conoZe.com » Historia de la Filosofía » Filosofía Antigua » La filosofía griega y romana después de Aristóteles

Los neoplatónicos

Generalidades

Las tradiciones filosóficas derivadas de Platón están presentes a lo largo de todo el desarrollo del pensamiento griego, en un continuo contrapunto de las tendencias aristotélicas, epicúreas, estoicas y escépticas. No se trata sólo de los escolarcas de la Academia desde el s. IV al I (a. C.); hay además un acercamiento a Platón en el llamado «estoicismo medio» (s. II y I a. C.) de Panecio y Posidonio. Pero es a partir del s. I, época en que la inquietud por la salvación del hombre —que no confía ya en la suficiencia de la vida sensible— inunda los espíritus, cuando la filosofía vuelve a recurrir al platonismo. En los dos primeros siglos de nuestra era, y centrados en la cosmopolita Alejandría, se desarrollan efectivamente de modo simultáneo dos movimientos afines: el neopitagorismo de Apolonio de Tiana y Numenio de Apamea y el denominado «platonismo medio» de Plutarco de Queronea. Al mismo tiempo, el judío Filón de Alejandría propone una interpretación alegórica y platonizante de la Biblia. Estos hechos son los que posibilitan históricamente la aparición, en el s. iii, del plotinismo, el último gran sistema especulativo griego. La historiografía viene llamando neoplatonismo a esta tendencia que a partir de Plotino se prolonga en varias escuelas hasta el 529, fecha en que Justiniano clausura la de Atenas, de la que era entonces jefe Damascio.

La característica central del sistema de Plotino procede sin duda de su preocupación por el tema del destino del hombre, pero Plotino lo resuelve proponiendo un método de purificación que se apoya en una 'concepción metafísica extremadamente espiritualista. La realidad es para Plotino puro espíritu en interno dinamismo descendente y ascendente. Precisamente la meta del camino ascético es el espíritu en su nivel más alto, nivel al que el hombre llega por su esfuerzo, en un contacto o presencia que está más allá del mero conocimiento inteligible. El anhelo soteriológico que en Plotino se satisface en una ascesis de desprendimiento total de sí mismo, busca, cada vez más, en las escuelas que derivan del plotinismo, caminos más ligados a la teurgia o a las prácticas de magia para manejar los poderes «divinos» y controlar su influencia sobre los hombres. Pero, unos más especulativos y otros más teúrgicos, los neoplatónicos conciben siempre la realidad como un orden eterno y necesario que incluye al mismo Principio Primero; su deseo natural de «lo divino» se manifiesta en el intento de racionalizar la mitología de los «dioses» paganos. Por otra parte, y a pesar de querer mantenerse en un nivel puramente filosófico, los neoplatónicos conservan, por debajo de su filosofía, una adhesión a los ritos de valor mágico de ciertos cultos religiosos del Sol propios de los misterios de Mitra y de la religión oficial instaurada por el emperador Aureliano . Pero los neoplatónicos se sitúan polémicamente frente a la actitud religiosa del cristianismo que afirma la contingencia e historicidad del mundo real, creado por un Dios absolutamente trascendente e inaccesible al simple esfuerzo natural del hombre. Sin embargo, las mutuas influencias de neoplatonismo y autores cristianos son un lugar común de la historiografía de este periodo. Hay datos que inclinan a pensar que el maestro de Plotino, Amonio Sakkas —del que apenas conocemos más que el nombre—, fue primero cristiano (existe la hipótesis de que quizá fue el autor de los escritos del Pseudo-Dionisio) y volvió después al paganismo .

La corriente neoplatónica propiamente dicha comienza en Plotino , y se desarrolla en varios círculos y escuelas. Posteriormente, entre algunos humanistas del Renacimiento, habrá neoplatónicos, además de aristotélicos y platónicos; pero su interés y su trabajo es más filológico-literario e histórico que filosófico .

Escuela de Plotino

Discípulo inmediato de Plotino es Amelio (ca. 220-272), del que sabemos que tenía una relación estrecha con las doctrinas neopitagóricas de Numenio de Apamea.

