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¿Qué y quién es el 'Papa'?
Es un hecho. Se hace difícil encontrar personalidades con tanta capacidad de convocatoria. Existen, sin duda, aglomeraciones notables en países musulmanes y budistas por motivos religiosos pero, salvo excepciones, no se mueven millones de personas por ver y oír a una persona concreta de carne y hueso que hable de realidades espirituales. El Papa, Obispo de Roma, en este orden de cosas, tiene características muy peculiares.
El rasgo más esencial, aunque no sea el específico de su cargo, consiste en ser humano como cualquier otro. Como ser humano es limitado, pecador, sujeto a equivocaciones como cualquier otro hombre. Como ser humano tiene una infraestructura corporal como todos y una inteligencia y voluntad libre como todos. No es la encarnación de Visnú o una emanación de alguna esfera celeste. Si el Papa no fuese una persona concreta con su familia, su nación de origen, su carácter y sus enfermedades, sus virtudes y sus defectos, no sería hombre y en consecuencia no podría ser Papa.
Una vez sentado este mínimo esencial, queda claro que si las multitudes acuden a verle y oírle no es por ser todo eso que acabamos de decir, un ser humano, ni siquiera por ser un hombre ilustre, dotado de gran capacidad intelectual y con una idea clara de la situación histórica del momento. No van millones por esa razón. Siempre recordaré aquella conferencia que tenía que impartir un ilustre hombre de la política de gran relieve y que reunió a tres personas, el organizador incluido.
Las multitudes van detrás de él porque el Papa no es el profesor Ratzinger, sino porque es el 'Papa'. Las multitudes se movían igual por Juan Pablo II. Es el 'Papa' el que los convoca, pero ¿Qué quiere decir 'Papa'?
El 'Papa' no es el sucesor de Jesucristo como se dice sino el sucesor de Pedro el pescador, que es muy distinto. Jesucristo no tiene sucesor porque está vivo y resucitado. El sucesor de San Pedro, el pescador de Galilea, fue el primer obispo de Roma donde murió mártir y los obispos sí tienen sucesores. La lista de los papas es la lista de los sucesores de Pedro que deben andar por doscientos setenta, poco más o menos.
Ser sucesor de Pedro es sucederle en el encargo que, tal como aparece en el Evangelio, le hizo Jesús de «apacentar sus corderos» y de «confirmar a sus hermanos en la fe». Es por tanto un obispo pero un Obispo con un encargo especial de carácter universal, que implica una responsabilidad única en esos dos campos: el de apacentar y el de confirmar en la fe. Todo lo demás es accidental, histórico y por tanto no es específico del Papa. Dado que la responsabilidad del sucesor de Pedro es universal, no hay duda que su palabra y su actividad afecta a cientos de millones de personas de todo el mundo y de ahí que todos los jefes de estado tengan sedes diplomáticas en Roma (unas ciento setenta, cifra récord). Esto quiere decir que el Papa es, además, un jefe de estado.
¿Y por qué tiene que ser jefe de estado? ¿No bastaría con que fuera una especie de 'gurú' itinerante al que bastara con pagarle los gastos, la estancia y los viajes? ¿A qué tener esa categoría de jefe de estado? ¿Será contradicción o ambigüedad?
Todo depende de la antropología que se maneje. Si uno considera que la materia es mala y el espíritu es bueno, como tantas sectas gnósticas, no se entiende que un puro espíritu sea jefe de estado. El Papa debiera ser un ángel con rostro humano. Quien pensase así no sólo tendría una antropología platónica, sino que no entendería la esencia del Cristianismo, cuya clave es la Encarnación de Dios en el hombre Jesús. El Papa es un ser humano, la Iglesia es una sociedad humana, para poder ser el Cuerpo de Cristo y no se sustenta, materialmente, desde el cielo mediante un maná invisible que por las mañanas cae con el rocío. El santo es un hombre y si no es hombre no puede ser santo. Este es el principio básico.
Debido a este lado humano de la Iglesia, la historia ha demostrado hasta la saciedad la necesidad de la separación de poderes, el temporal y el espiritual. Donde no hay Cristianismo no hay separación de poderes. La Iglesia, como humana que es, necesita una infraestructura material -poca o mucha según el momento histórico- y necesita de ella no como un defecto o un pecado, sino como una vocación de Dios, que no quiere que los hombres sean ángeles sino que sean hombres libres, elevados por la gracia a la santidad.
El Papa es Papa no por ser jefe de estado. Ha habido épocas en donde no lo ha sido: los tres primeros siglos de persecuciones o el largo período posterior a la invasión de los bárbaros; en esas épocas, su influencia era suficiente pero mínima.
La capacidad de convocatoria del Papa es tanta que cualquier poder que se precie la quisiera para sí. Es lógico. La tentación permanente del estado es absorber y someter ese prestigio y 'auctoritas' del Sucesor de Pedro al servicio de los intereses políticos del momento. En este punto ha habido épocas tremendas, como lo fue sobre todo el Imperio bizantino, en donde él Emperador manipulaba los Concilios y dirimía cuestiones de Iglesia, y más recientemente vimos algo parecido en los fascismos.
Por eso, precisamente, es necesaria una independencia soberana del Papa con un mínimo de territorio para no depender de ningún estado. La solución conseguida con los Tratados de Letrán parece una solución francamente aceptable.
¿No hay peligro de ambigüedad, de prepotencia, de acumulación de riquezas? ¿No sería mejor una Iglesia más democrática?
Es curioso que quienes deploren el poder temporal del Papa quieran que la Iglesia sea 'demócrata'. La historia de la Iglesia en tanto historia da para todo y las modalidades de gobierno pueden ser infinitas, cualquier fórmula sensata vale siempre que no se confunda el alma con el cuerpo y se mantengan ambos. El poder espiritual del papa, no admite una lectura política contingente.
En la Iglesia lo esencial es la felicidad definitiva de los hombres que el Papa 'apacienta' por la palabra y que se 'alimenta' por los Sacramentos. La naturaleza humana de la Iglesia es tan esencial como la divina; la gracia no destruye la naturaleza sino que la potencia y suple.
El Papa no viene a Valencia desde el Cielo como el bautismo no se administra sin agua. Un ser humano, con una misión divina, la personalidad espiritual y temporal más peculiar que existe. Durante veintiún siglos, una lucecilla en lo más oscuro de la historia. Por eso tiene capacidad de convocatoria.
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