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Constantino emperador... ¿y constructor del cristianismo?

En el capítulo 55 de El Código da Vinci se produce la gran iniciación de Sophie en los misterios de la diosa. Langdon y Tea-bing exhiben una panoplia de argumentos que «demuestran» la falsedad de la Iglesia, que no habría sido fundada por Jesús, sino por Constantino. Entre otras, se dicen estas cosas:

«Yo creía que Constantino era cristiano -intervino Sophie.

»-Sólo un poquito -soltó Teabing burlón-. Fue pagano toda su vida y lo bautizaron en su lecho de muerte, cuando ya estaba demasiado débil como para oponerse».

«Constantino [...] en el año 325 decidió unificar Roma bajo una sola religión: el cristianismo».

«Constantino era muy buen empresario. Veía que el cristianismo estaba en expansión y, simplemente, apostó por un caballo ganador. Los historiadores siguen maravillándose de su capacidad para convertir a la nueva religión a unos paganos adoradores del sol. Con la incorporación de símbolos paganos, fechas y rituales a la creciente tradición cristiana, creó una especie de religión híbrida que pudiera ser aceptada por las dos partes. »-Transformación mágica -dijo Langdon-. Los vestigios de la religión pagana en la simbología cristiana son innegables. Los discos solares de los egipcios se convirtieron en las coronillas (sic) de los santos católicos. Los pic-togramas de Isis amamantando a su hijo Horus, concebido de manera milagrosa, fueron el modelo de nuestras modernas imágenes de la Virgen María amamantando al Niño Jesús. Y prácticamente todos los elementos del ritual católico, la mitra, el altar, la doxología y la comunión, el acto de "comerse a Dios", se tomaron de ritos mistéricos de anterioresreligiones paganas. [...] Nada en el cristianismo es original. El dios precristiano Mitras, llamado "Hijo de Dios y Luz del Mundo" nació el 25 de diciembre, fue enterrado en una tumba excavada en la roca y resucitó al tercer día. Por cierto, el 25 de diciembre también es el cumpleaños de Osiris, de Adonis y de Dionisos. Al recién nacido Krishna le regalaron oro, incienso y mirra».

«Originalmente -apuntó Langdon-, los cristianos respetaban el sabath de los judíos, el sábado, pero Constantino lo modificó para que coincidiera con el día de veneración pagana al sol».

«Durante esa fusión de religiones, a Constantino le hacía falta fortalecer la nueva tradición cristiana, y ordenó la celebración del famoso Concilio Ecuménico de Nicea. [...] Hasta ese momento de la historia, Jesús era, para sus seguidores, un profeta mortal... un hombre grande y poderoso, pero un hombre, un ser mortal. [...] El hecho de que Jesús pasara a considerarse "el Hijo de Dios" se propuso y se votó en el Concilio de Nicea».

La divinidad de Jesús fue el resultado de una votación «y de una votación muy ajustada».

Antes se ha mencionado cómo ya en el siglo XII los cataros practicaban y aconsejaban la «piadosa» costumbre de mentir con toda tranquilidad a los que no pertenecían a su secta, como signo de superioridad y desapego de las realidades físicas y externas. También ellos tenían antiguos ejemplos dentro de la familia gnóstica. A mediados del siglo II, Carpócrates animaba a sus secuaces a quebrantar todos los mandatos morales para así superar la esclavitud del mundo visible: mentían, robaban y cometían los actos más degenerados, convencidos de escalar así peldaños espirituales.

Los textos escogidos de El Código da Vinci se insertan en la mejor tradición gnóstica. Es difícil poner algo de orden en toda esta maraña, pero hay que intentarlo.

