» Aprender a pensar » Oráculo manual y arte de prudencia
Parte II
50. Nunca perderse el respeto a sí mismo. Ni se roze consigo a solas. Sea su misma entereza norma propria de su rectitud, y deva más a la severidad de su dictamen que a todos los extrínsecos preceptos. Dexe de hazer lo indecente más por el temor de su cordura que por el rigor de la agena autoridad. Llegue a temerse, y no necessitará del ayo imaginario de Séneca.
51. Hombre de buena Elección. Lo más se vive della. Supone el buen gusto y el rectíssimo dictamen, que no bastan el estudio ni el ingenio. No ai perfección donde no ai delecto; dos ventajas incluye: poder escoger, y lo mejor. Muchos de ingenio fecundo y sutil, de juicio acre, estudiosos y noticiosos también, en llegando al elegir, se pierden; cásanse siempre con lo peor, que parece afectan el errar, y assí éste es uno de los dones máximos de arriba.
52. Nunca descomponerse. Gran assunto de la cordura, nunca desvaratarse: mucho hombre arguye, de coraçón coronado, porque toda magnanimidad es dificultosa de comoverse. Son las passiones los humores del ánimo, y qualquier excesso en ellas causa indisposición de cordura; y si el mal saliere a la voca, peligrará la reputación. Sea, pues, tan señor de sí, y tan grande, que ni en lo más próspero, ni en lo más adverso pueda alguno censurarle perturbado, sí admirarle superior.
53. Diligente y Inteligente. La diligencia executa presto lo que la inteligencia prolixamente piensa. Es passión de necios la prisa, que, como no descubren el tope, obran sin reparo. Al contrario, los sabios suelen pecar de detenidos, que del advertir nace el reparar. Malogra tal vez la ineficacia de la remissión lo acertado del dictamen. La presteza es madre de la dicha. Obró mucho el que nada dexó para mañana. Augusta empressa, correr a espacio.
54. Tener bríos a lo cuerdo. Al León muerto, hasta las liebres le repelan. No ai burlas con el valor: si cede al primero, también avrá de ceder al segundo, y deste modo hasta el último. La misma dificultad avrá de vencer tarde, que valiera más desde luego. El brío del ánimo excede al del cuerpo: es como la espada, ha de ir siempre envainado en su cordura, para la ocasión. Es el resguardo de la persona: más daña el descaecimiento del ánimo que el del cuerpo. Tuvieron muchos prendas eminentes, que por faltarles este aliento del coraçón, parecieron muertos y acabaron sepultados en su dexamiento, que no sin providencia juntó la naturaleza acudida la dulçura de la miel con lo picante del aguijón en la aveja. Nervios y güessos ai en el cuerpo: no sea el ánimo todo blandura.
55. Hombre de espera. Arguye gran coraçón, con ensanches de sufrimiento. Nunca apressurarse ni apassionarse. Sea uno primero señor de sí, y lo será después de los otros. Hase de caminar por los espacios del tiempo al centro de la ocasión. La detención prudente sazona los aciertos y madura los secretos. La muleta del tiempo es más obradora que la açerada claba de Hércules. El mismo Dios no castiga con bastón, sino con saçón. Gran dezir: «el Tiempo y yo, a otros dos». La misma Fortuna premia el esperar con la grandeza del galardón.
56. Tener buenos repentes. Nacen de una prontitud feliz. No ai aprietos ni acasos para ella, en fe de su vivacidad y despejo. Piensan mucho algunos para errarlo todo después, y otros lo aciertan todo sin pensarlo antes. Ai caudales de antiparístasi, que, empeñados, obran mejor: suelen ser monstros que de pronto todo lo aciertan, y todo lo yerran de pensado; lo que no se les ofrece luego, nunca, ni ai que apelar a después. Son plausibles los prestos, porque arguyen prodigiosa capacidad: en los conceptos, sutileza; en las obras, cordura.
57. Más seguros son los pensados. Harto presto, si bien. Lo que luego se haze, luego se desaze; mas lo que ha de durar una eternidad, ha de tardar otra en hazerse. No se atiende sino a la perfección y sólo el acierto permanece. Entendimiento con fondos logra eternidades. Lo que mucho vale, mucho cuesta, que aun el más precioso de los metales es el más tardo y más grave.
