conoZe.com » Historia de la Iglesia » Historia de la Iglesia » III.- Edad Moderna: La Iglesia frente a la Cultura Autónoma » Primera época.- Fidelidad a la Revelacion Desde 1450 Hasta la Ilustracion » Período segundo.- La Escision de la Fe. Reforma, Reforma Catolica, Contrarreforma » Capitulo primero.- La Reforma Protestante » §83.- Difusion y Escision del Movimiento Protestante

I.- Dentro de Alemania

1. El movimiento provocado por Lutero tuvo una enorme fuerza de irradiación. Es cierto que en Alemania, entre los príncipes electores, la Reforma cobró una fuerza considerable por el egoísmo político y por la explotación del descontento eclesiástico general (en parte, también social). El propio Lutero se lamentó (especialmente desde finales de la segunda década), a una con Melanchton, de que una buena parte de sus nuevos seguidores se hubieran adherido a la Reforma por motivos bastardos. Es difícil precisar en qué medida estos motivos intervinieron también en el caso de los dirigentes eclesiásticos. Frente a esto, la fuerza propagandística interna de las ideas reformadoras se reveló al ganar para sí un gran número de hombres de grandes dotes teológicas y organizadoras, que difundieron la nueva doctrina por todo el ámbito del imperio e incluso más allá de sus fronteras. Aparte del poderoso y a veces inquietante dinamismo de la personalidad de Lutero, de sus ideas y sus discursos, el factor decisivo fue la fuerza del mismo mensaje cristiano, de la «palabra», que en apretada síntesis, un tanto simplista, pero centrada en lo esencial y procedente siempre de una fe profunda (aunque también a veces impregnada de tremendo fanatismo), quedaba vivamente grabada en lectores y oyentes. La innovación recibió también, como es comprensible, un fuerte impulso de la revolucionaria interpretación de la obediencia a la vieja Iglesia y de las críticas, justificadas muchas veces, que se le hacían.

2. Sin embargo, también aquí el principio del individualismo, que Lutero había convertido en principio dominante, demostró sus tendencias disolventes. Ya hemos dicho que Lutero nunca quiso en absoluto erigir la conciencia de cada cristiano en juez del contenido de la revelación. La idea de la conciencia autónoma le fue completamente extraña. La mala interpretación del reformador en este punto central no surgió hasta el siglo XVIII. En todo caso, una vez rotos los vínculos con el magisterio de la Iglesia, la innovación religioso-eclesiástica hizo surgir en seguida, lógicamente, diferencias doctrinales notables en su propio seno: la esencia de la herejía, esto es, la selección de la doctrina, produjo también sus efectos dentro de la misma herejía; el gran síntoma característico del error -su autodisolución- se hizo valer.

a) Muy pronto, la comprobación de este hecho manifiesto constituyó a su vez uno de los argumentos más importantes de los escritores opuestos a la Reforma y defensores de la antigua doctrina (§ 90). La escisión interna dentro del protestantismo fue un hecho. Y en los siglos siguientes esta escisión habría de afectar al núcleo de la doctrina. Es preciso reconocer el hecho e indagar sus causas; no cabe trivializarlo; de lo contrario no se tomaría en serio el propio anuncio reformador en la forma de comprenderse a sí mismo y se entraría en contradicción con el mismo Lutero, que formalmente era tan intolerante en cuestiones dogmáticas como los católicos (cf. Lutero hablando de Zuinglio, apartado II, 2).

b) Pero tampoco se puede olvidar el elemento permanente común a los diversos grupos protestantes. Este elemento rebasó la conciencia de querer servir a una concepción común del cristianismo y llegó al campo de lo objetivo. Incluso cuando la fuente, la Sagrada Escritura, era interpretada de manera distinta y hasta contradictoria, no dejó de haber una fuerte vinculación a ella. Si prescindimos de los extremismos embarullados de los fanáticos (cf. apdo. 10), sobre los cuales es difícil formular un juicio enteramente justo, la innovación protestante, con sus diversos matices, nunca dejó de ser un movimiento genuinamente cristiano[25] .

3. En vida del propio Lutero las distintas opiniones existentes entre él y Melanchton provocaron ciertas diferencias teológicas dentro del protestantismo. Tras la muerte de Lutero hubo de surgir el problema de la auténtica interpretación de su doctrina. Las polémicas teológicas que se suscitaron constituyen una clara demostración de las tensiones internas y de la plurivalencia de la doctrina del mismo Lutero. Desde entonces estas polémicas han caracterizado fuertemente la historia entera del luteranismo.

