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Parte III

100. Varón desengañado: Christiano sabio, Cortesano filósofo. Mas no parecerlo, menos afectarlo. Está desacreditado el filosofar, aunque el exercicio mayor de los sabios. Vive desautorizada la ciencia de los cuerdos. Introdúxola Séneca en Roma, conservóse algún tiempo cortesana, ya es tenida por impertinencia. Pero siempre el desengaño fue pasto de la prudencia, delicias de la entereza.

101. La metad del mundo se está riendo de la otra metad, con necedad de todos. O todo es bueno, o todo es malo, según votos. Lo que éste sigue, el otro persigue. Insufrible necio el que quiere regular todo objecto por su concepto. No dependen las perfecciones de un solo agrado: tantos son los gustos como los rostros, y tan varios. No ai defecto sin afecto, ni se ha de desconfiar porque no agraden las cosas a algunos, que no faltarán otros que las aprecien; ni aun el aplauso destos le sea materia al desvanecimiento, que otros lo condenarán. La norma de la verdadera satisfación es la aprobación de los varones de reputación, y que tienen voto en aquel orden de cosas. No se vive de un voto solo, ni de un uso, ni de un siglo.

102. Estómago para grandes vocados de la fortuna. En el cuerpo de la prudencia no es la parte menos importante un gran buche, que de grandes partes se compone una gran capacidad. No se embaraça con las buenas dichas quien merece otras mayores; lo que es ahíto en unos es hambre en otros. Ai muchos que se les gasta qualquier mui importante manjar por la cortedad de su natural, no acostumbrado ni nacido para tan sublimes empleos; açedáseles el trato, y con los humos que se levantan de la postiza honra viene a desvanecérseles la cabeça. Corren gran peligro en los lugares altos, y no caben en sí porque no cabe en ellos la suerte. Muestre, pues, el varón grande que aun le quedan ensanches para cosas mayores, y huiga con especial cuidado de todo lo que puede dar indicio de angosto coraçón.

103. Cada uno la magestad en su modo. Sean todas las acciones, si no de un Rei, dignas de tal, según su esfera; el proceder Real, dentro de los límites de su cuerda suerte: sublimidad de acciones, remonte de pensamientos. Y en todas sus cosas represente un Rei por méritos, quando no por realidad, que la verdadera soberanía consiste en la entereza de costumbres; ni tendrá que invidiar a la grandeza quien pueda ser norma della. Especialmente a los allegados al trono pégueseles algo de la verdadera superioridad, participen antes de las prendas de la magestad que de las ceremonias de la vanidad, sin afectar lo imperfecto de la inchaçón, sino lo realçado de la substancia.

104. Tener tomado el pulso a los empleos. Ai su variedad en ellos: magistral conocimiento, y que necessita de advertencia; piden unos valor y otros sutileza. Son más fáciles de manejar los que dependen de la rectitud, y más difíciles los que del artificio. Con un buen natural no es menester más para aquéllos; para éstos no basta toda la atención y desvelo. Trabajosa ocupación governar hombres, y más, locos o necios: doblado sesso es menester para con quien no le tiene. Empleo intolerable el que pide todo un hombre, de horas contadas y la materia cierta; mejores son los libres de fastidio juntando la variedad con la gravedad, porque la alternación refresca el gusto. Los más autorizados son los que tienen menos, o más distante, la dependencia; y aquél es el peor que al fin haze sudar en la residencia humana y más en la divina.

105. No cansar. Suele ser pessado el hombre de un negocio, y el de un verbo. La brevedad es lisongera, y más negociante; gana por lo cortés lo que pierde por lo corto. Lo bueno, si breve, dos vezes bueno; y aun lo malo, si poco, no tan malo. Más obran quintas essencias que fárragos; y es verdad común que hombre largo raras vezes entendido, no tanto en lo material de la disposición quanto en lo formal del discurso. Ai hombres que sirven más de embaraço que de adorno del universo, alajas perdidas que todos las desvían. Escuse el Discreto el embaraçar, y mucho menos a grandes personajes, que viven mui ocupados, y sería peor desazonar uno dellos que todo lo restante del mundo. Lo bien dicho se dize presto.