A) La actitud de Constantino respecto a la religión

Flavio Valerio Constantino nació en una fecha desconocida entre el 273 y el 280, en Serbia. Aunque la madre de Constantino, Santa Elena, era cristiana, él se crió en la religión de su padre, Constancio Cloro, que era adorador del sol. El culto del Sol Invictus era una religión sincretista y monoteísta. Es decir, aunque «pagano», Constantino no fue nunca politeísta, nunca creyó en «muchos dioses». Mientras otros gobernantes romanos contemporáneos fueron feroces anticristianos, el emperador Constancio Cloro, su padre, practicó siempre una política de tolerancia hacia los cristianos. Eso hace pensar que desde su juventud Constantino podía compartir la misma inclinación de su padre, benevolente hacia una religión que, como la suya, también proclamaba la existencia de un solo Dios. Las cosas estaban así cuando en la primavera de 312 Constantino se encontraba en pleno enfrentamiento con Majencio. El Ejército de Constantino era mucho menor que el de su enemigo, pero aun así, marchó hacia Roma, enfrentándose en varias ocasiones con destacamentos leales a su oponente, que pretendían minar su fuerza. Pero los derrotó a todos. Cuando se acercaba a la Ciudad Eterna para enfrentarse a Majencio, le ocurrió algo extraño. Es la famosa visión que le ordenaba que grabase sobre los escudos de sus soldados la señal de la cruz y entrase en batalla. Constantino mandó a sus tropas inscribir sobre sus protecciones las letras X y P, las dos primeras de la palabra Cristo en griego. Al día siguiente se encontró con el Ejército de Majencio en la batalla del Puente Milvio y lo derrotó, quedando como dueño absoluto del Imperio romano en Occidente. Constantino consideró siempre aquella visión como algo extraordinario y a partir de ese momento se sintió especialmente ligado al Dios de los cristianos. Al año siguiente proclamó, junto con el emperador de Oriente, el Edicto de Milán, en el que se reconocía el cristianismo como religión legal, de forma pública: se concedía a todo ciudadano «Libe-ratn potestatem sequendi religionem, quam quisque voluis-set»[25]. A partir de entonces mostró una clara preferencia por la religión cristiana pero no dictó aún disposiciones contra la religión pagana, todavía oficial del Estado. Él mismo conservó siempre el título de Pontifex maximus, la máxima autoridad de aquellos cultos paganos, pero inició lentamente algunas restricciones que anunciaban a las claras que la balanza se inclinaba hacia el cristianismo. Desde el mismo 313, el obispo cordobés Osio aparece como consejero del emperador, que poco a poco fue instruyéndose en la religión cristiana. El emperador regaló al Papa el palacio de Letrán, en adelante

Su sincero aunque poco formado cristianismo le llevó a intervenir en defensa de la Iglesia, lo cual no obsta para que, siendo un gran estadista, pretendiera unir esa defensa con la estabilidad del Imperio. En aquel tiempo los cristianos rondaban un tercio de la población a su cargo, de modo que los litigios de la Iglesia podían ser problemas dogmáticos, pero ya empezaban a ser también problemas sociales. Cuando Constantino se acerca al cristianismo, lo hace a la Iglesia católica. Por entonces, existían algunas sectas del cristianismo pero, salvo la de los donatistas en Cartago y poco después la de los arrianos, eran extremadamente minoritarias. Si Constantino entra en conocimiento de ellas es por intención de defender el catolicismo de sus enemigos. El emperador promovió la celebración en Roma de un sínodo de obispos el mismo año 313 que condenó a la secta donatista. Como los seguidores de Donato no se sometieron, el mismo Constantino tomó cartas en el asunto, aunque la herejía subsistió aún durante bastante tiempo. Cuando en el 323 Constantino venció al emperador de Oriente, Licinio, se hizo dueño absoluto de todo el Imperio. Por entonces la secta amana hacía estragos por la parte oriental del Imperio. El emperador, promovió la celebración de un concilio que resolviera esta cuestión y proclamase la ortodoxia católica. El concilio se celebró en el palacio imperial de Nicea, en la región de Bitinia. De aquella reunión salió el Credo de Nicea, resumen de la doctrina cristiana en el que se declara la naturaleza del Hijo de Dios: «Engendrado, no creado; consustancial con el Padre». Fórmula a la que se adhirió entusiasta el propio Constantino, aunque más adelante habría de verse del lado de los arrianos, por maquinaciones de su propia hermana y de algunos obispos y por su propia falta de claridad. Desde el punto de vista de la Iglesia, la valoración de conjunto de la obra de Constantino es positiva, aunque no exenta de oscuras sombras.

B) Las fabulaciones de El Código respecto de Constantino

«Fue pagano toda su vida y lo bautizaron en su lecho de muerte, cuando ya estaba demasiado débil como para oponerse».

