» Aprender a pensar » Oráculo manual y arte de prudencia
Parte I
1. Todo está ya en su punto, y el ser persona en el mayor. Más se requiere hoi para un sabio que antiguamente para siete; y más es menester para tratar con un solo hombre en estos tiempos que con todo un pueblo en los passados.
2. Genio y Ingenio. Los dos exes del lucimiento de prendas: el uno sin el otro, felicidad a medias. No basta lo entendido, deséase lo genial. Infelicidad de necio: errar la vocación en el estado, empleo, región, familiaridad.
3. Llevar sus cosas con suspensión. La admiración de la novedad es estimación de los aciertos. El jugar a juego descubierto ni es de utilidad ni de gusto. El no declararse luego suspende, y más donde la sublimidad del empleo da objecto a la universal expectación; amaga misterio en todo, y con su misma arcanidad provoca la veneración. Aun en el darse a entender se ha de huir la llaneza, assí como ni en el trato se ha de permitir el interior a todos. Es el recatado silencio sagrado de la cordura. La resolución declarada nunca fue estimada; antes se permite a la censura, y si saliere azar, será dos vezes infeliz. Imítese, pues, el proceder divino para hazer estar a la mira y al desvelo.
4. El saber y el valor alternan grandeza. Porque lo son, hazen inmortales; tanto es uno quanto sabe, y el sabio todo lo puede. Hombre sin noticias, mundo a escuras. Consejo y fuerças, ojos y manos; sin valor es estéril la sabiduría.
5. Hazer depender. No haze el numen el que lo dora, sino el que lo adora: el sagaz más quiere necessitados de sí que agradecidos. Es robarle a la esperança cortés fiar del agradecimiento villano, que lo que aquélla es memoriosa es éste olvidadizo. Más se saca de la dependencia que de la cortesía: buelve luego las espaldas a la fuente el satisfecho, y la naranja esprimida cae del oro al lodo. Acabada la dependencia, acaba la correspondencia, y con ella la estimación. Sea lición, y de prima en experiencia, entretenerla, no satisfazerla, conservando siempre en necessidad de sí aun al coronado patrón; pero no se ha de regar al excesso de callar para que yerre, ni hazer incurable el daño ageno por el provecho proprio.
6. Hombre en su punto. No se nace hecho: vase de cada día perficionando en la persona, en el empleo, hasta llegar al punto del consumado ser, al complemento de prendas, de eminencias. Conocerse ha en lo realçado del gusto, purificado del ingenio, en lo maduro del juizio, en lo defecado de la voluntad. Algunos nunca llegan a ser cabales, fáltales siempre un algo; tardan otros en hazerse. El varón consumado, sabio en dichos, cuerdo en hechos, es admitido y aun deseado del singular comercio de los discretos.
7. Escusar vitorias del patrón. Todo vencimiento es odioso, y del dueño, o necio, o fatal. Siempre la superioridad fue aborrecida, ¡quánto más de la misma superioridad! Ventajas vulgares suele disimular la atención, como desmentir la velleza con el desaliño. Bien se hallará quien quiera ceder en la dicha, y en el genio; pero en el ingenio, ninguno, ¡quánto menos una soberanía! Es éste el atributo rei, y assí qualquier crimen contra él fue de lessa magestad. Son soberanos, y quieren serlo en lo que es más. Gustan de ser ayudados los príncipes, pero no excedidos, y que el aviso haga antes viso de recuerdo de lo que olvidava que de luz de lo que no alcançó. Enséñannos esta sutileza los Astros con dicha, que aunque hijos, y brillantes, nunca se atreven a los lucimientos del Sol.
8. Hombre inapassionable, prenda de la mayor alteza de ánimo. Su misma superioridad le redime de la sugeción a peregrinas vulgares impressiones. No ai mayor señorío que el de sí mismo, de sus afectos, que llega a ser triunfo del alvedrío. Y quando la passión ocupare lo personal, no se atreva al oficio, y menos quanto fuere más: culto modo de aorrar disgustos, y aun de atajar para la reputación.