106. No afectar la fortuna. Más ofende el ostentar la dignidad que la persona. Hazer del hombre es odioso, bastávale ser invidiado. La estimación se consigue menos quanto se busca más; depende del respeto ageno; y assí no se la puede tomar uno, sino merecerla de los otros y aguardarla. Los empleos grandes piden autoridad ajustada a su exercicio, sin la qual no pueden exercerse dignamente. Conserve la que merece para cumplir con lo substancial de sus obligaciones: no estrujarla, ayudarla sí, y todos los que hazen del hazendado en el empleo dan indicio de que no lo merecían, y que viene sobrepuesta la dignidad. Si se huviere de valer, sea antes de lo eminente de sus prendas que de lo adventicio; que hasta un Rei se ha de venerar más por la persona que por la extrínseca soberanía.

107. No mostrar satisfación de sí. Viva ni descontento, que es poquedad, ni satisfecho, que es necedad. Nace la satisfación en los más de ignorancia y para en una felicidad necia, que, aunque entretiene el gusto, no mantiene el crédito. Como no alcança las superlativas perfecciones en los otros, págase de qualquiera vulgar medianía en sí. Siempre fue útil, a más de cuerdo, el rezelo, o para prevención de que salgan bien las cosas, o para consuelo quando salieren mal; que no se le haze de nuevo el desaire de su suerte al que ya se lo temía. El mismo Homero dormita tal vez, y cae Alexandro de su estado y de su engaño. Dependen las cosas de muchas circunstancias; y la que triunfó en un puesto, y en tal ocasión, en otra se malogra; pero la incorregibilidad de lo necio está en que se convirtió en flor la más vana satisfación, y va brotando siempre su semilla.

108. Atajo para ser persona: saberse ladear. Es mui eficaz el trato. Comunícanse las costumbres y los gustos. Pégase el genio, y aun el ingenio sin sentir. Procure, pues, el pronto juntarse con el reportado; y assí en los demás genios, con éste conseguirá la templança sin violencia: es gran destreza saberse atemperar. La alternación de contrariedades hermosea el universo y le sustenta, y si causa armonía en lo natural, mayor en lo moral. Válgase desta política advertencia en la elección de familiares y de famulares, que con la comunicación de los extremos se ajustará un medio mui discreto.

109. No ser acriminador. Ai hombres de genio fiero, todo lo hazen delito, y no por passión, sino por naturaleza. A todos condenan, a unos porque hizieron, a otros porque harán. Indica ánimo peor que cruel, que es vil, y acriminan con tal exageración, que de los átomos hazen vigas para sacar los ojos: cómitres en cada puesto, que hazen galera de lo que fuera Elisio; pero si media la passión, de todo hazen estremos. Al contrario, la ingenuidad para todo alla salida, si no de intención, de inadvertencia.

110. No aguardar a ser Sol que se pone. Máxima es de cuerdos dexar las cosas antes que los dexen. Sepa uno hazer triunfo del mismo fenecer; que tal vez el mismo Sol, a buen lucir, suele retirarse a una nube porque no le vean caer, y dexa en suspensión de si se puso o no se puso. Hurte el cuerpo a los ocasos para no rebentar de desaires; no aguarde a que le buelvan las espaldas, que le sepultarán vivo para el sentimiento, y muerto para la estimación. Jubila con tiempo el advertido al corredor cavallo, y no aguarda a que, cayendo, levante la risa en medio la carrera. Rompa el espejo con tiempo y con astucia la belleza, y no con impaciencia después al ver su desengaño.

111. Tener amigos. Es el segundo ser. Todo amigo es bueno y sabio para el amigo. Entre ellos todo sale bien. Tanto valdrá uno quanto quisieren los demás; y para que quieran, se les ha de ganar la voca por el coraçón. No ai hechiço como el buen servicio, y para ganar amistades, el mejor medio es hazellas. Depende lo más y lo mejor que tenemos de los otros. Hase de vivir, o con amigos o con enemigos. Cada día se ha de diligenciar uno, aunque no para íntimo, para aficionado, que algunos se quedan después para confidentes, passando por el acierto del delecto.