Ya se ha visto que Constantino fue pagano -nunca politeísta- al menos hasta la batalla del Puente Milvio, pero después, aunque nadie puede conocer su interior, ni siquiera Brown, se comportó siempre como un «simpatizante» del cristianismo. Llegó a llamarse públicamente cristiano en un edicto imperial. Eso es lo único cierto. No hay ningún indicio ni prueba de que fuera un hipócrita. El motivo de retrasar su bautizo obedece quizás a una conversión superficial que le hacía temer los rigores de la vida cristiana. Otra posible razón es su sentido de las obligaciones imperiales. Hasta el final de su vida fue el máximo pontífice de los cultos paganos del Estado, como correspondía a un emperador, y aunque restringió este tipo de actividades, un año antes de su muerte aún legisló para proteger a los sacerdotes paganos. La decisión de bautizarse la tomó él mismo y recurrió a un obispo a quien conocía, que, casualmente o no, era el más próximo a la villa imperial. Murió cristiano, aunque no sabemos si hereje arriano o católico de corazón.

«Constantino en el año 325 decidió unificar Roma bajo una sola religión: el cristianismo».

La Iglesia no se convierte en religión oficial del Imperio hasta el reinado de Teodosio, a partir del año 380. Esto es, 55 años después de Nicea, y más de cuarenta años después de la muerte de Constantino. Pero antes de llegar a esa oficialidad, el Imperio conoció el arrianismo oficial de Constancio, hijo de Constantino, y el intento de restauración del paganismo oficial con Juliano el Apóstata. Constantino no unificó Roma bajo una sola religión, y aunque favoreció al cristianismo también garantizó los derechos de los demás cultos, prohibiendo sólo los que consideraba supersticiosos o decadentes, como la actividad adivinatoria de los harús-pices o algunas fiestas de Venus. La simpatía espiritual de Constantino hacia Cristo no le impedía a la vez valorar la importancia social del cristianismo y sabía que el concilio traería el triunfo de la ortodoxia y como consecuencia, la pacificación social. Deseaba ambos frutos y por eso alentó su celebración.

«Los historiadores siguen maravillándose de su capacidad para convertir a la nueva religión a unos paganos adoradores del sol. Con la incorporación de símbolos paganos, fechas y rituales a la creciente tradición cristiana creó una especie de religión híbrida que pudiera ser aceptada por las dos partes».

Menos de diez años antes de que Constantino accediera al poder los cristianos habían sufrido las últimas persecuciones, especialmente sangrientas. El reinado de Constantino significó primero la completa legalización del culto cristiano, y luego un creciente apoyo. Pero nunca se impidió a los paganos el ejercicio de su religión, de modo que no «fueron convertidos». La acusación de haber creado una religión híbrida o sincrética aceptable por las dos partes es un disparate. Recuérdese que los cristianos acababan de salir de un período de casi tres siglos en el que eran religio illicita y en el que decenas de miles de mártires habían tenido que dar testimonio de su fe derramando su propia sangre. Estaba aún candente el problema que surgía entre los cristianos después de cada persecución: ¿cómo tratar y con qué condiciones volver a aceptar en el seno de la Iglesia a los que habían sucumbido ante la amenaza o la tortura? Los más rigoristas se negaban a readmitir a los que bajo el terror habían apostatado e incluso a los que sólo habían fingido ofrecer sacrificios a los dioses para que no se metieran con ellos. Los más ecuánimes eran partidarios de aceptarlos, pero no sin severas penitencias. Los cristianos estaban acostumbrados a luchar por la pureza de la fe. Constantino no innovó ni modificó la doctrina de una Iglesia que para entonces estaba curtida en la persecución y que tenía una clara conciencia de su identidad. Además, en un contexto semejante, ¿cómo iban a aceptar los cristianos una religión que mezclara a Cristo con el paganismo? ¿Es que acaso los mártires habían dado su vida para echar el agua del paganismo en el vino del evangelio? Brown no puede aportar prueba ninguna de lo que dice, ya que es falso. Quien sí que intentó alterar la doctrina cristiana fue Constancio, hijo de Constantino, una vez que quedó dueño del Imperio. Para ello persiguió a los católicos ortodoxos, que se oponían tenazmente y que liderados por San Atanasio mantuvieron inalterada la fe. Consiguió dar auge a la herejía arriana, pero no pudo eliminar ni modificar la doctrina católica.

