por ejemplo, en los ancianos que al dejar de trabajar pueden ser acogidos, sostenidos y queridos por los más jóvenes. La «equidad generacional» prepara educativamente a las personas para ser responsables no sólo de las generaciones que las anteceden sino también de las que vendrán. De esta manera podemos observar que el amplio tema de la cultura base para desarrollo sustentable aparece incoado en esta función familiar básica.
Transmisión cultural: la familia natural educa en la lengua, la higiene, las costumbres, las creencias, las formas de relación legitimadas socialmente y el trabajo. Sobre todo la familia natural emerge en su funcionalidad cuando educa a las personas en el modo de buscar el significado definitivo de la vida que evita el naufragio existencial al momento de afrontar situaciones-límite: muerte de un ser querido, desamor, enfermedad, injusticia laboral, etcétera. En el proceso de transmisión cultural los roles diferenciados del varón y la mujer contribuyen a construir una imagen complexiva de «lo humano». Las facultades cognoscitivas y la dinámica afectiva diferenciada del padre-varón y de la madre-mujer abren un horizonte educativo a los hijos que les permite introducirse a la totalidad de los factores de lo real. La necesidad de complementariedad y de reciprocidad heterosexual entre los padres puede ser redescubierta analizando los valores que preferencialmente son subrayados por la masculinidad y la feminidad en cada caso. En la actualidad no es posible dudar de la importancia que tiene el vínculo madre-hijo en la primera infancia y de la importancia de la figura del padre conforme este vínculo se transforma a lo largo del desarrollo psicológico del niño.
Socialización: la familia natural desempeña la función de proveer los conocimientos, habilidades, virtudes y relaciones que permiten que una persona viva la experiencia de pertenencia a un grupo social más amplio. La familia es una comunidad en una amplia red de comunidades con las que se interactúa cotidianamente. Las personas desarrollan su socialidad, o mejor aún, su comunionalidad extra-familiar gracias a que la familia de suyo socializa dentro de sí y hacia fuera de ella. Esto quiere decir que el que la familia natural sea mediación social supone que en su interior existen valores y dinámicas privadas imprescindibles para la vida en el espacio público. Así, de manera más bien existencial, las personas aprendemos los límites y alcances de lo público y lo privado. Más aún, así aprendemos su articulación constitutiva. Quienes luego en el discurso o en la acción política fracturan estos ámbitos considerándolos absolutamente heterogéneos, lastiman con ello la dinámica social propia de la familia en la que se transportan valores a la vida pública que de otro modo no podrían habitar en ella.
Control social: la familia natural introduce a las personas que la constituyen en el compromiso con las normas justas, con el cumplimiento de responsabilidades y obligaciones, con la búsqueda no sólo de bienes placenteros sino de bienes arduos que exigen esfuerzo, constancia, disciplina, sobre todo a través del papel del padre. Es esta introducción al compromiso la que eventualmente aporta el ingrediente cultural para que las conductas delictivas puedan ser prohibidas a través de la ley, y además, la que permite de hecho que una ley vigente goce de un cierto respaldo cualitativo al menos implícito por parte de la comunidad.
Afirmación de la persona por sí misma: la familia funciona cuando ofrece una experiencia para todos sus integrantes de afirmación de la persona por sí misma, es decir, cuando el carácter suprautilitario de las personas -el valor que las personas poseen independientemente de su edad, salud, congruencia moral, capacidad económica, o filiación política- se salvaguarda y se promueve. Justamente esta función permite el descubrir existencialmente la importancia de la propia dignidad y de los derechos humanos que tienen su fundamento en ella. Esta función también permite descubrir el sentido personalista de la amistad, lo más necesario en la vida, según Aristóteles.
Las cinco funciones que la familia desempeña son condiciones de posibilidad de la vida social en general. El derrumbe histórico de las grandes civilizaciones acontece no sólo cuando existen poderes exógenos que desafían los poderes locales sino cuando la consistencia cualitativa, propiamente cultural de la sociedad, que habita en la familia al estar debilitada, hace vulnerables a las instituciones y a su capacidad de respuesta y adaptación al entorno.
LA NECESIDAD DE UNA «PERSPESTIVA DE FAMILIA»
Ya hemos analizado en alguna otra ocasión algunos de los principales modelos ideológicos que dificultan apreciar a la familia natural como referente para las familias y para la vida social en general En esta ocasión baste decir que tanto los modelos evolucionistas de la familia como aquellos individual-vitalistas que buscan explicarla a partir de su ajuste a las condiciones económicas y de bienestar que la rodean tienen una peligrosa expresión al momento en que son asimiladas como matriz en el proceso de diseño de políticas públicas por parte de los gobiernos.
Las reflexiones que hemos hecho sobre la dificultad de prescindir de la familia como parámetro adquieren una enorme importancia al momento de discutir esta última cuestión. Para nadie es un secreto que en muchas ocasiones las personas que más influyen en el diseño de las políticas de un gobierno están orientadas y como determinadas por sus agendas particulares, por sus itinerarios políticos futuros, por sus ambiciones e intereses de poder. Este afán de orden práctico e instrumental conduce aún a personas bien intencionadas a deslizarse lentamente por el camino de las decisiones que buscan generar rentabilidades electorales y satisfacción en algunos sectores especialmente críticos.
La reivindicación de la familia como referente implica tomas de posición no sólo de orden retórico sino principalmente en el mundo de la vida privada en la que se consolidan las convicciones de fondo y en la que -a fin de cuentas- se construye la firmeza necesaria para que las decisiones más delicadas en el ámbito público puedan ser tomadas rectamente sobre todo en momentos de controversia y de presión. Los tomadores de decisiones en el ámbito gubernamental cuentan con las herramientas técnicas para recolocar a la familia natural como interlocutor al momento de diagnosticar la sociedad y al momento de luego actuar de manera estratégica. Sin embargo, las herramientas técnicas como son los métodos de medición de la pobreza, los modos de organización de los programas para promover el desarrollo y ampliar las oportunidades, los monitoreos periódicos de los avances, no pueden sustituir la comprensión personal que es preciso lograr en la mente y en el corazón respecto de la familia y su naturaleza profunda.
La familia, con todo y lo que los aficionados a la sociología podamos decir, no se conoce plenamente más que viviendo en ella con fidelidad los valores que la sostienen. Por ello, hoy más que nunca, necesitamos re-educarnos y re-educar a quienes deciden sobre el presente y el futuro de nuestras familias desde las estructuras del poder. La familia no puede ser un lugar de experimentación populista ni carne de cañón político-partidista. La familia requiere un nuevo compromiso por parte de todos nosotros que desde diversos ambientes deseamos entenderla bien para servirla mejor.
Este nuevo compromiso por la familia tiene que lograr convertirse en una perspectiva estable y transversal que permita que tanto en la sociedad civil como en el gobierno la familia natural se fortalezca para así colaborar en el verdadero futuro de las naciones.
Por ello, una vez más, es preciso decir que una «perspectiva de familia» es hoy por hoy urgente y necesaria. Perspectiva que tiene que ser más que un eslogan o una frase publicitaria. Tiene que ser la manera abreviada de sintetizar nuestro compromiso con la dignidad de las personas, con el valor del amor humano, y con nuestros hijos, que merecen recibir un mejor mundo que el que hoy tenemos.
Del director
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