Pero el discípulo más notable es Porfirio (232-301), quien. continúa el círculo de Roma fundado por Plotino; editor de las obras de su maestro y autor de comentarios a Platón y Aristóteles, de los que sólo nos ha llegado la Introducción a las Categorías, y de una Vida de Plotino, escribió otras muchas obras, la mayoría perdidas —entre ellas una Contra los cristianos—, en parte conocidas por los extractos que de ellas hace Eusebio de Cesarea en su Preparatio evangelica. En su explicación de la realidad y en su reflexión moral y soteriológica es un puro continuador de las doctrinas plotinianas y carece de originalidad. Al referirse a la pureza del alma del sabio capaz de elevarse por encima de los placeres, hay cierto acento estoico, y nombra a Dios con más frecuencia que lo hacía Plotino. También parece que hace más concesiones que éste a las prácticas teúrgicos y mágicas de las religiones paganas, cuyo contraste con el cristianismo subraya contra éste.

Escuelas de Siria y de Pérgamo

La tendencia neoplatónica se continúa en Siria, donde enseña fámblico (m. 330), nacido en Galais, que había sido discípulo de Porfirio en Roma y que es autor de muchas obras, la mayor parte desaparecidas, que conocemos por referencias de Proclo y Damascio. En él se acentúa la aceptación de métodos teúrgicos que sustituyen en gran parte a los ascético-filosóficos. Su figura, a los ojos de sus contemporáneos —a juzgar por las noticias que nos suministra la biografía escrita por Eunapio de Sardes— es más la de un taumaturgo que la de un filósofo.

La explicación que fámblico da de la realidad sigue el esquema plotiniano, aunque multiplicando y complicando el número y la relación de niveles e hipóstasis; así se puede tener la impresión de estar ante una imagen plotiniana de lo real, sólo que recargada en divisiones y subdivisiones. Pero la verdad es que estamos ante un cambio más profundo: donde Plotino distinguía momentos de una realidad en proceso, fámblico distingue realidades diferentes por un acercamiento a Aristóteles. El conjunto es un cuadro en el que todas las formas reales están ordenadas en una clasificación, mezcla de dialéctica y de fantasía, con la que se intenta relacionar la multitud de los dioses, demonios y héroes paganos. fámblico habla de una primera realidad inefable e inaccesible, que es lo Uno; después viene la Diada o principio de la diversidad; ésta produce una primera tríada de hipóstasis —la Presencia, la Potencia y el Entendimiento— y a continuación cuatro tríadas más y una serie última de siete realidades. Jámblico llama a estos inteligibles «unidades» o «hénadas». Pero hasta aquí no se ha pasado del mundo inteligible; por debajo de éste viene el mundo de las almas compuesto por centenares de realidades ordenadamente jerarquizadas en tríadas y décadas, hasta llegar al mundo sensible. De este complicado esquema de divisiones ha desaparecido aquella impresión de rica experiencia espiritual característica de los escritos de Plotino.

La misma tendencia de sustitución de lo filosófico por la pura alegoría y el rito mágico siguen los neoplatónicos de Pérgamo, entre los que están Edesio de Capadocia, discípulo de Jámblico, Máximo de Éfeso y Prisco de Molossos, maestros de Juliano (332-363) llamado el Apóstata, que intentó restaurar la religiosidad pagana.

Escuela de Atenas

La última fase del neoplatonismo se desarrolla en la Academia, en Atenas, donde se vuelve a los comentarios coordinados de Platón y Aristóteles. Son, primero, Plutarco de Atenas (ca. 350-432) y Siriano.

Pero el más importante es Proclo (ca. 410-485), discípulo de los anteriores. Muy dado a las prácticas ascéticas, rituales y teúrgicas, escribió entre otras obras varios comentarios a Platón, una extensa Introducción a la Teología Platónica y unos Elementos de Teología, de la que es un resumen el titulado Liber de causis, probablemente redactado por un árabe en el s. x, y que es uno de los principales vehículos por donde el Neoplatonismo llega a los filósofos y teólogos medievales. .

