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Un año sin Juan Pablo II

Edit Stein, una filósofa judía conversa, asesinada en un campo de concentración nazi, y convertida en Santa Benedicta por Juan Pablo II, escribió en una ocasión: "en los primeros años de mi vida era como un azogue, viva, siempre en movimiento, de genio chispeante, ocurrente, atrevida y entrometida. Además, indomable, voluntariosa y con genio cuando algo me contrariaba... Pero en mi interior había además un mundo escondido. Todo lo que durante el día veía y oía lo elaboraba por dentro". Este conjunto de afirmaciones pueden aplicarse a Karol Woytyla, en su etapa previa al descubrimiento de su vocación sacerdotal: cuando volvió de su trabajo en la fábrica Solvay y se encontró muerto a su padre, pasó toda la noche sin dormir, ante el cadáver del único miembro de su familia que le quedaba. De esa noche pudo salir un rebelde, un revolucionario- como cuenta una de sus mejores amigas polacas en las numerosas biografías que han sido publicadas-, o un miembro de los grupos antisistema...pero lo que provocó esa noche de reflexión- marcada por el diálogo con Dios - fue algo muy distinto: decidió ser sacerdote y acudir al seminario clandestino.

Recordar esta verdad, al año de su muerte, invita a muchas cosas que podríamos encuadrar dentro de "teología-ficción": a pensar qué hubiera ocurrido del joven Karol si no hubiera sido sacerdote, a vislumbrar qué derroteros hubiera seguido la Iglesia Católica sin Juan Pablo II, o a aventurar qué hubiera pasado si el 13 de mayo del año 81 Ali Agka hubiera matado al Papa en lugar de dejarle tan mal herido y con tantas secuelas posteriores. Pero de la ficción se puede pasar a la realidad y además personalizarla: ¿la mujer y el hombre de hoy ha entendido el mensaje de uno de los Papas más cruciales de la historia de la Iglesia?; Quizá al adulto avejentado, caduco y sin ideales elevados, le resulte imposible asimilar todo lo mucho y tan bueno que ha recibido, pero son las personas jóvenes - con independencia de su edad biológica - las que estuvieron física y moralmente presentes en la plaza de San Pedro, en los último momentos de Juan Pablo II el Magno porque fueron capaces de agradecer así semejante testimonio de vida y de muerte. Para vivir en cristiano - con toda la fe de la que se sea capaz - hay que fomentar el ser joven por dentro, vivir sin resabios, y experimentar que el hombre es barro más Gracia: sólo con esta convicción la historia de cada uno puede terminar bien, como terminó en la tierra la trayectoria rectilínea de un hombre de inteligencia privilegiada, de voluntad al servicio de la Verdad y de corazón apasionado por Jesucristo.

En el año que ha pasado Juan Pablo II en el cielo, han pasado muchas cosas: los Cardenales electores supieron que Josef Ratzinger -decano del colegio de Cardenales, Defensor de la Fe y autor del texto del último Via Crucis del Coliseo romano, entre otros muchos títulos - debía ser su sucesor; su intervención en todas las peticiones solicitadas por los que nos hemos quedado en la tierra, se ha convertido en poderosa; y se ha iniciado su proceso de beatificación. Ahora sólo falta que se agilice y se convierta en Beato antes que se cumplan dos años de su muerte.

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