58. Saberse atemperar. No se ha de mostrar igualmente entendido con todos, ni se han de emplear más fuerças de las que son menester. No aya desperdicios, ni de saber, ni de valer. No echa a la presa el buen cetrero más rapiña de la que ha menester para darle caça. No esté siempre de ostentación, que al otro día no admirará. Siempre ha de aver novedad con que luzir, que quien cada día descubre más, mantiene siempre la expectación y nunca llegan a descubrirle los términos de su gran caudal.
59. Hombre de buen dexo. En casa de la Fortuna, si se entra por la puerta del plazer, se sale por la del pesar, y al contrario. Atención, pues, al acabar, poniendo más cuidado en la felicidad de la salida que en el aplauso de la entrada. Desaire común es de afortunados tener mui favorables los principios y mui trágicos los fines. No está el punto en el vulgar aplauso de una entrada, que essas todos las tienen plausibles; pero sí en el general sentimiento de una salida, que son raros los deseados. Pocas vezes acompaña la dicha a los que salen: lo que se muestra de cumplida con los que vienen, de descortés con los que van.
60. Buenos dictámenes. Nácense algunos prudentes: entran con esta ventaja de la sindéresis conatural en la sabiduría, y assí tienen la metad andada para los aciertos. Con la edad y la experiencia viene a sazonarse del todo la razón, y llegan a un juicio mui templado. Abominan de todo capricho como de tentación de la cordura, y más en materias de estado, donde por la suma importancia se requiere la total seguridad. Merecen éstos la asistencia al governalle, o para exercicio o para consejo.
61. Eminencia en lo mejor. Una gran singularidad entre la pluralidad de perfecciones. No puede aver Héroe que no tenga algún extremo sublime: las medianías no son assunto del aplauso. La eminencia en relevante empleo saca de un ordinario vulgar y levanta a categoría de raro. Ser eminente en professión Humilde es ser algo en lo poco; lo que tiene más de lo deleitable, tiene menos de lo glorioso. El excesso en aventajadas materias es como un carácter de soberanía: solicita la admiración y concilia el afecto.
62. Obrar con buenos instrumentos. Quieren algunos que campee el extremo de su sutileza en la ruindad de los instrumentos: peligrosa satisfación, merecedora de un fatal castigo. Nunca la bondad del ministro desminuyó la grandeza del Patrón; antes, toda la gloria de los aciertos recae después sobre la causa principal, assí como al contrario el vituperio. La fama siempre va con los primeros. Nunca dize: «aquél tuvo buenos o malos ministros», sino: «aquél fue buen o mal Artífice». Aya, pues, elección, aya examen, que se les ha de fiar una imortalidad de reputación.
63. Excelencia de primero. Y si con eminencia, doblada. Gran ventaja jugar de mano, que gana en igualdad. Huvieran muchos sido Fenis en los empleos a no irles otros delante. Álçanse los primeros con el mayorazgo de la fama, y quedan para los segundos pleiteados alimentos; por más que suden, no pueden purgar el vulgar achaque de imitación. Sutileza fue de prodigiosos inventar rumbo nuevo para las eminencias, con tal que assegure primero la cordura los empeños. Con la novedad de los assuntos se hizieron lugar los sabios en la matrícula de los heroicos. Quieren algunos más ser primeros en segunda categoría que ser segundos en la primera.
64. Saberse escusar pesares. Es cordura provechosa ahorrar de disgustos. La prudencia evita muchos: es Lucina de la felicidad, y por esso del contento. Las odiosas nuevas, no darlas, menos recebirlas: hánseles de vedar las entradas, si no es la del remedio. A unos se les gastan los oídos de oír mucho dulce en lisonjas; a otros, de escuchar amargo en chismes; y ai quien no sabe vivir sin algún cotidiano sinsavor, como ni Mitrídates sin veneno. Tampoco es regla de conservarse querer darse a sí un pesar de toda la vida por dar plazer una vez a otro, aunque sea el más proprio. Nunca se ha de pecar contra la dicha propria por complazer al que aconseja y se queda fuera; y en todo acontecimiento, siempre que se encontraren el hazer plazer a otro con el hazerse a sí pesar, es lición de conveniencia que vale más que el otro se disguste aora que no tú después y sin remedio.
