» Baúl de autor » Paz Fernández Cueto

Por sus frutos los conocereis

Sólo así se podrá llegar a comprender que la Iglesia es una realidad intrínsecamente santa, formada por hombres, todos ellos, en diferente grado y medida, pecadores

El comunicado de la prensa vaticana causó gran impacto, tanto en los círculos cercanos a la Iglesia como en los lejanos a ella.

Se creía que el caso del padre Marcial Maciel había sido cerrado y que las denuncias presentadas en 1998 en su contra, ante la Congregación para la Doctrina de la Fe por un grupo de ex Legionarios, habían sido relegadas al olvido. Implicaban graves acusaciones impregnadas de rencor y envueltas en actitudes de venganza, sobre supuestos abusos cometidos hace ya tantos años que resultaban imposibles de comprobar.

Sin embargo, callarse u ocultar la verdad no era digno ni cristiano. El silencio pudiera ser interpretado como signo de debilidad o de culpabilidad oculta, suponiendo la complicidad de la Iglesia, dada la alta investidura de quien había sido implicado en tan graves acusaciones.

Poncio Pilato ha tenido ya demasiados imitadores a lo largo de la historia, autoridades indolentes o cobardes que, al lavarse las manos ante situaciones difíciles, se hacen cómplices de injusticia.

Se debía dar cauce a un proceso ya iniciado, de aquí que el pasado 19 de mayo el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal William Levada, tomando en cuenta la avanzada edad del padre Maciel y su delicada salud, comunicó la resolución de renunciar a cualquier proceso canónico, invitándolo a una vida reservada de oración y penitencia, y renunciando a cualquier ministerio público. ¿Qué quiere decir este pronunciamiento de la Iglesia con el que se pone punto final al caso?

La moderación en los términos empleados es plenamente pastoral, apegada al criterio evangélico de Jesucristo quien supo unir la justicia con la misericordia y la prudencia con el perdón. El pedirle que se retire a una vida de oración y penitencia no significa declararlo culpable, sino reconocer, en justicia, que las acusaciones presentadas en su contra encierran materia grave y, por tanto, la Iglesia no puede permanecer indiferente. Como medida de prudencia ante el escándalo y para evitar mayores elucubraciones, le invita a hacer lo que ya venía haciendo, dedicar el resto de su vida a una purificación espiritual. Por otra parte, manda una señal de alerta a todos los miembros de la Iglesia, para extremar el cuidado en cuestiones tan delicadas relacionadas con la pureza y la virtud de la castidad.

La respuesta del padre Maciel ha sido de humildad, obedeciendo en silencio estas disposiciones a pesar de haber negado desde siempre estas acusaciones por considerarlas injustas e infundadas. No es la primera vez que Dios permite la contradicción para suscitar bienes mayores en su Iglesia. Y el Espíritu Santo que nunca la deja sin protección ha permanecido activo suscitando abundantes siembras de santidad a lo largo de los 60 años de servicio fecundo de los Legionarios de Cristo en la Iglesia. La labor que han venido realizando es elocuente por sí misma, por sus frutos los conoceréis, y aquí está precisamente el prodigio que realiza el Artífice divino. Usando la materia pobre y defectuosa que la humanidad pone a su disposición, consigue modelar en cada época obras maestras de resplandeciente belleza.

Por eso, al acercarnos cada día al altar para celebrar la Santa Misa, tenemos primero que reconocernos culpables al rezar yo confieso... El comunicado dirigido al padre Maciel es una invitación a la conversión generalizada de los cristianos. Pueden tambalearse las columnas, como se tambaleó Pedro que negó a su maestro y los otros 10 que se durmieron en Getsemaní y huyeron de la Cruz, pero cada creyente debe examinar su conciencia en vez de gritar o escandalizarse por posibles errores ajenos. No somos nadie para juzgar y todos tenemos necesidad de purificación. Y respecto a los denunciantes, si es que verdaderamente se consideran cristianos, que no se conviertan en nuevos Robespierres, que recen más Padres Nuestros en lugar de pedir más condenas.