112. Ganar la pía afición, que aun la primera y suma Causa en sus mayores assuntos la previene y la dispone. Éntrase por el afecto al concepto. Algunos se fían tanto del valor, que desestiman la diligencia; pero la atención sabe bien que es grande el rodeo de solos los méritos, si no se ayudan del favor. Todo lo facilita y suple la benevolencia; no siempre supone las prendas, sino que las pone, como el valor, la entereza, la sabiduría, hasta la discreción. Nunca ve las fealdades, porque no las querría ver. Nace de ordinario de la correspondencia material en genio, nación, parentesco, patria y empleo. La formal es más sublime en prendas, obligaciones, reputación, méritos. Toda la dificultad es ganarla, que con facilidad se conserva. Puédese diligenciar, y saberse valer della.

113. Prevenirse en la fortuna próspera para la adversa. Arbitrio es hazer en el Estío la provisión para el Invierno, y con más comodidad. Van varatos entonces los favores, ai abundancia de amistades. Bueno es conservar para el mal tiempo, que es la adversidad cara, y falta de todo. Aya retén de amigos y de agradecidos, que algún día hará aprecio de lo que aora no haze caso. La villanía nunca tiene amigos: en la prosperidad porque los desconoce, en la adversidad la desconocen a ella.

114. Nunca competir. Toda pretensión con oposición daña el crédito. La competencia tira luego a desdorar, por desluzir. Son pocos los que hazen buena guerra, descubre la emulación los defectos que olvidó la cortesía. Vivieron muchos acreditados mientras no tuvieron émulos. El calor de la contrariedad aviva o resucita las infamias muertas, desentierra hediondezes passadas y antepassadas. Comiénçase la competencia con manifiesto de desdoros, ayudándose de quanto puede y no deve; y aunque a vezes, y las más, no sean armas de provecho las ofensas, haze dellas vil satisfación a su venganza, y sacude esta con tal aire, que haze saltar a los desaires el polvo del olvido. Siempre fue pacífica la benevolencia y benévola la reputación.

115. Hazerse a las malas condiciones de los familiares; assí como a los malos rostros: es conveniencia donde tercia dependencia. Ai fieros genios que no se puede vivir con ellos, ni sin ellos. Es, pues, destreza irse acostumbrando, como a la fealdad, para que no se hagan de nuevo en la terribilidad de la ocasión. La primera vez espantan, pero poco a poco se les viene a perder aquel primer horror, y la reflexa previene los disgustos, o los tolera.

116. Tratar siempre con gente de obligaciones. Puede empeñarse con ellos, y empeñarlos. Su misma obligación es la mayor fiança de su trato, aun para varajar, que obran como quien son, y vale más pelear con gente de bien que triunfar de gente de mal. No ai buen trato con la ruindad, porque no se halla obligada a la entereza; por esso entre ruines nunca ai verdadera amistad, ni es de buena lei la fineza, aunque lo pareza, porque no es en fe de la honra. Reniegue siempre de hombre sin ella, que quien no la estima, no estima la virtud; y es la honra el trono de la entereza.

117. Nunca hablar de sí. O se ha de alabar, que es desvanecimiento, o se ha de vituperar, que es poquedad; y, siendo culpa de cordura en el que dize, es pena de los que oyen. Si esto se ha de evitar en la familiaridad, mucho más en puestos sublimes, donde se habla en común, y passa ya por necedad qualquier apariencia della. El mismo inconveniente de cordura tiene el hablar de los presentes por el peligro de dar en uno de dos escollos: de lisonja, o vituperio.

118. Cobrar fama de Cortés, que basta a hazerle plausible. Es la cortesía la principal parte de la cultura, especie de hechizo, y assí concilia la gracia de todos, assí como la descortesía el desprecio y enfado universal. Si ésta nace de sobervia, es aborrecible; si de grosería, despreciable. La cortesía siempre ha de ser más que menos, pero no igual, que degeneraría en injusticia. Tiénese por deuda entre enemigos para que se vea su valor. Cuesta poco y vale mucho: todo honrador es honrado. La galantería y la honra tienen esta ventaja, que se quedan: aquélla en quien la usa, ésta en quien la haze.