65. Gusto relevante. Cabe cultura en él, assí como en el ingenio. Realça la excelencia del entender el apetito del desear, y después la fruición del posseer. Conócese la altura de un caudal por la elevación del afecto. Mucho objecto ha menester para satisfazerse una gran capacidad; assí como los grandes vocados son para grandes paladares, las materias sublimes para los sublimes genios. Los más valientes objectos le temen y las más seguras perfecciones desconfían; son pocas las de primera magnitud: sea raro el aprecio. Péganse los gustos con el trato y se heredan con la continuidad: gran suerte comunicar con quien le tiene en su punto. Pero no se ha de hazer professión de desagradarse de todo, que es uno de los necios extremos, y más odioso quando por afectación que por destemplança. Quisieran algunos que criara Dios otro mundo y otras perfecciones para satisfación de su extravagante fantasía.
66. Atención a que le salgan bien las cosas. Algunos ponen más la mira en el rigor de la dirección que en la felicidad del conseguir intento, pero más prepondera siempre el descrédito de la infelicidad que el abono de la diligencia. El que vence no necessita de dar satisfaciones. No perciben los más la puntualidad de las circunstancias, sino los buenos o los ruines sucesos; y assí, nunca se pierde reputación quando se consigue el intento. Todo lo dora un buen fin, aunque lo desmientan los desaciertos de los medios. Que es arte ir contra el arte quando no se puede de otro modo conseguir la dicha del salir bien.
67. Preferir los Empleos plausibles. Las más de las cosas dependen de la satisfación agena. Es la estimación para las perfecciones lo que el favonio para las flores: aliento y vida. Ai empleos expuestos a la aclamación universal y ai otros, aunque mayores, en nada expectables: aquéllos, por obrarse a vista de todos, captan la benevolencia común; éstos, aunque tienen más de lo raro y primoroso, se quedan en el secreto de su imperceptibilidad, venerados, pero no aplaudidos. Entre los Príncipes, los vitoriosos son los celebrados, y por esso los Reyes de Aragón fueron tan plausibles por guerreros, conquistadores y magnánimos. Prefiera el varón grande los célebres empleos que todos perciban y participen todos, y a sufragios comunes quede imortaliçado.
68. Dar entendimiento. Es de más primor que el dar memoria, quanto es más. Unas vezes se ha de acordar y otras advertir. Dexan algunos de hazer las cosas que estuvieran en su punto, porque no se les ofrecen; ayude entonces la advertencia amigable a concebir las conveniencias. Una de las mayores ventajas de la mente es el ofrecérsele lo que importa. Por falta desto dexan de hazerse muchos aciertos. Dé luz el que la alcança, y solicítela el que la mendiga: aquél con detención, éste con atención; no sea más que dar pie. Es urgente esta sutileza quando toca en utilidad del que despierta. Conviene mostrar gusto, y passar a más quando no vastare; ya se tiene el No, váyase en busca del Sí con destreza, que las más vezes no se consigue porque no se intenta.
69. No rendirse a un vulgar humor. Hombre grande el que nunca se sugeta a peregrinas impressiones. Es lición de advertencia la reflexión sobre sí: un conocer su disposición actual y prevenirla, y aun decantarse al otro extremo para hallar, entre el natural y el arte, el fiel de la sindéresis. Principio es de corregirse el conocerse; que ai monstros de la impertinencia: siempre están de algún humor y varían afectos con ellos; y arrastrados eternamente desta destemplança civil, contraditoriamente se empeñan. Y no sólo gasta la voluntad este excesso, sino que se atreve al juizio, alterando el querer y el entender.
