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Capítulo séptimo.- La iglesia entre antijudaísmo, «mea culpa» y martirio
En la carta apostólica Tertio millennio adveniente, Juan Pablo II, en referencia al mea culpa de la Iglesia con motivo de la preparación del Jubileo, ha escrito: «Es justo, por lo tanto, que mientras el segundo milenio del cristianismo llega a su fin, la Iglesia asuma con una conciencia más viva el pecado de sus hijos, recordando todas las circunstancias en las que a lo largo de la historia se han alejado del espíritu de Cristo y de su Evangelio.»
Como ocurre con frecuencia, junto a personas que han acogido con seriedad el desafío de la reflexión lanzada por el papa, ha habido quienes se han equivocado. Se han elevado, por ello, muchas críticas acerca de la implicación o incluso de la responsabilidad de la Iglesia en la difusión de las teorías antisemitas que, después, han favorecido la Shoah. Los críticos afirman que fue la postura antijudía de los cristianos la que favoreció el antisemitismo alemán. El tema de cómo y cuánto una determinada mentalidad antijudía cristiana puede haber influido en el nacimiento del antisemitismo se ha convertido en gran actualidad.
Algunos periódicos, a nivel internacional, se han encaprichado en publicar la foto de los obispos alemanes fotografiados junto a Goebbels, levantando el brazo con el saludo nazi, con el trasfondo de enormes esvásticas. Los mismos periódicos han recogido un manifiesto de propaganda del NSDAP (partido nacionalsocialista),[1] en el que el nuncio apostólico Baiazzo di Torregrossa da la mano a Hitler con ocasión de la firma del Concordato.
Pero mientras que frente al judaísmo la Iglesia no duda en reconocer los errores de algunos de sus hijos, frente al racismo antisemita del régimen hitleriano rechaza todo tipo de implicación.
Al respecto, el padre Remi Hoeckman, secretario de la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones Religiosas con los Judíos, ha dicho: «La Iglesia no tiene miedo de la verdad. Con frecuencia se confunde antisemitismo y antijudaísmo. Un malentendido que no ayuda al diálogo. El antisemitismo es un término muy ambiguo, que sólo en tiempos modernos ha adquirido una connotación racial, mientras que antijudaísmo tiene más bien una connotación religiosa.
«Ciertos sentimientos negativos hacia los judíos han encontrado espacio en la Iglesia desde los primeros tiempos, cuando cristianismo y judaísmo se dividieron. Con la escisión inicial se creó una situación histórica en la que ambas formas de fe no han encontrado un espacio común y la incomprensión ha sido recíproca.
«Aunque ha habido muchos ejemplos de buenas relaciones, cristianos y judíos se han enfrentado durante milenios. El contexto religioso desfavorable a los judíos contribuyó a crear una mentalidad en la que el antisemitismo no encontró la oposición que habría debido encontrar entre los cristianos.
»Pero es reduccionista afirmar que exista un lazo directo entre el antijudaísmo cristiano y la Shoah. Es verdad que la Iglesia católica ha tenido problemas con un sentimiento y una postura antijudía, pero no se puede afirmar que éste haya sido el elemento que ha determinado las condiciones en las que los nazis han perpetrado el Holocausto.
»En cuanto a la Shoah, no pocos cristianos se han opuesto a la barbarie nazi y han protegido y salvado a sus hermanos judíos de la persecución.»[2]
Reflexionando sobre el mismo tema, monseñor Rino Fisichella, vicepresidente de la Comisión Teológico-Histórica para el Jubileo, ha afirmado que: «Para el contenido de la fe cristiana, los judíos son el pueblo que Dios ha elegido para cumplir la primera alianza, por lo que es impensable, para nosotros católicos, una postura antijudía.
»La Shoah se debe valorar en un horizonte más amplio que no tenga relación sólo con el antijudaísmo. La historia no vive de generalizaciones, porque esto significaría olvidar las intervenciones de Pío XI y las igualmente significativas acciones de Pío XII contra el régimen nazi. Significaría dejar de lado lo hecho por muchos obispos que, en sus mismas iglesias locales, han sufrido por las declaraciones que hicieron. Sería borrar el nombre de tantos sacerdotes y católicos que acabaron en los campos de concentración nazis. Las responsabilidades se deben aclarar pero una generalización no es justa.»[3]
Notas
[1] Cfr. Rudolf Augstein, «Das ist eine Schande», Der Spiegel, núm. 43, 1997. Las mismas fotos con un texto distinto han sido publicadas por Andrea Tarquini, «Beata ignoranza», Il Venerdì della Repubblica, núm. 505, 7 de noviembre de 1997.
[2] Antonio Gaspari, «They will be judged by God», Inside the Vatican, noviembre de 1997, p. 17.
[3] Maria Cristina Fiocchi, «La Chiesa non ha mai fomentato l'odio contro gli ebrei», SIR(Servicio de Información Religiosa), núm. 77, 5 de noviembre de 1997, p. 9.
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