9. Desmentir los achaques de su nación. Participa el agua las calidades buenas o malas de las venas por donde passa, y el hombre las del clima donde nace. Deven más unos que otros a sus patrias, que cupo allí más favorable el Cenid. No ai nación que se escape de algún original defecto: aun las más cultas, que luego censuran los confinantes, o para cautela, o para consuelo. Vitoriosa destreza corregir, o por lo menos desmentir estos nacionales desdoros: consíguese el plausible crédito de único entre los suyos, que lo que menos se esperava se estimó más. Ai también achaques de la prosapia, del estado, del empleo y de la edad, que si coinciden todos en un sugeto y con la atención no se previenen, hazen un monstro intolerable.
10. Fortuna y Fama. Lo que tiene de inconstante la una, tiene de firme la otra. La primera para vivir, la segunda para después; aquélla contra la invidia, ésta contra el olvido. La fortuna se desea y tal vez se ayuda, la fama se diligencia; deseo de reputación nace de la virtud. Fue, y es hermana de Gigantes la Fama; anda siempre por estremos, o monstros, o prodigios, de abominación, de aplauso.
11. Tratar con quien se pueda aprender. Sea el amigable trato escuela de erudición, y la conversación, enseñança culta; un hazer de los amigos maestros, penetrando el útil del aprender con el gusto del conversar. Altérnase la fruición con los entendidos, logrando lo que se dize en el aplauso con que se recibe, y lo que se oye en el amaestramiento. Ordinariamente nos lleva a otro la propria conveniencia, aquí realçada. Freqüenta el atento las casas de aquellos Héroes Cortesanos, que son más teatros de la Heroicidad que palacios de la vanidad. Ai Señores acreditados de discretos que, a más de ser ellos oráculos de toda grandeza con su exemplo y en su trato, el cortejo de los que los assisten es una Cortesana Academia de toda buena y galante discreción.
12. Naturaleza y arte; materia y obra. No ai velleza sin ayuda, ni perfección que no dé en bárbara sin el realçe del artificio: a lo malo socorre y lo bueno lo perficiona. Déxanos comúnmente a lo mejor la naturaleza, acojámonos al arte. El mejor natural es inculto sin ella, y les falta la metad a las perfecciones si les falta la cultura. Todo hombre sabe a tosco sin el artificio, y ha menester pulirse en todo orden de perfección.
13. Obrar de intención, ya segunda, y ya primera. Milicia es la vida del hombre contra la malicia del hombre, pelea la sagazidad con estratagemas de intención. Nunca obra lo que indica, apunta, sí, para deslumbrar; amaga al aire con destreza y executa en la impensada realidad, atenta siempre a desmentir. Echa una intención para assegurarse de la émula atención, y rebuelve luego contra ella venciendo por lo impensado. Pero la penetrante inteligencia la previene con atenciones, la azecha con reflexas, entiende siempre lo contrario de lo que quiere que entienda, y conoce luego qualquier intentar de falso; dexa passar toda primera intención, y está en espera a la segunda y aun a la tercera. Augméntase la simulación al ver alcançado su artificio, y pretende engañar con la misma verdad: muda de juego por mudar de treta, y haze artificio del no artificio, fundando su astucia en la mayor candidez. Acude la observación intendiendo su perspicacia, y descubre las tinieblas revestidas de la luz; desçifra la intención, más solapada quanto más sencilla. Desta suerte combaten la calidez de Pitón contra la candidez de los penetrantes rayos de Apolo.
14. La realidad y el modo. No basta la substancia, requiérese también la circunstancia. Todo lo gasta un mal modo, hasta la justicia y razón. El bueno todo lo suple: dora el no, endulça la verdad y afeita la misma vejez. Tiene gran parte en las cosas el cómo, y es taúr de los gustos el modillo. Un vel portarse es la gala del vivir, desempeña singularmente todo buen término.