70. Saber negar. No todo se ha de conceder, ni a todos. Tanto importa como el saber conceder, y en los que mandan es atención urgente. Aquí entra el modo: más se estima el no de algunos que el sí de otros, porque un no dorado satisfaze más que un sí a secas. Ai muchos que siempre tienen en la voca el no, con que todo lo desazonan. El no es siempre el primero en ellos, y aunque después todo lo vienen a conceder, no se les estima, porque precedió aquella primera desazón. No se han de negar de rondón las cosas: vaya a tragos el desengaño; ni se ha de negar del todo, que sería desauciar la dependencia. Queden siempre algunas reliquias de esperança para que templen lo amargo del negar. Llene la cortesía el vacío del favor y suplan las buenas palabras la falta de las obras. El No y el Sí son breves de dezir y piden mucho pensar.
71. No ser desigual, de proceder anómalo: ni por natural, ni por afectación. El varón cuerdo siempre fue el mismo en todo lo perfecto, que es crédito de entendido. Dependa en su mudança de las causas y méritos. En materia de cordura, la variedad es fea. Ai algunos que cada día son otros de sí; hasta el entendimiento tienen desigual, quánto más la voluntad, y aun la ventura. El que ayer fue el blanco de su sí, hoi es el negro de su no, desmintiendo siempre su proprio crédito y deslumbrando el ageno concepto.
72. Hombre de resolución. Menos dañosa es la mala execución que la irresolución. No se gastan tanto las materias quando corren como si estancan. Ai hombres indeterminables, que necessitan de agena premonición en todo; y a vezes no nace tanto de la perplexidad del juizio, pues lo tienen perspicaz, quanto de la ineficacia. Ingenioso suele ser el dificultar, pero más lo es el hallar salida a los inconvenientes. Ai otros que en nada se embaraçan, de juicio grande y determinado; nacieron para sublimes empleos, porque su despexada comprehensión facilita el acierto y el despacho: todo se lo hallan hecho, que después de aver dado razón a un mundo, le quedó tiempo a uno destos para otro; y quando están afiançados de su dicha, se empeñan con más seguridad.
73. Saber usar del desliz. Es el desempeño de los cuerdos. Con la galantería de un donaire suelen salir del más entrincado laberinto. Hurtásele el cuerpo airosamente con un sonriso a la más dificultosa contienda. En esto fundava el mayor de los grandes Capitanes su valor. Cortés treta del negar, mudar el verbo; ni ai mayor atención que no darse por entendido.
74. No ser intratable. En lo más poblado están las fieras verdaderas. Es la inaccessibilidad vicio de desconocidos de sí, que mudan los humores con los honores. No es medio a propósito para la estimación començar enfadando. ¿Qué es de ver uno destos mostros intratables, siempre a punto de su fiereça impertinente? Entran a hablalles los dependentes por su desdicha, como a lidiar con tigres, tan armados de tiento quanto de rezelo. Para subir al puesto agradaron a todos, y en estando en él se quieren desquitar con enfadar a todos. Aviendo de ser de muchos por el empleo, son de ninguno por su aspereza o entono. Cortesano castigo para éstos: dexarlos estar, hurtándoles la cordura con el trato.
75. Elegir idea Heroica. Más para la emulación que para la imitación. Ai exemplares de grandeza, textos animados de la reputación. Propóngase cada uno en su empleo los primeros, no tanto para seguir, quanto para adelantarse. Lloró Alexandro no a Aquiles sepultado, sino a sí mismo, aun no bien nacido al lucimiento. No ai cosa que assí solicite ambiciones en el ánimo como el clarín de la Fama agena: el mismo que atierra la invidia alienta la generosidad.
76. No estar siempre de burlas. Conócese la prudencia en lo serio, que está más acreditado que lo ingenioso. El que siempre está de burlas nunca es hombre de veras. Igualámoslos a éstos con los mentirosos en no darles crédito: a los unos por rezelo de mentira, a los otros de su fisga. Nunca se sabe quándo hablan en juizio, que es tanto como no tenerle. No ai mayor desaire que el contino donaire. Ganan otros fama de dezidores y pierden el crédito de cuerdos. Su rato ha de tener lo jovial, todos los demás lo serio.
