conoZe.com » Historia de la Iglesia » Historia de la Iglesia » III.- Edad Moderna: La Iglesia frente a la Cultura Autónoma » §73.- Caracteres Generales de la Edad Moderna » V.- Limites y Division

B.- División

1. Señalar períodos fijos dentro de la Edad Moderna es extraordinariamente difícil. Cronológicamente, el desarrollo de esta época (en consonancia con su inmensa variedad) es tan complejo, que los movimientos particulares se entrecruzan sin cesar y casi nunca coinciden en sus puntos culminantes o finales. Un ejemplo especialmente ilustrativo nos lo ofrece el siglo XVII. Para la mayor parte de Alemania este siglo fue, en su primera mitad, un tiempo de extraordinaria depresión; únicamente destacaron las figuras de Abrahán de Santa Clara y Ángelus Silesius († 1677). En cambio, para Francia fue el siglo clásico, el siglo de sus grandes, exuberantes figuras nacionales, literarias, políticas y religiosas.

La razón más profunda de tal dificultad estriba en que, a pesar de la «unidad» formal del ámbito espiritual, es decir, de sus tendencias, el escenario de la historia (eclesiástica) occidental se repartió en mayor número de centros particulares que durante la Edad Media. Ya no estaban frente a frente la Iglesia universal, esto es, el papado, y el Imperio universal, dentro de cuyo marco las nuevas fuerzas, acciones y corrientes particulares pudieran disponer, a pesar de sus diferencias nacionales, de un espacio común. La Iglesia católica se vio más bien acosada por las iglesias heréticas y, aun dentro de la misma Iglesia, la vida católica intentó independizarse en muchos lugares de forma más o menos intensa. Pero tales centros no intervinieron siempre al mismo tiempo y con la misma intensidad. Quiere esto decir que es preciso guardarse de creer que la tendencia centralista pontificia del Concilio de Trento fue ya real y efectiva en los siglos XVII y XVIII, equiparando sin más el catolicismo posterior al Vaticano I con el catolicismo precedente. Las posibilidades y realizaciones de figuras particulares independientes dentro de la Iglesia católica han sido esencialmente mayores antes de 1870 que después, hasta el final del pontificado de Pío XII (§ 125).

2. Es cierto que las fechas de 1648 (Paz de Westfalia) y 1789 (Revolución francesa) fueron muy importantes. Especial trascendencia revistió sobre todo la Revolución francesa. Pero en los dos casos la importancia no fue la misma. Es fácil advertirlo por lo que respecta a la fecha de 1648. Ese año fue de decisiva importancia para Alemania, pero no afectó en la misma medida al resto de Europa. A su vez, la importancia de la fecha de 1789 disminuye, si se considera que la Revolución francesa fue legítimo resultado de la desintegración precedente, causada por la Ilustración. En realidad, pues, el nuevo período comenzó con la Ilustración, es decir, con el siglo XVIII.

De lo dicho se deduce la conveniencia de establecer para estos siglos una división que se corresponda no tanto con las épocas cronológicas como con el contenido de las corrientes espirituales. De esta forma, el sentido de la evolución aparecerá más claro, sin que el cuadro cronológico se vuelva por ello más confuso.

3. La Ilustración representa -como ya hemos insinuado- una censura que divide la Edad Moderna en dos partes; en la primera el Occidente, considerado en conjunto y en sus fundamentos espirituales generales, todavía creía en la revelación (esto es fundamentalmente válido también para el Renacimiento); en la segunda comenzó, con la Ilustración, una época hostil a la revelación. En sus rasgos esenciales esta caracterización es también válida para la época más reciente a partir de la Primera Guerra Mundial. Es cierto que la Iglesia acusa hoy cierto robustecimiento interno consolador; también es cierto que el eco de la vida pública mundial ya no lleva la impronta tan exclusivista e intransigente de la Ilustración y el liberalismo; pero en la cultura del mundo actual, a pesar de sus contenidos religiosos e incluso cristianos, pesa más el elemento ateo (sin Dios).

La división restante se hace rápidamente, en cuanto se toma en cuenta la significación especial del siglo XVII como siglo de Francia y de la Iglesia francesa.

4. Si ahora recordamos la caracterización general que hemos hecho de la Edad Moderna de la Iglesia (ataque, defensa, desarrollo de la cultura fuera de la Iglesia y en contra de ella), podemos resumir toda la Edad Moderna histórico-eclesiástica con este título: «La Iglesia frente a la cultura autónoma», y establecer el esquema siguiente:

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