15. Tener ingenios auxiliares. Felicidad de poderosos; acompañarse de valientes de entendimiento que le saquen de todo ignorante aprieto, que le riñan las pendencias de la dificultad. Singular grandeza servirse de sabios, y que excede al bárbaro gusto de Tigranes, aquel que afectava los rendidos Reyes para criados. Nuevo género de señorío, en lo mejor del vivir hazer siervos por arte de los que hizo la naturaleza superiores. Ai mucho que saber y es poco el vivirlo, y no se vive si no se sabe. Es, pues, singular destreza el estudiar sin que cueste, y mucho por muchos, sabiendo por todos. Dize después en un Consistorio por muchos, o por su voca hablan tantos sabios quantos le previnieron, consiguiendo el crédito de Oráculo a sudor ageno. Hazen aquéllos primero elección de la lición, y sírvenle después en quintas essencias el saber. Pero el que no pudiere alcançar a tener la sabiduría en servidumbre, lógrela en familiaridad.
16. Saber con recta intención. Asseguran fecundidad de aciertos. Monstrosa violencia fue siempre un buen Entendimiento casado con una mala voluntad. La intención malévola es un veneno de las perfecciones y, ayudada del saber, malea con mayor sutileza: ¡infeliz eminencia la que se emplea en la ruindad! Ciencia sin seso, locura doble.
17. Variar de tenor en el obrar. No siempre de un modo, para deslumbrar la atención, y más si émula. No siempre de primera intención, que le cogerán la uniformidad, previniéndole, y aun frustrándole las acciones. Fácil es de matar al buelo el ave que le tiene seguido, no assí la que le tuerze. Ni siempre de segunda intención, que le entenderán a dos vezes la treta. Está a la espera la malicia; gran sutileza es menester para desmentirla. Nunca juega el taúr la pieza que el contrario presume, y menos la que desea.
18. Aplicación y Minerva. No ai eminencia sin entrambas, y si concurren, excesso. Más consigue una medianía con aplicación que una superioridad sin ella. Cómprase la reputación a precio de trabajo; poco vale lo que poco cuesta. Aun para los primeros empleos se deseó en algunos la aplicación: raras vezes desmiente al genio. No ser eminente en el empleo vulgar por querer ser mediano en el sublime, escusa tiene de generosidad; pero contentarse con ser mediano en el último, pudiendo ser excelente en el primero, no la tiene. Requiérense, pues, naturaleza y arte, y sella la aplicación.
19. No entrar con sobrada expectación. Ordinario desaire de todo lo mui celebrado antes, no llegar después al excesso de lo concebido. Nunca lo verdadero pudo alcançar a lo imaginado, porque el fingirse las perfecciones es fácil, y mui dificultoso el conseguirlas. Cásase la imaginación con el deseo, y concibe siempre mucho más de lo que las cosas son. Por grandes que sean las excelencias, no bastan a satisfazer el concepto, y como le hallan engañado con la exorbitante expectación, más presto le desengañan que le admiran. La esperança es gran falsificadora de la verdad: corríjala la cordura, procurando que sea superior la fruición al deseo. Unos principios de crédito sirven de despertar la curiosidad, no de empeñar el objecto. Mejor sale quando la realidad excede al concepto y es más de lo que se creyó. Faltará esta regla en lo malo, pues le ayuda la mesma exageración; desmiéntela con aplauso, y aun llega a parecer tolerable lo que se temió extremo de ruin.
20. Hombre en su siglo. Los sugetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían, y muchos, aunque le tuvieron, no acertaron a lograrle. Fueron dignos algunos de mejor siglo, que no todo lo bueno triunfa siempre; tienen las cosas su vez, hasta las eminencias son al uso. Pero lleva una ventaja lo sabio, que es eterno; y si este no es su siglo, muchos otros lo serán.
21. Arte para ser dichoso. Reglas ai de ventura, que no toda es acasos para el sabio; puede ser ayudada de la industria. Conténtanse algunos con ponerse de buen aire a las puertas de la fortuna y esperan a que ella obre. Mejor otros, passan adelante y válense de la cuerda audacia, que en alas de su virtud y valor puede dar alcançe a la dicha, y lisonjearla eficazmente. Pero, bien filosofado, no ai otro arbitrio sino el de la virtud y atención, porque no ai más dicha ni más desdicha que prudencia o imprudencia.