77. Saber hazerse a todos. Discreto Proteo: con el docto, docto, y con el santo, santo. Gran arte de ganar a todos, porque la semejança concilia benevolencia. Observar los genios y templarse al de cada uno; al serio y al jovial, seguirles el corriente, haziendo política transformación: urgente a los que dependen. Requiere esta gran sutileza del vivir un gran caudal; menos dificultosa al varón universal de ingenio en noticias y de genio en gustos.
78. Arte en el intentar. La necedad siempre entra de rondón, que todos los necios son audazes. Su misma simplicidad, que les impide primero la advertencia para los reparos, les quita después el sentimiento para los desaires. Pero la cordura entra con grande tiento. Son sus batidores la advertencia y el recato, ellos van descubriendo para proceder sin peligro. Todo arrojamiento está condenado por la Discreción a despeño, aunque tal vez lo absuelva la ventura. Conviene ir detenido donde se teme mucho fondo: vaya intentando la sagacidad y ganando tierra la prudencia. Ai grandes vaxíos hoi en el trato humano: conviene ir siempre calando sonda.
79. Genio Genial. Si con templança, prenda es, que no defecto. Un grano de donosidad todo lo sazona. Los mayores hombres juegan también la pieça del donaire, que concilia la gracia universal; pero guardando siempre los aires a la cordura, y haziendo la salva al decoro. Hazen otros de una gracia atajo al desempeño, que ai cosas que se han de tomar de burlas, y a vezes las que el otro toma más de veras. Indica apacibilidad, garavato de coraçones.
80. Atención al informarse. Vívese lo más de información. Es lo menos lo que vemos; vivimos de fe agena. Es el oído la puerta segunda de la verdad y principal de la mentira. La verdad ordinariamente se ve, extravagantemente se oye; raras vezes llega en su elemento puro, y menos quando viene de lejos; siempre trae algo de mixta, de los afectos por donde passa; tiñe de sus colores la passión quanto toca, ya odiosa, ya favorable. Tira siempre a impressionar: gran cuenta con quien alaba, mayor con quien vitupera. Es menester toda la atención en este punto para descubrir la intención en el que tercia, conociendo de antemano de qué pie se movió. Sea la reflexa contraste de lo falto y de lo falso.
81. Usar el renovar su lucimiento. Es privilegio de Fénix. Suele envejezerse la excelencia, y con ella la fama. La costumbre desminuye la admiración, y una mediana novedad suele vencer a la mayor eminencia envejecida. Usar, pues, del renacer en el valor, en el ingenio, en la dicha, en todo: empeñarse con novedades de vizarría, amaneciendo muchas vezes como el Sol, variando teatros al lucimiento, para que en el uno la privación y en el otro la novedad soliciten aquí el aplauso, si allí el desseo.
82. Nunca apurar, ni el mal, ni el bien. A la moderación en todo reduxo la sabiduría toda un sabio. El sumo derecho se haze tuerto, y la naranja que mucho se estruja llega a dar lo amargo. Aun en la fruición nunca se ha de llegar a los extremos. El mismo ingenio se agota si se apura, y sacara sangre por leche el que esquilmare a lo tirano.
83. Permitirse algún venial desliz. Que un descuido suele ser tal vez la mayor recomendación de las prendas. Tiene su Ostracismo la invidia, tanto más civil quanto más criminal. Acusa lo mui perfecto de que peca en no pecar; y por perfecto en todo, lo condena todo. Házese Argos en buscarle faltas a lo mui bueno, para consuelo siquiera. Hyere la censura, como el rayo, los más empinados realces. Dormite, pues, tal vez Homero, y afecte algún descuido en el ingenio, o en el valor, pero nunca en la cordura, para sossegar la malevolencia, no rebiente ponzoñosa: será como un echar la capa al toro de la invidia para salvar la inmortalidad.