«Los vestigios de la religión pagana en la simbología cristiana son innegables. Nada en el cristianismo es original».

Esta acusación contra el cristianismo es recurrente. También es infundada, por tres razones:

  • El cristianismo no se presenta como una religión «original», sino como la religión verdadera. Este detalle es importantísimo, porque es una incongruencia juzgar a la religión cristiana según criterios que sólo tienen validez para nuestra sociedad consumista. Nuestra sociedad valora por encima de todo lo «totalmente nuevo». La religión cristiana no siente ningún recelo en adoptar e incorporar elementos iconográficos propios de tradiciones religiosas diferentes, puesto que, como dice San Pablo, «todo lo bueno os pertenece».
  • El cristianismo resulta totalmente diferente al resto de las religiones: respecto del judaismo, por la Encarnación de Dios; y respecto de las demás religiones, porque es la única que no recurre al mito. Puede haber historias míticas en distintas tradiciones que presenten a un dios que muere y que renace, pero Cristo es Dios y hombre, y lo matan realmente y resucita ante testigos.
  • En otras palabras, es la única religión que reclama la historicidad de lo que predica. Los críticos se empeñan en no ver este factor y pretenden disolver la única originalidad del cristianismo: «Nació de María, en Belén, predicó por los pueblos de Israel, murió siendo Pilatos pretor, en Jerusalén, y resucitó al tercer día».
  • Brown se empeña en ensuciar el nombre cristiano, por lo que los datos que da son falsos y los interpreta sin fundamento. Concretamente, Brown acusa a los cristianos de plagiar:

Notas

[25] «La libre posibilidad de seguir la religión que cada uno deseara», residencia oficial del papado; hizo eliminar todos los signos paganos de las monedas; y en un edicto llegó a proclamarse él mismo cristiano. Pero difería su bautismo. Es difícil saber qué pensaba Constantino, pero todo parece indicar, por su manera de obrar y por el contexto de la época, que si bien no se convirtió realmente en aquella visión premonitoria, sí quedó muy favorablemente dispuesto hacia la religión de Cristo y desde luego, personalmente agradecido. Este agradecimiento lo plasmó en una sucesión continua de actos favorables hacia la Iglesia. En aquel tiempo no era infrecuente que algunos, convencidos de la verdad del cristianismo, pospusieran largo tiempo su bautismo. Acostumbrados a la vida desordenada del paganismo, no estaban dispuestos todavía a observar los mandamientos de Dios. Eran conscientes del rigor con que se administraba el sacramento de la confesión en la Iglesia. Ya no se seguían las prácticas más intransigentes de épocas anteriores, pero los sacerdotes imponían penitencias severísimas y no era infrecuente la excomunión para los pecadores reincidentes. Como sabían que el bautismo tenía también el efecto de borrar todos los pecados anteriores, muchos, cristianos de corazón pero tibios, posponían su incorporación a la Iglesia y, cuando se sentían morir, llamaban a prisa a un sacerdote para que los bautizase y los admitiese. Tal parece que fue el caso de Constantino. Proclamaba su fe en Cristo, gustaba de la compañía de los cristianos y los favorecía, pero él mismo vivió siempre fuera de la Iglesia hasta el año 337. Celebró entonces la Pascua en Constantinopla, con gran solemnidad. Después se sintió mal y se retiró a una villa imperial cerca de Nicomedia. Viendo que se acercaba la muerte, mandó llamar a un clérigo para que lo bautizase. ¿Llamó específicamente a Eusebio, obispo de Nicomedia o tan sólo lo eligió por ser el obispo más cercano? Eusebio de Nicomedia simpatizaba con el arrianismo, la herejía condenada en Nicea. En cualquier caso, parece que Constantino, cristiano de corazón, pero superficial, nunca se tomó la molestia de conocer a fondo su religión, de modo que vivió fuera de la Iglesia hasta el último momento, y entonces fue recibido en la Iglesia por un obispo arriano.

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