22. Hombre de plausibles noticias. Es munición de discretos la cortesana gustossa erudición: un plático saber de todo lo corriente, más a lo noticioso, menos a lo vulgar. Tener una sazonada copia de sales en dichos, de galantería en hechos, y saberlos emplear en su ocasión, que salió a vezes mejor el aviso en un chiste que en el más grave magisterio. Sabiduría conversable valióles más a algunos que todas las siete, con ser tan liberales.
23. No tener algún desdoro. El sino de la perfección. Pocos viven sin achaque, assí en lo moral como en lo natural, y se apassionan por ellos pudiendo curar con facilidad. Lastímase la agena cordura de que tal vez a una sublime universalidad de prendas se le atreva un mínimo defecto, y basta una nube a eclipsar todo un Sol. Son lunares de la reputación, donde para luego, y aun repara, la malevolencia. Suma destreza sería convertirlos en realces. Desta suerte supo César laurear el natural desaire.
24. Templar la imaginación. Unas vezes corrigiéndola; otras ayudándola, que es el todo para la felicidad, y aun ajusta la cordura. Da en tirana, ni se contenta con la especulación, sino que obra, y aun suele señorearse de la vida, haziéndola gustosa o pessada, según la necedad en que da, porque haze descontentos o satisfechos de sí mesmos. Representa a unos continuamente penas, hecha verdugo casero de necios. Propone a otros felicidades y aventuras con alegre desvanecimiento. Todo esto puede, si no la enfrena la prudentíssima sindéresis.
25. Buen entendedor. Arte era de artes saber discurrir: ya no basta, menester es adevinar, y más en desengaños. No puede ser entendido el que no fuere buen entendedor. Ai zaoríes del coraçón y linces de las intenciones. Las verdades que más nos importan vienen siempre a medio dezir; recíbanse del atento a todo entender: en lo favorable, tirante la rienda a la credulidad; en lo odioso, picarla.
26. Hallarle su torcedor a cada uno. Es el arte de mover voluntades; más consiste en destreza que en resolución: un saber por dónde se le ha de entrar a cada uno. No ai voluntad sin especial afición, y diferentes según la variedad de los gustos. Todos son idólatras: unos de la estimación, otros del interés y los más del deleite. La maña está en conocer estos ídolos para el motivar, conociéndole a cada uno su eficaz impulso: es como tener la llave del querer ageno. Hasse de ir al primer móbil, que no siempre es el supremo, las más vezes es el ínfimo, porque son más en el mundo los desordenados que los subordinados. Hásele de prevenir el genio primero, tocarle el verbo después, cargar con la afición, que infaliblemente dará mate al alvedrío.
27. Pagarse más de intensiones que de extensiones. No consiste la perfección en la cantidad, sino en la calidad. Todo lo mui bueno fue siempre poco y raro, es descrédito lo mucho. Aun entre los hombres los Gigantes suelen ser los verdaderos Enanos. Estiman algunos los libros por la corpulencia, como si se escriviessen para exercitar antes los braços que los ingenios. La extensión sola nunca pudo exceder de medianía, y es plaga de hombres universales por querer estar en todo, estar en nada. La intensión da eminencia, y heroica si en materia sublime.
28. En nada vulgar. No en el gusto. ¡O, gran sabio el que se descontentaba de que sus cosas agradassen a los muchos!: hartazgos de aplauso común no satisfazen a los discretos. Son algunos tan camaleones de la popularidad, que ponen su fruición no en las mareas suavíssimas de Apolo, sino en el aliento vulgar. Ni en el entendimiento, no se pague de los milagros del vulgo, que no passan de espantaignorantes, admirando la necedad común quando desengañando la advertencia singular.
29. Hombre de entereza. Siempre de parte de la razón, con tal tesón de su propósito, que ni la passión vulgar, ni la violencia tirana le obliguen jamás a pisar la raya de la razón. Pero ¿quién será este Fenis de la equidad?, que tiene pocos finos la entereza. Celébranla muchos, mas no por su casa; síguenla otros hasta el peligro; en él los falsos la niegan, los políticos la dissimulan. No repara ella en encontrarse con la amistad, con el poder, y aun con la propria conveniencia, y aquí es el aprieto del desconocerla. Abstrahen los astutos con metafísica plausible por no agraviar, o la razón superior, o la de estado; pero el constante varón juzga por especie de traición el dissimulo; préciase más de la tenacidad que de la sagacidad; hállase donde la verdad se halla; y si dexa los sugetos, no es por variedad suya, sino dellos en dexarla primero.
