conoZe.com » Leyendas Negras » Pío XII y el Nazismo » Los judíos, Pío XII y la Leyenda Negra: Historia de los Hebreos salvados del Holocausto » Capítulo quinto.- La «leyenda negra» que oscurece el pontificado de Pío XII

La encíclica jamás publicada, los archivos secretos y la correspondencia con Hitler

En junio de 1938, mientras en Alemania y en los países fìlonazis arreciaba el odio racial, el jesuita americano John LaFarge, de paso por Roma, fue llamado de improviso por Pío XI.[19] El papa tenía en mente preparar una encíclica contra el racismo. John LaFarge no lo sabía, pero Pío XI había leído con atención su Interracial Justice,[20] un libro donde el joven jesuita había explicado que la división del género humano en «razas» no tiene fundamento científico alguno, ninguna base biológica, es sólo un mito que sirve para mantener los privilegios de las clases sociales más favorecidas.

Los historiadores que han reconstruido la historia sostienen que la audiencia tuvo lugar el 15 de junio y que Pío XI encargó a LaFarge la labor de trabajar para la encíclica Humani generis unitas («La unidad del género humano»).

También este suceso, que confirma la determinación con la que la Santa Sede condenaba el racismo, se ha convertido en fuente de calumnias contra Pío XII, quien, según sus detractores, habría renunciado a la publicación de la encíclica.

«Esto es hipocresía por parte de quien ataca a Pío XII -afirma el padre Blet-. Es verdad que Pío XI había mandado preparar una encíclica que iba dirigida contra el racismo en general. No se hacía referencia explícita al antisemitismo. Pío XI pidió al padre jesuita John LaFarge, un especialista en la cuestión racial que entonces se encontraba en Roma, que preparara el borrador de la encíclica. LaFarge trabajó todo el verano y luego entregó el texto al general de la Compañía, que lo envió para su lectura a la Civiltà Cattolica. Yo he tenido oportunidad de leer el texto y es evidente que la encíclica no estaba a punto. Se trataba sólo de un primer borrador. Había varios argumentos interesantes pero no era ni mucho menos publicable. En un punto, LaFarge escribió que "Es justo rechazar el sentimiento antisemita, pero esto no significa que no se deba tener cuidado con los judíos".

»No puedo imaginar qué habría ocurrido si Pío XII hubiera autorizado la publicación de aquel texto.»

El rabino David Rosen, presidente de la sección israelí de la Anti Defamation League, ha sugerido la cuestión del conocimiento previo de los campos de la muerte. Según Rosen, Pío XII conocía la existencia porque Gerhart Riegner, actual vicepresidente del World Jewish Congress, envió una carta a un nuncio en 1942 describiendo cuanto ocurría en los campos de exterminio. Pero en los doce volúmenes publicados después por la Santa Sede sólo se recoge una breve nota con la que Riegner acusa recibo de la respuesta del Vaticano, en la que se promete valorar cuanto él escribiera. He preguntado al padre Blet cómo se desarrollaron exactamente los hechos. «Circulaban muchas voces relativas a los campos de exterminio en aquella época. El mismo embajador polaco, refugiado en el Vaticano, sostenía que los nazis estaban masacrando a los judíos. Pero era muy difícil verificar la realidad de los hechos. En todo caso, Pío XII ya en el mensaje de Navidad de 1942 habla expresamente contra aquellos que "por razón de su nacionalidad o raza persiguen, condenan a muerte o a la esclavitud" y repitió esta denuncia en el discurso del 2 de junio de 1943. En aquel momento, nadie denunció los crímenes alemanes contra los judíos. Sólo en 1943, una declaración conjunta de los aliados denunció de un modo genérico los abusos de los alemanes, pero todavía no se hablaba ni de judíos ni de campos de concentración.»

En cuanto a la carta de que habla Rosen, el padre Blet precisa:

«Gerhart Riegner envió al cardenal Bernardini, nuncio en Berna, una memoria en la que habla de la situación de los judíos en Europa central y oriental, con una mención particular a los judíos eslovacos. En la memoria se pedía al Santo Padre que interviniera. Esta memoria fue transmitida al cardenal Maglione el 19 de marzo de 1942. Poco después, y como ya había ocurrido antes, el Santo Padre encargó al nuncio de Bratislava que interviniera a favor de los judíos eslovacos. Todo está escrito en el volumen VIII, página 466, de las Actes et Documents du Saint-Siège relatifs à la Seconde Guerre Mondiale. Es evidente que no hemos ocultado nada.

»Con motivo de este y otros sucesos, el rabino Leo Klenicki de la Anti Defamation League ha pedido la reapertura de los archivos vaticanos...

»La postura de desconfianza en relación con el trabajo ya desarrollado me parece absurda. Si no se cree en la honestidad de nuestra publicación, se podría dudar también del archivero que habría podido destruir cualquier documento.

«Entiendo que es muy sugerente hablar sobre quién sabe qué historias sobre la actuación de Pío XII, pero la realidad es muy diversa. Para escribir los doce volúmenes hemos trabajado con intensidad, siguiendo los mismos criterios utilizados para la publicación de los volúmenes relativos a los años cuarenta del Foreign Relations of the United States, es decir: no publicar documentos que tengan relación con personas todavía vivas o que obstaculizasen asuntos en curso.