Por el aspecto formal, su explicación de la realidad tiene semejanza con la de Plotino, aunque el dinamismo descendente y ascendente de los seres se detalla y particulariza con gran complejidad. La emanación se produce desde lo Uno, más allá de todo, a las unidades o hénadas, de las cuáles las tres primeras son el Ser, la Vida y la Inteligencia, pasando luego al nivel más bajo de las almas y por último al inferior de la Naturaleza; pero las tres unidades primeras son principios de series en los que se basan respectivamente la multitud de las realidades (seres, vivientes, inteligencias); lo mismo ocurre con el Alma y la Naturaleza. En cuanto al movimiento de retorno en que consistiría el cumplimiento del destino del hombre, también detalla los grados de virtudes, desde las éticas o de lo corpóreo a las dianoéticas o de lo inteligible y a las teúrgicas o de lo divino. Pero al igual que ocurre en Jámblico, las diferencias con el sistema de Plotino son sustanciales: las realidades son concebidas aquí en una jerarquización inflexible, formando un cuadro que es la reificación del árbol lógico de los géneros y las especies; no se da aquí una realidad como la hipóstasis plotiniana de Alma capaz de recorrer todos los niveles de realidad, porque el punto de partida no es ya como para Plotino la vida espiritual hipostasiada. Por último, para Proclo, la materia no es el no-ser ni los seres materiales son la simple huella de lo inteligible sino partes de una verdadera realidad, el mundo sensible, que viene a ser como un todo orgánico. Hay, pues, una aproximación a los estoicos en el modo de concebir el universo corpóreo, y al aristotelismo en la manera de explicar la unión de forma y materia.

La escuela termina en Damascio (458-529), autor de una extensa obra, Los Principios, en la que vuelve, contra Proclo, al espíritu de Plotino: la realidad verdadera es sólo lo inteligible y debe ser entendida no como una jerarquización cosificada sino como una fluyente vida espiritual.

El pensamiento de Damascio es mucho más profundo y riguroso que el de Proclo, pero debido a la especial situación de la época, más interesada en el desarrollo de la teología religiosa cristiana que en cuestiones puramente especulativas, no tuvo resonancia ni fecundidad histórica.

Compañero del anterior es Simplicio (ca. 533) , importante comentarista de Aristóteles, que tras el cierre de la escuela en 529, y después de una breve estancia en Persia aún continúa en Atenas unos años la enseñanza privada.

Escuela de Alejandría

El neoplatonismo tiene sus últimos representantes en el círculo que Olimpiodoro fundó en Alejandría en el s. iv, y que continúa con varios autores de no mucho relieve, entre otros: la filósofa Hipatía (370-415), Hierocles, Filipón (ca. 490-530) —comentador de Aristóteles convertido luego al cristianismo— y por último, ya en el s. vil, otro comentador de Aristóteles, Esteban de Alejandría. En estos autores el helenismo casi ha desaparecido; el acercamiento al cristianismo es general; incluso alguno de ellos, como hemos dicho, son cristianos. Los elementos filosóficos neoplatónicos serán en lo sucesivo utilizados sólo como instrumentos especulativos de la creciente sabiduría teológica cristiana, como ya venía ocurriendo desde hacía unos siglos en la línea de los Padres de la Iglesia .

Bibliografía

E. VACHEROT, Histoire critique de l'école d'Alexandrie, 3 vols. París 1846-51; J. BIDEZ, Vie de Porphire, Gante 1913; C. CORBIÉRE, Le christianisme et le fin de la Philosophie antique, París 1921; J. BIDEZ, lamblique et son école, «Rev. d'études grecquesn (1919); PROCLUS, Institution Theologique, ed., trad. y notas de E. DODDS, Oxford 1933; íD, Commentaire du Parmenide, trad. de CHAIGNET, París 1900; L. J. ROSAN, The philosophy of Proclus. The final fase of Ancient Thought, Nueva York 1949; DAMASCIUS, De Príncipes, trad. de CHAIGNET, París 1898; C. E. RUELLE, Le philosophe Damascius, París 1861.

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