30. No hazer professión de empleos desautorizados. Mucho menos de quimera, que sirve más de solicitar el desprecio que el crédito. Son muchas las setas del capricho, y de todas ha de huir el varón cuerdo. Ai gustos exóticos, que se casan siempre con todo aquello que los sabios repudian: viven mui pagados de toda singularidad, que aunque los haze mui conocidos, es más por motivos de la risa que de la reputación. Aun en professión de sabio no se ha de señalar el atento, mucho menos en aquellas que hazen ridículos a sus afectantes, ni se especifican, porque las tiene individuadas el común descrédito.
31. Conocer los afortunados, para la elección; y los desdichados, para la fuga. La infelicidad es de ordinario crimen de necedad, y de participantes: no ay contagión tan apegadiza. Nunca se le ha de abrir la puerta al menor mal, que siempre vendrán tras él otros muchos, y mayores, en celada. La mejor treta del juego es saberse descartar: más importa la menor carta del triunfo que corre que la mayor del que pasó. En duda, acierto es llegarse a los sabios y prudentes, que tarde o temprano topan con la ventura.
32. Estar en opinión de dar gusto. Para los que goviernan, gran crédito de agradar: realce de soberanos para conquistar la gracia universal. Ésta sola es la ventaja del mandar: poder hazer más bien que todos. Aquéllos son amigos que hazen amistades. Al contrario, están otros puestos en no dar gusto, no tanto por lo cargoso quanto por lo maligno, opuestos en todo a la divina comunicabilidad.
33. Saber abstraher, que si es gran lición del vivir el saber negar, mayor será saberse negar a sí mesmo, a los negocios, a los personages. Ai ocupaciones estrañas, polillas del precioso tiempo, y peor es ocuparse en lo impertinente que hazer nada. No basta para atento no ser entremetido, mas es menester procurar que no le entremetan. No ha de ser tan de todos, que no sea de sí mesmo. Aun de los amigos no se ha de abusar, ni quiera más de ellos de lo que le concedieren. Todo lo demasiado es vicioso, y mucho más en el trato. Con esta cuerda templança se conserva mejor el agrado con todos, y la estimación, porque no se roza la preciosíssima decencia. Tenga, pues, libertad de genio, apassionado de lo selecto, y nunca peque contra la Fe de su buen gusto.
34. Conocer su realce Rei: la prenda relevante, cultivando aquélla, y ayudando a las demás. Qualquiera huviera conseguido la eminencia en algo si huviera conocido su ventaja. Observe el atributo Rei, y cargue la aplicación: en unos excede el juicio, en otros el valor. Violentan los más su Minerva, y assí en nada consiguen superioridad: lo que lisongea presto la passión desengaña tarde el tiempo.
35. Hazer concepto. Y más de lo que importa más. No pensando se pierden todos los necios: nunca conciben en las cosas la metad; y como no perciben el daño, o la conveniencia, tampoco aplican la diligencia. Hazen algunos mucho caso de lo que importa poco, y poco de lo que mucho, ponderando siempre al rebés. Muchos, por faltos de sentido, no le pierden. Cosas ai que se devrían observar con todo el conato y conservar en la profundidad de la mente. Haze concepto el sabio de todo, aunque con distinción caba donde ai fondo y reparo; y piensa tal vez que ai más de lo que piensa, de suerte que llega la reflexión adonde no llegó la aprehensión.
36. Tener tanteada su fortuna: para el proceder, para el empeñarse. Importa más que la observación del temperamento, que si es necio el que a quarenta años llama a Hipócrates para la salud, más el que a Séneca para la cordura. Gran arte saberla regir, ya esperándola, que también cabe la Espera en ella, ya lográndola, que tiene vez y contingente; si bien no se le puede coger el tenor, tan anómalo es su proceder. El que la observó favorable prosiga con despejo, que suele apasionarse por los osados; y aun, como vizarra, por los jóvenes. No obre el que es infeliz, retírese, ni le dé lugar de dos infelicidades. Adelante el que le predomina.