119. No hazerse de mal querer. No se ha de provocar la aversión, que aun sin quererlo, ella se adelanta. Muchos ai que aborrecen de valde, sin saber el cómo ni por qué. Previene la malevolencia a la obligación. Es más eficaz y pronta para el daño la irascible que la concupiscible para el provecho. Afectan algunos ponerse mal con todos, por enfadoso o por enfadado genio; y si una vez se apodera el odio, es, como el mal concepto, dificultoso de borrar. A los hombres juiziosos los temen, a los maldizientes aborrecen, a los presumidos asquean, a los fisgones abominan, a los singulares los dexan. Muestre, pues, estimar para ser estimado, y el que quiere hazer casa haze caso.

120. Vivir a lo plático. Hasta el saber ha de ser al uso, y donde no se usa, es preciso saber hazer del ignorante. Múdanse a tiempos el discurrir y el gustar: no se ha de discurrir a lo viejo, y se ha de gustar a lo moderno. El gusto de las cabeças haze voto en cada orden de cosas. Ésse se ha de seguir por entonces, y adelantar a eminencia. Acomódese el cuerdo a lo presente, aunque le parezca mejor lo passado, assí en los arreos del alma como del cuerpo. Sólo en la bondad no vale esta regla de vivir, que siempre se ha de platicar la virtud. Desconócese ya, y parece cosa de otros tiempos el dezir verdad, el guardar palabra; y los varones buenos parecen hechos al buen tiempo, pero siempre amados; de suerte que, si algunos ai, no se usan ni se imitan. ¡O, grande infelicidad del siglo nuestro, que se tenga la virtud por estraña y la malicia por corriente! Viva el Discreto como puede, si no como querría. Tenga por mejor lo que le concedió la suerte que lo que le ha negado.

121. No hazer negocio del no negocio. Assí como algunos todo lo hazen cuento, assí otros todo negocio: siempre hablan de importancia, todo lo toman de veras, reduziéndolo a pendencia y a misterio. Pocas cosas de enfado se han de tomar de propósito, que sería empeñarse sin él. Es trocar los puntos tomar a pechos lo que se ha de echar a las espaldas. Muchas cosas que eran algo, dexándolas, fueron nada; y otras que eran nada, por aver hecho caso dellas, fueron mucho. Al principio es fácil dar fin a todo, que después no. Muchas vezes haze la enfermedad el mismo remedio, ni es la peor regla del vivir el dexar estar.

122. Señorío en el dezir y en el hazer. Házese mucho lugar en todas partes, y gana de antemano el respeto. En todo influye, en el conversar, en el orar, hasta en el caminar; y aun el mirar en el querer. Es gran vitoria coger los coraçones. No nace de una necia intrepidez, ni del enfadoso entretenimiento, sí en una decente autoridad nacida del genio superior y ayudada de los méritos.

123. Hombre desafectado. A más prendas, menos afectación, que suele ser vulgar desdoro de todas. Es tan enfadosa a los demás quan penosa al que la sustenta, porque vive mártir del cuidado, y se atormenta con la puntualidad. Pierden su mérito las mismas eminencias con ella, porque se juzgan nacidas antes de la artificiosa violencia que de la libre naturaleza, y todo lo natural fue siempre más grato que lo artificial. Los afectados son tenidos por estrangeros en lo que afectan; quanto mejor se haze una cosa se ha de desmentir la industria, porque se vea que se cae de su natural la perfección. Ni por huir la afectación se ha de dar en ella afectando el no afectar. Nunca el Discreto se ha de dar por entendido de sus méritos, que el mismo descuido despierta en los otros la atención. Dos vezes es eminente el que encierra todas las perfecciones en sí, y ninguna en su estimación; y por encontrada senda llega al término de la plausibilidad.

124. Llegar a ser deseado. Pocos llegaron a tanta gracia de las gentes, y si de los cuerdos, felicidad. Es ordinaria la tibieza con los que acaban. Ai modos para merecer este premio de afición: la eminencia en el empleo y en las prendas es segura; el agrado, eficaz. Házese dependencia de la eminencia, de modo que se note que el cargo le huvo menester a él, y no él al cargo; honran unos los puestos, a otros honran. No es ventaja que le haga bueno el que sucedió malo, porque esso no es ser deseado absolutamente, sino ser el otro aborrecido.