Las primeras discusiones surgieron con ocasión de la controversia osiándrica[26] (¿imputación forense o bien -como decía Osiander- inhabitación real de la justicia de Cristo?) y, después, en las disputas de los «Gnesio-Luteranos»[27]. El jefe de éstos fue Flacio Illyrico en Magdeburgo (1520-1575), y sus adversarios los «felipistas» o seguidores de Felipe Melanchton. El punto central de todas las discusiones era si se había de mantener una postura radical o una postura moderada: Flacio Illyrico colocaba el pecado original en la sustancia misma del hombre, con lo que rechazaba el sinergismo de Melanchton y abogaba por la absoluta no-libertad de la voluntad; según Jorge Major, de Wittenberg (1502-1574), las buenas obras eran necesarias para la bienaventuranza; en cambio, Según Nicolás Amsdorf (1483-1565), perjudiciales. Objeto de discusión fue también la doctrina sobre la Cena (que Melanchton había mitigado en línea «cripto-calvinista»), así como la actitud que debía tomarse en el Interim (1548), ordenado por el emperador para regular los territorios de Mauricio de Sajonia: la llamada disputa adiafórica[28].

Tras una larga serie de negociaciones durante varias décadas, las controversias teológicas dentro del luteranismo llegaron a un final provisional con la Formula Concordiae (1577), fórmula confesional de compromiso que fue aceptada como vinculante por la mayoría de los territorios luteranos.

4. Junto a la formación de diferentes Iglesias protestantes, también tuvo lugar en Alemania la aparición de sectas protestantes, es decir, comunidades nuevas de creyentes de tipo más o menos espiritualista, conocidas habitualmente por la denominación común (empleada sobre todo por Lutero) de «fanáticos». En ellas confluyeron, sobre la base del «principio de Escritura», elementos de la apocalíptica de la baja Edad Media, del socialismo y del espiritualismo (§ 77).

Pero en todas ellas se abandonó tan drásticamente la tradición eclesiástica, que de la posición fundamental de la Reforma (= la Biblia como única fuente de la fe sin garantía de un magisterio) se llegó a sacar consecuencias radicales en abierta contradicción con los artículos esenciales de la nueva doctrina. El ímpetu incontenible de la consecuencia lógico-formal puso ya aquí de manifiesto su fuerza explosiva. Los representantes principales de esta línea fueron Thomas Müntzer, de gran formación filosófica y exegética († 1525), que actuó en Zwickau y Mühlhausen, y los anabaptistas de Münster de Westfalia (1534, Johann von Leyden). Con estos fanáticos entraron en juego las corrientes radicales. Sus funestas repercusiones se echaron de ver, por ejemplo, en la sublevación religioso-socialista de los campesinos (fuertemente impulsada por la predicación de Lutero sobre la libertad), que tan cruentamente fue aplastada. Desde el punto de vista histórico es accidental el hecho de que en esta ocasión Thomas Müntzer no estuviera a la altura de su supuesto ministerio profético. Como quiera que se enjuicie la violenta represión de aquella religiosidad fanática (que en adelante sólo pudo subsistir en la clandestinidad bajo formas diversas), lo decisivo fue que entonces -y para varios siglos- la idea democrática sucumbió bajo el poder de los príncipes, que rápidamente culminaría en el absolutismo.

Notas

[25] Otro problema es hasta qué punto este juicio es aún aplicable a ciertos grupos modernos del llamado protestantismo cultural de principios de siglo o a movimientos que han echado por la borda el contenido sobrenatural del mensaje cristiano y, sin embargo, se siguen incluyendo entre los protestantes. A todo lo largo de la historia podemos comprobar -y es admirable- cómo la figura del Señor -incluso desdivinizada- ha tenido una virtualidad unitiva y renovadora

[26] Adreas Osiander (1498-1552), sacerdote y profesor de hebreo; desde 1522, jefe de la Reforma en Nuremberg junto con el secretario municipal Lazarus Spengler, y desde 1551, su organizador en Prusia.

[27] Gnesio-Luteranos: denominación que surgió en el siglo XVII y que habría de distinguir los «hijos legítimos» de Lutero de los demás seguidores.

[28] Adiaphora (del griego) = que no es decisivo.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=5064 el 2006-07-21 11:59:24