84. Saber usar de los enemigos. Todas las cosas se han de saber tomar, no por el corte, que ofendan, sino por la empuñadura, que defiendan; mucho más la emulación. Al varón sabio más le aprovechan sus enemigos que al necio sus amigos. Suele allanar una malevolencia montañas de dificultad, que desconfiara de emprenderlas el favor. Fabricáronles a muchos su grandeza sus malévolos. Más fiera es la lisonja que el odio, pues remedia éste eficazmente las tachas que aquélla disimula. Haze el cuerdo espejo de la ojeriza, más fiel que el de la afición, y previene a la detracción los defectos, o los enmienda, que es grande el recato quando se vive en frontera de una emulación, de una malevolencia.
85. No ser Malilla. Achaque es de todo lo excelente que su mucho uso viene a ser abuso. El mismo codiciarlo todos viene a parar en enfadar a todos. Grande infelicidad ser para nada; no menor querer ser para todo. Vienen a perder éstos por mucho ganar, y son después tan aborrecidos quanto fueron antes deseados. Rózanse destas malillas en todo género de perfecciones, que, perdiendo aquella primera estimación de raras, consiguen el desprecio de vulgares. El único remedio de todo lo extremado es guardar un medio en el lucimiento: la demasía ha de estar en la perfección y la templanza en la ostentación. Quanto más luze una antorcha, se consume más y dura menos. Escasezes de apariencia se premian con logros de estimación.
86. Prevenir las malas vozes. Tiene el vulgo muchas cabeças, y assí muchos ojos para la malicia y muchas lenguas para el descrédito. Acontece correr en él alguna mala voz que desdora el mayor crédito; y si llegare a ser apodo vulgar, acabará con la reputación. Dásele pie comúnmente con algún sobresaliente desaire, con ridículos defetos, que son plausible materia a sus hablillas, si bien ai desdoros echadizos de la emulación especial a la malicia común; que ai vocas de la malevolencia, y arruinan más presto una gran fama con un chiste que con un descaramiento. Es mui fácil de cobrar la siniestra fama, porque lo malo es mui creíble y cuesta mucho de borrarse. Escuse, pues, el varón cuerdo estos desaires, contrastando con su atención la vulgar insolencia, que es más fácil el prevenir que el remediar.
87. Cultura, y aliño. Nace bárbaro el hombre, redímese de bestia cultivándose. Haze personas la cultura, y más quanto mayor. En fe della pudo Grecia llamar bárbaro a todo el restante universo. Es mui tosca la ignorancia; no ai cosa que más cultive que el saber. Pero aun la misma sabiduría fue grossera, si desaliñada. No sólo ha de ser aliñado el entender, también el querer, y más el conversar. Hállanse hombres naturalmente aliñados, de gala interior y exterior, en concepto y palabras, en los arreos del cuerpo, que son como la corteza, y en las prendas del alma, que son el fruto. Otros ai, al contrario, tan grosseros, que todas sus cosas, y tal vez eminencias, las deslucieron con un intolerable bárbaro desaseo.
88. Sea el trato por mayor, procurando la sublimidad en él. El varón grande no deve ser menudo en su proceder. Nunca se ha de individuar mucho en las cosas, y menos en las de poco gusto; porque aunque es ventaja notarlo todo al descuido, no lo es quererlo averiguar todo de propósito. Hase de proceder de ordinario con una hidalga generalidad, ramo de galantería. Es gran parte del regir el dissimular. Hase de dar passada a las más de las cosas, entre familiares, entre amigos, y más entre enemigos. Toda nimiedad es enfadosa, y en la condición, pesada. El ir y venir a un disgusto es especie de manía; y comúnmente tal será el modo de portarse cada uno, qual fuere su coraçón y su capacidad.
89. Comprehensión de sí. En el Genio, en el Ingenio; en dictámenes, en afectos. No puede uno ser señor de sí si primero no se comprehende. Ai espejos del rostro, no los ai del ánimo: séalo la discreta reflexión sobre sí. Y quando se olvidare de su imagen exterior, conserve la interior para enmendarla, para mejorarla. Conozca las fuerças de su cordura y sutileza para el emprender; tantee la irascible para el empeñarse. Tenga medido su fondo y pesado su caudal para todo.