37. Conocer y saber usar de las varillas. Es el punto más sutil del humano trato. Arrójanse para tentativa de los ánimos, y házese con ellas la más dissimulada y penetrante tienta del coraçón. Otras ai maliciosas, arrojadizas, tocadas de la yerva de la invidia, untadas del veneno de la passión: rayos imperceptibles para derribar de la gracia, y de la estimación. Cayeron muchos de la privança superior y inferior, heridos de un leve dicho déstos, a quienes toda una conjuración de murmuración vulgar y malevolencia singular no fueron vastantes a causar la más leve trepidación. Obran otras, al contrario, por favorables, apoyando y confirmando en la reputación. Pero con la misma destreza con que las arroja la intención las ha de recibir la cautela y esperarlas la atención, porque está librada la defensa en el conocer y queda siempre frustrado el tiro prevenido.
38. Saberse dexar ganando con la fortuna. Es de taúres de reputación. Tanto importa una vella retirada como una vizarra acometida; un poner en cobro las hazañas quando fueren vastantes, quando muchas. Continuada felicidad fue siempre sospechosa; más segura es la interpolada, y que tenga algo de agridulce, aun para la fruición. Quanto más atropellándose las dichas, corren mayor riesgo de deslizar y dar al traste con todo. Recompénsase tal vez la brevedad de la duración con la intensión del favor. Cánsase la fortuna de llevar a uno a cuestas tan a la larga.
39. Conocer las cosas en su punto, en su sazón, y saberlas lograr. Las obras de la naturaleza todas llegan al complemento de su perfección; hasta allí fueron ganando, desde allí perdiendo. Las del Arte, raras son las que llegan al no poderse mejorar. Es eminencia de un buen gusto gozar de cada cosa en su complemento: no todos pueden, ni los que pueden saben. Hasta en los frutos del entendimiento ai esse punto de madurez; importa conocerla para la estimación y el exercicio.
40. Gracia de las gentes. Mucho es conseguir la admiración común, pero más la afición; algo tiene de estrella, lo más de industria; comiença por aquélla y prosigue por ésta. No basta la eminencia de prendas, aunque se supone que es fácil de ganar el afecto, ganado el concepto. Requiérese, pues, para la venevolencia, la beneficencia: hazer bien a todas manos, buenas palabras y mejores obras, amar para ser amado. La cortesía es el mayor hechizo político de grandes personages. Hase de alargar la mano primero a las hazañas y después a las plumas, de la oja a las ojas, que ai gracia de Escritores, y es eterna.
41. Nunca exagerar. Gran asunto de la atención, no hablar por superlativos, ya por no exponerse a ofender la verdad, ya por no desdorar su cordura. Son las exageraciones prodigalidades de la estimación, y dan indicio de la cortedad del conocimiento y del gusto. Despierta vivamente a la curiosidad la alabança, pica el deseo, y después, si no corresponde el valor al aprecio, como de ordinario acontece, rebuelve la expectación contra el engaño y despícase en el menosprecio de lo celebrado y del que celebró. Anda, pues, el cuerdo mui detenido, y quiere más pecar de corto que de largo. Son raras las eminencias: témplese la estimación. El encarecer es ramo de mentir, y piérdese en ello el crédito de buen gusto, que es grande, y el de entendido, que es mayor.
42. Del Natural Imperio. Es una secreta fuerça de superioridad. No ha de proceder del artificio enfadoso, sino de un imperioso natural. Sugétansele todos sin advertir el cómo, reconociendo el secreto vigor de la conatural autoridad. Son estos Genios señoriles, Reyes por mérito y Leones por privilegio inato, que cogen el coraçón, y aun el discurso, a los demás, en fe de su respeto. Si las otras prendas favorecen, nacieron para primeros mobles políticos, porque executan más con un amago que otros con una proligidad.
