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V.- Logros en el Campo Cientifico

1. En el cuadro general de este siglo (en el que para este punto incluimos una parte considerable del siglo XVIII) hay que señalar también un gran florecimiento de la ciencia histórico-eclesiástica católica y de las ciencias históricas auxiliares, así como de las ciencias de la naturaleza.

No se trató simplemente de amplificar lo ya existente sino, en buena parte, de fundamentar algo totalmente nuevo. Por primera vez se elaboró la categoría del pensamiento histórico como tal. Toda la moderna ciencia histórica, cuyos resultados condicionan hoy esencialmente las actitudes fundamentales del alma y del espíritu de la humanidad actual, en todos los campos del pensamiento y aun de la acción, sería impensable sin la aportación de estos sabios sacerdotes franceses (también belgas e italianos) del siglo XVII. He aquí otra muestra significativa de la armonía católica entre la fe y la ciencia.

2. Por desgracia, este manifiesto espíritu científico, que no dudó en hacer fuerte crítica de las exageraciones en materia de culto a las reliquias y a los santos (como fue, por ejemplo, el caso de Muratori, bibliotecario y archivero de formidable erudición y gran actividad espiritual), no ha sido siempre, en épocas posteriores, la característica de la historiografía de la Iglesia católica; ésta se ha caracterizado más bien, las más de las veces, por su pusilanimidad. Pero en un primer momento los logros científicos mencionados se incrementaron y ejercieron una influencia profunda hasta bien entrado el siglo XVIII (cuando también Alemania tomó parte en esta competición científica), de tal forma que hasta hoy son imprescindibles. Mencionaremos a Jean Harduin († 1729) y a Giovanni Mansi († 1769, edición de las actas de los Concilios); el ya mencionado Muratori; el lexicógrafo Charles Dufresne Sieur du Cange († 1768), Stefan Evodio Assemani († 1782, investigador de las liturgias orientales); las comunidades de trabajo científico de las abadías benedictinas de St. Emmeran de Ratisbona y St. Blasien (el abad príncipe Martin Gerbert, † 1793; plan de una «Germania sacra»).

3. La apertura de estos hombres a los problemas de la investigación científica no fue siempre, como hemos dicho, patrimonio de los representantes de la Iglesia. Este hecho se demostró, por ejemplo, en la famosa discusión entablada a propósito de Galilea Galilei († 1642), que enseñaba la teoría de Copérnico (canónigo de Frauenburgo) de que la tierra giraba alrededor del sol. La Congregación pontificia del Santo Oficio condenó a Galileo dos veces. La segunda vez (1633) le declaró sospechoso de herejía, exigió que abjurase de su doctrina y condenó su libro. No es menester pasar por alto algunas torpezas y vacilaciones en la actitud de Galileo, ni la relativa suavidad con que la Inquisición trató al sabio (amigo personal del papa Urbano VIII), para lamentar profundamente la actitud oficial adoptada por la Iglesia. La congregación romana dejó escapar en este caso una ocasión extraordinaria de demostrar con su comportamiento el principio de armonía entre la fe y la ciencia. El Santo Oficio empleó una coacción moral injustificada. El mismo Galileo, ciertamente, se mantuvo fiel a la Iglesia hasta su muerte. Pero de aquí en adelante la pauta espiritual ya no la marcó Italia, ni el mundo católico, ni las órdenes religiosas. Las nacientes ciencias exactas, lo mismo que sus instrumentos y establecimientos (las academias y laboratorios), prosperaron en los países nórdicos, y sus grandes representantes fueron «casi todos no católicos». «El mundo nuevo nació fundamentalmente fuera de la Iglesia. Con Galileo se había conseguido ahuyentar a los investigadores» (Dessauer).

Por otra parte, hay que decir que ese desacierto no estuvo fundamentado en la doctrina de la fe católica y que tampoco en el protestantismo (el caso de Miguel Servert) ni en el Estado secular del siglo XVII, del XVIII e incluso de la época más reciente, han faltado ejemplos semejantes. Tampoco debemos olvidar que el astrónomo Galileo no se contentó con defender un sistema científico correcto, sino que desde él hizo alguna que otra incursión en el ámbito teológico.

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