«Además hay que considerar que, tratándose de un archivo no abierto al público, no existían inventarios sistemáticos orientados al estudio; los documentos no estaban clasificados, ni en orden estrictamente cronológico, ni en orden geográfico. Los de carácter político, con relación a la guerra, se encontraban junto a documentos de carácter religioso, canónico y también personal, encerrados en cajas bastante manejables pero quizá de un contenido distinto. Informaciones relativas a Gran Bretaña se podían encontrar con dossiers sobre Francia, si la información había sido enviada a través del nuncio en Francia, y, naturalmente, intervenciones a favor de prisioneros belgas en las cajas del nuncio en Berlín. Era necesario, por ello, examinar cada caja y recorrer todo el contenido para identificar los documentos relativos a la guerra. La investigación se hizo más simple gracias a una antigua regla de la Secretaría de Estado en vigor desde tiempos de Urbano VIII, la cual obligaba a los nuncios a tratar un único asunto por cada carta[21]. Quedan todavía por hacer el inventario y la clasificación para que se pueda abrir a los investigadores.

»Querría además hacer una precisión. Se habla de archivo secreto del Vaticano, pero el término "secreto" tiene hoy un significado distinto del original de archivo "privado" de la Santa Sede. Por razones de conciencia, la Santa Sede tiene interés en que los investigadores puedan acceder a estos archivos para establecer la verdad histórica. Me parece difícil que puedan aparecer elementos que contradigan cuanto se ha mostrado ya ampliamente en los documentos publicados.

»En el mundo periodístico circulan sugestivas hipótesis, como la de un mensaje del papa a Hitler.

«Conozco la fuente de estas noticias. Le Monde del 3 de diciembre pasado menciona como ausente en nuestra publicación la correspondencia entre Pío XII y Hitler.[22] Como ya escribí en La Civiltà Cattolica, si no hemos publicado la correspondencia entre Pío XII y Hitler es porque sólo existe en la fantasía del periodista de Le Monde. Éste sostiene que hubo contactos de Pacelli, nuncio en Alemania, con Hitler, pero no tiene en cuenta las fechas. Hitler llegó al poder en 1933, monseñor Pacelli había vuelto a Roma en 1929, y Pío XI lo había hecho cardenal y secretario de Estado el 16 de enero de 1930. Además, si tal correspondencia hubiera existido, las cartas del papa se hubieran conservado en los archivos alemanes y habría habido menciones en los archivos del Ministerio de Exteriores del Reich. Las cartas de Hitler habrían acabado en el Vaticano, pero habría mención en las instrucciones de los embajadores de Alemania encargados de entregarlas. Visto que no existe ninguna prueba de todo ello, se debe afirmar que la seriedad de nuestra publicación ha sido puesta en duda sin ninguna prueba.

»El rabino David Rosen sostiene que las declaraciones del episcopado francés, con relación a la responsabilidad de la Iglesia, son más explícitas que el documento vaticano sobre la Shoah.

»En el documento de los obispos franceses[23] se acusa a personas por haber rechazado las leyes de Vichy sobre los judíos, pero la responsabilidad del Holocausto es otra cosa.

»Es necesario estar atentos y no confundir el error con la culpa. Mientras el error se deplora, la culpa en el mundo de hoy asume inmediatamente el valor de condena. Hay que añadir también que en Francia ha habido innumerables casos de auténtica caridad y heroísmo por parte del clero y de las comunidades católicas al esconder y salvar a miles de judíos.

»Por este motivo, el Estado de Israel ha honrado a muchos sacerdotes, religiosos y activistas católicos con el título de Justos entre las Naciones.

»¿Qué valoración le merece el documento vaticano sobre la Shoah?

«Aunque no me toca a mí expresar tales juicios, creo que se trata de un documento muy claro en el que se distingue justamente entre antijudaísmo, que tiene diversas raíces en el mundo cristiano, y antisemitismo, condenado desde el principio por la Iglesia. Pocos conocen su existencia, pero existe una declaración de la Congregación para la

Doctrina de la Fe en marzo de 1928, en la que ya se condena el antisemitismo.[24] Después están las condenas de los obispos alemanes contra el racismo. Los obispos decidieron no dar los sacramentos a quien se adhiriera al partido nazi.

»Es cierto que muchos cristianos se han adherido al partido nazi y al antisemitismo pero, en ese caso, traicionaron su fe, como ocurrió con algunos judíos que colaboraron en el exterminio de sus hermanos, traicionando a su fe y a su pueblo.

»La Iglesia no se puede hacer responsable de uno que reniega de su bautismo, aunque lo deplore.»

Notas

[19] George Passelecq, Bernard Suchecky, L'Enciclica nascosta di Pio XI, Casa Editrice Corbaccio, Milán, 1997.

[20] John LaFarge, Interracial Justice, American Press, 1937. La segunda edición del libro ha sido publicada con el título The Race Question and The Negro. A study of the Catholic Doctrine on Interracial Justice, Longmans, Green and Co., Nueva York, 1943.

[21] Pierre Blet, «La leggenda alla prova degli archivi», La Civiltà Cattolica, núm. 3546, 21 de marzo de 1998, p. 533.

[22] Henri Tincq, «Les archives complètes sur Pie XII demeurent inaccessibles au Vatican», publicado por Le Monde, 3 de diciembre de 1997, p. 3.

[23] El 1 de octubre de 1997, el obispo Olivier de Berranger leyó en Drancy la carta de mea culpa en relación a los judíos, escrita por el episcopado francés.

[24] AAS, «Commentarium Officiale», Annus XX, Volumen XX, Acta SS. Congregationum, Suprema Sacra Congregatio S. Officii, Roma, 25 de marzo de 1928.

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