43. Sentir con los menos y hablar con los más. Querer ir contra el corriente es tan impossible al desengaño quanto fácil al peligro. Sólo un Sócrates podría emprenderlo. Tiénese por agravio el disentir, porque es condenar el juizio ageno. Multiplícanse los disgustados, ya por el sugeto censurado, ya del que lo aplaudía. La verdad es de pocos, el engaño es tan común como vulgar. Ni por el hablar en la plaza se ha de sacar el sabio, pues no habla allí con su voz, sino con la de la necedad común, por más que la esté desmintiendo su interior. Tanto huye de ser contradicho el cuerdo como de contradezir: lo que es pronto a la censura es detenido a la publicidad della. El sentir es libre, no se puede ni debe violentar; retírase al sagrado de su silencio; y si tal vez se permite, es a sombra de pocos y cuerdos.
44. Sympatía con los Grandes varones. Prenda es de Héroe el convinar con Héroes: prodigio de la naturaleza por lo oculto y por lo ventajoso. Ai parentesco de coraçones, y de genios, y son sus efetos los que la ignorancia vulgar achaca bevediços. No para en sola estimación, que adelanta benevolencia, y aun llega a propensión: persuade sin palabras, y consigue sin méritos. Aila activa, y la ai pasiva; una y otra felizes, quanto más sublimes. Gran destreza el conocerlas, distinguirlas y saberlas lograr, que no ai porfía que baste sin este favor secreto.
45. Usar, no abusar, de las reflexas. No se han de afectar, menos dar a entender. Toda arte se ha de encubrir, que es sospechosa, y más la de cautela, que es odiosa. Úsase mucho el engaño; multiplíquese el rezelo, sin darse a conocer, que ocasionaría la desconfiança; mucho desobliga y provoca a la vengança, despierta el mal que no se imaginó. La reflexión en el proceder es gran ventaja en el obrar: no ai mayor argumento del discurso. La mayor perfección de las acciones está afiançada del señorío con que se executan.
46. Corregir su Antipatía. Solemos aborrecer de grado, y aun antes de las previstas prendas. Y tal vez se atreve esta inata vulgarizante aversión a los varones eminentes. Corríjala la cordura, que no ai peor descrédito que aborrecer a los mejores: lo que es de ventaja la simpatía con Héroes es de desdoro la antipatía.
47. Huir los Empeños. Es de los primeros assuntos de la prudencia. En las grandes capacidades siempre ai grandes distancias hasta los últimos trances: ai mucho que andar de un extremo a otro, y ellos siempre se están en el medio de su cordura; llegan tarde al rompimiento, que es más fácil hurtarle el cuerpo a la ocasión que salir bien della. Son tentaciones de juizio, más seguro el huirlas que el vencerlas. Trae un empeño otro mayor, y está mui al canto del despeño. Ai hombres ocasionados por genio, y aun por nación, fáciles de meterse en obligaciones; pero el que camina a la luz de la razón siempre va mui sobre el caso: estima por más valor el no empeñarse que el vencer, y ya que haya un necio ocasionado, escusa que con él no sean dos.
48. Hombre con fondos, tanto tiene de persona. Siempre ha de ser otro tanto más lo interior que lo exterior en todo. Ai sugetos de sola fachata, como casas por acabar, porque faltó el caudal: tienen la entrada de palacio, y de choza la habitación. No ai en estos donde parar, o todo para, porque, acabada la primera salutación, acabó la conversación. Entran por las primeras cortesías como cavallos Sicilianos, y luego paran en silenciarios, que se agotan las palabras donde no ai perenidad de concepto. Engañan éstos fácilmente a otros, que tienen también la vista superficial; pero no a la astucia, que, como mira por dentro, los halla vaciados para ser fábula de los Discretos.
49. Hombre juicioso y notante. Señoréase él de los objectos, no los objectos dél. Sonda luego el fondo de la mayor profundidad; sabe hazer anotomía de un caudal con perfección. En viendo un personaje, le comprehende y lo censura por essencia. De raras observaciones, gran desçifrador de la más recatada interioridad. Nota acre, concibe sutil, infiere juicioso: todo lo descubre, advierte, alcança y comprehende.
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