125. No ser libro verde. Señal de tener gastada la fama propria es cuidar de la infamia agena. Querrían algunos con las manchas de los otros dissimular, si no labar, las suyas; o se consuelan, que es el consuelo de los necios. Huéleles mal la voca a éstos, que son los albañares de las inmundicias civiles. En estas materias, el que más escarba, más se enloda. Pocos se escapan de algún achaque original, o al derecho, o al través. No son conocidas las faltas en los poco conocidos. Huiga el atento de ser registro de infamias, que es ser un aborrecido padrón y, aunque vivo, desalmado.

126. No es necio el que haze la necedad, sino el que, hecha, no la sabe encubrir. Hanse de sellar los afectos, ¡quánto más los defectos! Todos los hombres yerran, pero con esta diferencia, que los sagazes desmienten las echas, y los necios mienten las por hazer. Consiste el crédito en el recato, más que en el hecho, que si no es uno casto, sea cauto. Los descuidos de los grandes hombres se observan más, como eclipses de las lumbreras mayores. Sea excepción de la amistad el no confiarla los defectos; ni aun, si ser pudiesse, a su misma identidad. Pero puédese valer aquí de aquella otra regla del vivir, que es saber olvidar.

127. El despejo en todo. Es vida de las prendas, aliento del dezir, alma del hazer, realce de los mismos realces. Las demás perfecciones son ornato de la naturaleza, pero el despejo lo es de las mismas perfecciones: hasta en el discurrir se celebra. Tiene de privilegio lo más, deve al estudio lo menos, que aun a la disciplina es superior; passa de facilidad, y adelántase a vizarría; supone desembaraço, y añade perfección. Sin él toda belleza es muerta, y toda gracia, desgracia. Es trascendental al valor, a la discreción, a la prudencia, a la misma magestad. Es político atajo en el despacho, y un culto salir de todo empeño.

128. Alteza de ánimo. Es de los principales requisitos para Héroe, porque inflama a todo género de grandeza. Realça el gusto, engrandeze el coraçón, remonta el pensamiento, ennoblece la condición y dispone la magestad. Dondequiera que se halla, se descuella, y aun tal vez, desmentida de la invidia de la suerte, rebienta por campear. Ensánchase en la voluntad, ya que en la possibilidad se violente. Reconócela por fuente la magnanimidad, la generosidad y toda heroica prenda.

129. Nunca quexarse. La quexa siempre trae descrédito. Más sirve de exemplar de atrevimiento a la passión que de consuelo a la compassión. Abre el passo a quien la oye para lo mismo, y es la noticia del agravio del primero disculpa del segundo. Dan pie algunos con sus quexas de las ofensiones passadas a las venideras, y pretendiendo remedio o consuelo, solicitan la complacencia, y aun el desprecio. Mejor política es celebrar obligaciones de unos para que sean empeños de otros, y el repetir favores de los ausentes es solicitar los de los presentes, es vender crédito de unos a otros. Y el varón atento nunca publique ni desaires ni defectos, sí estimaciones, que sirven para tener amigos y de contener enemigos.

130. Hazer, y hazer parecer. Las cosas no passan por lo que son, sino por lo que parecen. Valer y saberlo mostrar es valer dos vezes. Lo que no se ve es como si no fuesse. No tiene su veneración la razón misma donde no tiene cara de tal. Son muchos más los engañados que los advertidos: prevaleze el engaño y júzganse las cosas por fuera. Ai cosas que son mui otras de lo que parecen. La buena exterioridad es la mejor recomendación de la perfección interior.

131. Galantería de condición. Tienen su vizarría las almas, gallardía del espíritu, con cuyos galantes actos queda mui airoso un coraçón. No cabe en todos, porque supone magnanimidad. Primero assunto suyo es hablar bien del enemigo, y obrar mejor. Su mayor lucimiento libra en los lances de la venganza: no se los quita, sino que se los mejora, convirtiéndola, quando más vencedora, en una impensada generosidad. Es política también, y aun la gala de la razón de estado. Nunca afecta vencimientos, porque nada afecta, y quando los alcança el merecimiento, los dissimula la ingenuidad.