90. Arte para vivir mucho: vivir bien. Dos cosas acaban presto con la vida: la necedad o la ruindad. Perdiéronla unos por no saberla guardar, y otros por no querer. Assí como la virtud es premio de sí misma, assí el vicio es castigo de sí mismo. Quien vive aprisa en el vicio acaba presto de dos maneras; quien vive aprisa en la virtud nunca muere. Comunícase la entereza del ánimo al cuerpo, y no sólo se tiene por larga la vida buena en la intensión, sino en la misma extensión.
91. Obrar siempre sin escrúpulos de imprudencia. La sospecha de desacierto en el que executa es evidencia ya en el que mira, y más si fuere émulo. Si ya al calor de la passión escrupulea el dictamen, condenará después desapassionado a necedad declarada. Son peligrosas las acciones en duda de prudencia; más segura sería la omissión. No admite probabilidades la cordura: siempre camina al mediodía de la luz de la razón. ¿Cómo puede salir bien una empressa que, aun concebida, la está ya condenando el rezelo? Y si la resolución más graduada con el nemine discrepante interior suele salir infelizmente, ¿qué aguarda la que començó titubeando en la razón y mal agorada del dictamen?
92. Seso trascendental: digo en todo. Es la primera y suma regla del obrar y del hablar, más encargada quanto mayores y más altos los empleos. Más vale un grano de cordura que arrobas de sutileza. Es un caminar a lo seguro, aunque no tan a lo plausible, si bien la reputación de cuerdo es el triunfo de la fama: vastará satisfazer a los cuerdos, cuyo voto es la piedra de toque a los aciertos.
93. Hombre universal. Compuesto de toda perfección, vale por muchos. Haze felicíssimo el vivir, comunicando esta fruición a la familiaridad. La variedad con perfección es entretenimiento de la vida. Gran arte la de saber lograr todo lo bueno; y pues le hizo la naturaleza al hombre un compendio de todo lo natural por su eminencia, hágale el arte un universo por exercicio, y cultura del gusto y del entendimiento.
94. Incomprehensibilidad de caudal. Escuse el varón atento sondarle el fondo, ya al saber, ya al valer, si quiere que le veneren todos. Permítase al conocimiento, no a la comprehensión. Nadie le averigüe los términos de la capacidad, por el peligro evidente del desengaño. Nunca dé lugar a que alguno le alcançe todo: mayores efectos de veneración causa la opinión y duda de adónde llega el caudal de cada uno que la evidencia dél, por grande que fuere.
95. Saber entretener la expectación: irla cevando siempre. Prometa más lo mucho, y la mejor acción sea envidar de mayores. No se ha de echar todo el resto al primer lance: gran treta es saberse templar, en las fuerças, en el saber, y ir adelantando el desempeño.
96. De la gran sindéresis. Es el trono de la razón, basa de la prudencia, que en fe della cuesta poco el acertar. Es suerte del Cielo, y la más deseada por primera y por mejor: la primera pieça del arnés con tal urgencia, que ninguna otra que le falte a un hombre le denomina falto; nótase más su menos. Todas las acciones de la vida dependen de su influencia, y todas solicitan su calificación, que todo ha de ser con seso. Consiste en una conatural propensión a todo lo más conforme a razón, casándose siempre con lo más acertado.
97. Conseguir y conservar la reputación. Es el usufructo de la fama. Cuesta mucho, porque nace de las eminencias, que son tan raras quanto comunes las medianías. Conseguida, se conserva con facilidad. Obliga mucho y obra más. Es especie de magestad quando llega a ser veneración, por la sublimidad de su causa y de su esfera; pero la reputación substancial es la que valió siempre.
98. Cifrar la voluntad. Son las passiones los portillos del ánimo. El más plático saber consiste en dissimular; lleva riesgo de perder el que juega a juego descubierto. Compita la detención del recatado con la atención del advertido: a linces de discurso, xibias de interioridad. No se le sepa el gusto, porque no se le prevenga, unos para la contradición, otros para la lisonja.
99. Realidad y apariencia. Las cosas no passan por lo que son, sino por lo que parecen. Son raros los que miran por dentro, y muchos los que se pagan de lo aparente. No basta tener razón con cara de malicia.
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