» Leyendas Negras » Pío XII y el Nazismo » Los judíos, Pío XII y la Leyenda Negra: Historia de los Hebreos salvados del Holocausto
Capítulo cuarto.- Quien salva una vida es como si salvara al mundo entero
En 1953, el Parlamento judío creó el título de Justos entre las Naciones para recordar a aquellos que habían salvado la vida a uno o más judíos destinados a los campos de exterminio. Se trata del más alto reconocimiento otorgado a ciudadanos no judíos. Son alrededor de quince mil las personas de todo el mundo que han obtenido este título. En la avenida de Jerusalén que lleva al memorial de la Shoah, los nombres de los «justos» están escritos sobre el muro del honor y hay plantado un árbol por cada uno de ellos. Plantar un árbol en la alegoría judía simboliza la vida que perdura y se reproduce, como debería ocurrir con el buen ejemplo dado por los «justos». El jardín de los Justos se ha convertido ya en un bosque con miles de árboles. «Para los judíos, este reconocimiento equivale a vuestra causa de beatificación», sostiene Emanuele Pacifici, presidente italiano de la asociación Amigos del Yad Vashem.[1] «Es el judío salvado del Holocausto quien instruye la causa, pidiendo al Yad Vashem que se reconozca entre los "justos" a aquel que arriesgó su vida por salvarlo. Se recogen los documentos, los testimonios y se procede al reconocimiento.»
Pacifici ha explicado que para ser reconocido entre los «justos» es necesario satisfacer al menos tres condiciones, a saber: «Haber salvado a los judíos de la persecución, haberlo hecho arriesgando la vida y no haber recibido nada a cambio.»
Entre los más de doscientos «justos» italianos, veinticinco son sacerdotes y religiosas. Un tanto por ciento superior al doce, parecido al de los demás países europeos. Lucien Lazare, excombatiente de la Resistencia francesa, ha escrito en el libro Le livre des Justes que, «de acuerdo a mis investigaciones históricas, resulta que fueron al menos tres las categorías profesionales más comprometidas en la protección y salvación de los judíos, en este orden: los miembros del clero, los diplomáticos, y los funcionarios de las localidades y de la policía».[2]
Tras cada «justo» hay una historia, casi siempre conocida por pocos.
Notas
[1] Museo del Holocausto en Jerusalén.
[2] Lucien Lazare, Le livre des Justes, Lattès, París, 1993.
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