132. Usar del reconsejo. Apelar a la revista es seguridad, y más donde no es evidente la satisfación; tomar tiempo, o para conceder, o para mejorarse: ofrécense nuevas razones para confirmar y corroborar el dictamen. Si es en materia de dar, se estima más el don en fe de la cordura que en el gusto de la presteza; siempre fue más estimado lo deseado. Si se ha de negar, queda lugar al modo, y para madurar el No, que sea más sazonado; y las más vezes, passado aquel primer calor del deseo, no se siente después a sangre fría el desaire del negar. A quien pide aprisa, conceder tarde, que es treta para desmentir la atención.

133. Antes loco con todos que cuerdo a solas: dizen políticos. Que si todos lo son, con ninguno perderá; y si es sola la cordura, será tenida por locura: tanto importará seguir la corriente. Es el mayor saber a vezes no saber, o afectar no saber. Hase de vivir con otros, y los ignorantes son los más. Para vivir a solas: ha de tener o mucho de Dios o todo de bestia. Mas yo moderaría el aforismo, diziendo: antes cuerdo con los más que loco a solas. Algunos quieren ser singulares en las quimeras.

134. Doblar los requisitos de la vida. Es doblar el vivir. No ha de ser única la dependencia, ni se ha de estrechar a una cosa sola, aunque singular. Todo ha de ser doblado, y más las causas del provecho, del favor, del gusto. Es trascendente la mutabilidad de la Luna, término de la permanencia, y más las cosas que dependen de humana voluntad, que es quebradiza. Valga contra la fragilidad el retén, y sea gran regla del arte del vivir doblar las circunstancias del bien y de la comodidad: assí como dobló la naturaleza los miembros más importantes y más arriesgados, assí el arte los de la dependencia.

135. No tenga espíritu de contradición, que es cargarse de necedad y de enfado; conjurarse ha contra él la cordura. Bien puede ser ingenioso el dificultar en todo, pero no se escapa de necio lo porfiado. Hazen estos guerrilla de la dulce conversación, y assí son enemigos más de los familiares que de los que no les tratan. En el más sabroso vocado se siente más la espina que se atraviessa, y eslo la contradición de los buenos ratos; son necios perniciosos, que añaden lo fiera a lo bestia.

136. Ponerse bien en las materias, tomar el pulso luego a los negocios. Vanse muchos o por las ramas de un inútil discurrir, o por las ojas de una cansada vervosidad, sin topar con la substancia del caso. Dan cien bueltas rodeando un punto, cansándose y cansando, y nunca llegan al centro de la importancia. Procede de entendimientos confusos, que no se saben desembarazar. Gastan el tiempo y la paciencia en lo que avían de dexar, y después no la ai para lo que dexaron.

137. Bástese a sí mismo el sabio. Él se era todas sus cosas, y llevándose a sí lo llebava todo. Si un amigo universal basta hazer Roma y todo lo restante del Universo, séase uno esse amigo de sí proprio, y podrá vivirse a solas. ¿Quién le podrá hazer falta si no ai ni mayor concepto ni mayor gusto que el suyo? Dependerá de sí solo, que es felicidad suma semejar a la entidad suma. El que puede passar assí a solas, nada tendrá de bruto, sino mucho de sabio y todo de Dios.

138. Arte de dexar estar. Y más quando más rebuelta la común mar, o la familiar. Ai torbellinos en el humano trato, tempestades de voluntad; entonces es cordura retirarse al seguro puerto del dar vado. Muchas vezes empeoran los males con los remedios. Dexar hazer a la naturaleza allí, y aquí a la moralidad. Tanto ha de saber el sabio médico para recetar como para no recetar, y a vezes consiste el arte más en el no aplicar remedios. Sea modo de sossegar vulgares torbellinos el alçar mano y dexar sossegar; ceder al tiempo aora será vencer después. Una fuente con poca inquietud se enturvia, ni se bolverá a serenar procurándolo, sino dexándola. No ai mejor remedio de los desconciertos que dexallos correr, que assí caen de sí proprios.

