conoZe.com » Historia de la Iglesia » Historia de la Iglesia » III.- Edad Moderna: La Iglesia frente a la Cultura Autónoma » Segunda época.- Hostilidad a la Revelacion de la Ilustracion al Mundo Actual » Período primero.- El Siglo Xviii: la Ilustracion » Capitulo tercero.- Catastrofe y Crisis » §106.- La Revolucion Francesa

II.- Aclaracion de Conceptos

Para la comprensión de las páginas siguientes, en las que trataremos de los conceptos fundamentales y su significación, es importante dejar bien sentado que la Revolución francesa no surgió como un movimiento hostil a la Iglesia. Antes bien, en un principio el clero se unió al «Tiers État» victorioso y ascendente (numerosos clérigos eran precisamente diputados por ese «Tercer Estado»), habían renunciado a muchos de sus privilegios sociales y económicos (agosto de 1789), intentando, en la medida de lo posible, aceptar incluso la «Constitución Civil» del clero. La tradicional unión «Iglesia francesa-Estado» se mantuvo durante los primeros meses de la Revolución.

El avance en la línea del «terror» debe cargarse en la cuenta sobre todo de los grupos radicalizados. Como tantas otras veces en la historia, el elemento radical obtiene al principio el mayor éxito. Los radicales se proponían llevar hasta las últimas consecuencias los planteamientos disolventes de la Ilustración y el librepensamiento, tan poco atentos al curso de la historia.

Como causas externas concomitantes al triunfo de la Revolución francesa podemos mencionar las siguientes: 1) la postura del papa Pío VI, vacilante primero y sumamente torpe después (vacilante frente al ruego del episcopado de «aceptar» la «Constitución Civil»; torpe al enviar un legado a Alemania y firmar un pacto con el enemigo de Francia en 1792); 2) la creciente presión en la política exterior de las fuerzas europeas conservadoras (influencia de los emigrados franceses)[1]. El peligro exterior, con todo, quedó conjurado con las victorias de los ejércitos revolucionarios, esencialmente la de Fleurus sobre Austria en julio de 1794. Fue el momento en que se robustecieron las fuerzas interiores opuestas al régimen del «terror», lo que supuso para la Iglesia un no pequeño alivio. Pero el giro definitivo no llegó hasta Napoleón, en 1799 {§ 110).

Notas

[1] Especial importancia tuvo la influencia de los emigrantes en la corte eclesiástica de Tréveris, que una vez más agudizó el odio de los radicales contra el clero católico.

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