139. Conocer el día aziago, que los ai: nada saldrá bien; y, aunque se varíe el juego, pero no la mala suerte. A dos lances convendrá conocerla y retirarse, advirtiendo si está de día o no lo está. Hasta en el entendimiento ai vez, que ninguno supo a todas horas. Es ventura acertar a discurrir, como el escrivir bien una carta. Todas las perfecciones dependen de sazón, ni siempre la belleza está de vez; desmiéntese la discreción a sí misma, ya cediendo, ya excediéndose; y todo para salir bien ha de estar de día. Assí como en unos todo sale mal, en otros todo bien y con menos diligencias. Todo se lo halla uno hecho, el ingenio está de vez, el genio de temple, y todo de estrella. Entonces conviene lograrla y no desperdiciar la menor partícula. Pero el varón juizioso no por un azar que vio sentencie definitivamente de malo, ni al contrario, de bueno, que pudo ser aquello desazón y esto ventura.

140. Topar luego con lo bueno en cada cosa. Es dicha del buen gusto. Va luego la aveja a la dulçura para el panal, y la vívora a la amargura para el veneno. Assí los gustos, unos a lo mejor y otros a lo peor. No ai cosa que no tenga algo bueno, y más si es libro, por lo pensado. Es, pues, tan desgraciado el genio de algunos, que entre mil perfecciones toparán con solo un defecto que huviere, y esse lo censuran y lo celebran: recogedores de las inmundicias de voluntades y de entendimientos, cargando de notas, de defectos, que es más castigo de su mal delecto que empleo de su sutileza. Passan mala vida, pues siempre se zeban de amarguras y hazen pasto de imperfecciones. Más feliz es el gusto de otros que, entre mil defectos, toparán luego con una sola perfección que se le cayó a la ventura.

141. No escucharse. Poco aprovecha agradarse a sí, si no contenta a los demás, y de ordinario castiga el desprecio común la satisfación particular. Débese a todos el que se paga de sí mismo. Querer hablar y oírse no sale bien; y si hablarse a solas es locura, escucharse delante de otros será doblada. Achaque de señores es hablar con el bordón del «¿digo algo?» y aquel «¿e?» que aporrea a los que escuchan. A cada razón orejean la aprobación o la lisonja, apurando la cordura. También los hinchados hablan con Eco, y como su conversación va en chapines de entono, a cada palabra solicita el enfadoso socorro del necio «¡bien dicho!»

142. Nunca por tema seguir el peor partido porque el contrario se adelantó y escogió el mejor. Ya comiença vencido, y assí será preciso ceder desairado: Nunca se vengará bien con el mal. Fue astucia del contrario anticiparse a lo mejor, y necedad suya oponérsele tarde con lo peor. Son éstos porfiados de obra más empeñados que los de palabra, quanto va más riesgo del hazer al dezir. Vulgaridad de temáticos, no reparar en la verdad, por contradezir, ni en la utilidad, por litigar. El atento siempre está de parte de la razón, no de la passión, o anticipándose antes o mejorándose después; que si es necio el contrario, por el mismo caso mudará de rumbo, passándose a la contraria parte, con que empeorará de partido. Para echarle de lo mejor es único remedio abraçar lo proprio, que su necedad le hará dexarlo y su tema le será despeño.

143. No dar en Paradoxo por huir de vulgar. Los dos extremos son del descrédito. Todo assunto que desdize de la gravedad es ramo de necedad. Lo paradoxo es un cierto engaño plausible a los principios, que admira por lo nuevo y por lo picante; pero después con el desengaño del salir tan mal queda mui desairado. Es especie de embeleco, y en materias políticas, ruina de los estados. Los que no pueden llegar o no se atreven a lo heroico por el camino de la virtud, echan por lo paradoxo, admirando necios y sacando verdaderos a muchos cuerdos. Arguye destemplança en el dictamen, y por esso tan opuesto a la prudencia; y si tal vez no se funda en lo falso, por lo menos en lo incierto, con gran riesgo de la importancia.

144. Entrar con la agena para salir con la suya. Es estratagema del conseguir. Aun en las materias del Cielo encargan esta santa astucia los Christianos maestros. Es un importante dissimulo, porque sirve de zebo la concebida utilidad para coger una voluntad: parécele que va delante la suya, y no es más de para abrir camino a la pretensión agena. Nunca se ha de entrar a lo desatinado, y más donde ai fondo de peligro. También con personas cuya primera palabra suele ser el No conviene desmentir el tiro, porque no se advierta la dificultad del conceder, mucho más quando se presiente la aversión. Pertenece este aviso a los de segunda intención, que todos son de la quinta sutileza.

145. No descubrir el dedo malo, que todo topará allí. No quexarse dél, que siempre sacude la malicia adonde le duele a la flaqueza. No servirá el picarse uno sino de picar el gusto al entretenimiento. Va buscando la mala intención el achaque de hazer saltar: arroja varillas para hallarle el sentimiento, hará la prueva de mil modos hasta llegar al vivo. Nunca el atento se dé por entendido, ni descubra su mal, o personal o heredado, que hasta la fortuna se deleita a vezes de lastimar donde más ha de doler. Siempre mortifica en lo vivo; por esto no se ha de descubrir, ni lo que mortifica, ni lo que vivifica: uno para que se acabe, otro para que dure.

146. Mirar por dentro. Hállanse de ordinario ser mui otras las cosas de lo que parecían; y la ignorancia que no passó de la corteza se convierte en desengaño quando se penetra al interior. La mentira es siempre la primera en todo, arrastra necios por vulgaridad continuada. La verdad siempre llega la última, y tarde, coxeando con el tiempo; resérvanle los cuerdos la otra metad de la potencia que sabiamente duplicó la común madre. Es el engaño mui superficial, y topan luego con él los que lo son. El acierto vive retirado a su interior para ser más estimado de sus sabios y discretos.

147. No ser inaccessible. Ninguno ai tan perfecto, que alguna vez no necessite de advertencia. Es irremediable de necio el que no escucha; el más esento ha de dar lugar al amigable aviso, ni la soberanía ha de excluir la docilidad. Ai hombres irremediables por inacessibles, que se despeñan porque nadie osa llegar a detenerlos. El más entero ha de tener una puerta avierta a la amistad, y será la del socorro; ha de tener lugar un amigo para poder con desembaraço avisarle, y aun castigarle. La satisfacción le ha de poner en esta autoridad, y el gran concepto de su fidelidad y prudencia. No a todos se les ha de facilitar el respeto, ni aun el crédito; pero tenga en el retrete de su recato un fiel espejo de un confidente a quien deva y estime la corrección en el desengaño.

148. Tener el arte de conversar, en que se haze muestra de ser persona. En ningún exercicio humano se requiere más la atención, por ser el más ordinario del vivir. Aquí es el perderse o el ganarse; que si es necessaria la advertencia para escrivir una carta, con ser conversación de pensado, y por escrito, ¡quánto más en la ordinaria, donde se haze examen pronto de la discreción! Toman los peritos el pulso al ánimo en la lengua, y en fe de ella dixo el Sabio: «Habla, si quieres que te conozca». Tienen algunos por arte en la conversación el ir sin ella, que ha de ser olgada, como el vestir, entiéndese entre mui amigos; que quando es de respeto ha de ser más substancial, y que indique la mucha substancia de la persona. Para acertarse se ha de ajustar al genio y al ingenio de los que tercian. No ha de afetar el ser censor de las palabras, que será tenido por gramático, ni menos fiscal de las razones, que le hurtarán todos el trato y le vedarán la comunicación. La discreción en el hablar importa más que la eloqüencia.

149. Saber declinar a otro los males. Tener escudos contra la malevolencia, gran treta de los que goviernan. No nace de incapacidad, como la malicia piensa, sí de industria superior, tener en quien recaiga la censura de los desaciertos, y el castigo común de la murmuración. No todo puede salir bien, ni a todos se puede contentar. Aya, pues, un testa de yerros, terrero de infelizidades, a costa de su misma ambición.

150. Saber vender sus cosas. No basta la intrínseca bondad dellas, que no todos muerden la substancia, ni miran por dentro. Acuden los más adonde al concurso, van porque ven ir a otros. Es gran parte del artificio saber acreditar: unas vezes celebrando, que la alabança es solicitadora del deseo; otras, dando buen nombre, que es un gran modo de sublimar, desmintiendo siempre la afectación. El destinar para solos los entendidos es picón general, porque todos se lo piensan, y quando no, la privación espoleará el deseo. Nunca se han de acreditar de fáciles, ni de comunes, los assuntos, que más es vulgarizarlos que facilitarlos; todos pican en lo singular por más apetecible, tanto al gusto como al ingenio.

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