» Historia de la Iglesia » Historia de la Iglesia » III.- Edad Moderna: La Iglesia frente a la Cultura Autónoma » Segunda época.- Hostilidad a la Revelacion de la Ilustracion al Mundo Actual » Período segundo.- El Siglo XIX: la Iglesia Centralizada en Lucha con la Cultura Moderna » Capitulo Cuarto.- Las Iglesias Reformadas » §120.- El Protestantismo en Europa y en Norteamerica Desde el Siglo XIX
I.- Alemania y Dinamarca
1. También en el protestantismo alemán se registró a comienzos del siglo XIX una reacción contra la Ilustración. El movimiento de resurrección señala un reflorecimiento de la religiosidad y la piedad de tipo pietista. En sus noventa y cinco tesis de 1817, Klaus Harms (1778-1855) unía sus vivencias religiosas, influidas por el pietismo, con una tendencia muy marcada a lo objetivo y, sobre todo, a los libros simbólicos del luteranismo. Era preciso superar el racionalismo subjetivista. Dialogando con las corrientes modernas, trabajó Harms por la fusión del «movimiento de resurrección» con la Ortodoxia, que durante el período central del siglo XIX había adquirido una nueva influencia en la teología confesional, especialmente en sus círculos dirigentes. Su principal representante fue Ernst W. Hengstenberg (1802-1869), editor del «Evangelischer Kirchenzeitung» de Berlín, quien volvió a exponer el dogma de la Iglesia antigua y del protestantismo primitivo, combatiendo así tanto el subjetivismo como el pietismo, que subrayaba excesivamente el sentimiento. En el aspecto político-eclesiástico, su postura era restauracionista, la misma postura de otra personalidad de enorme influencia, August Vilmar († 1868), cuyos puntos de vista se inclinaban a la «alta Iglesia». Su influencia en la teología confesional luterana fue muy considerable durante un cierto tiempo.
La teología, tras su notable apertura a la influencia de la Ilustración durante el siglo XVIII (teología de transición, racionalismo, antisobrenaturalismo), recibió una nueva orientación, pareja a la del idealismo alemán, por obra de Friedrich Daniel Schleiermacher (1768-1834, profesor en Berlín y autor de obras como Über die Religion; Reden an die Gebildeten unter ihren Verächtern, 1799; Der christliche Gaube, 1821). La piedad de Schleiermacher, fuertemente subjetivista, parte del sentimiento religioso para valorar el universo. Religión es para él la «determinación del sentimiento». La doctrina cristiana no contiene otra cosa que «conceptos surgidos de estados de ánimo piadosos, que se basan en la conciencia de la absoluta dependencia de Dios». La evolución de la teología evangélica durante el siglo XIX se vio muy condicionada por los puntos de vista de Schleiermacher; suponían, por una parte, la profundización en los aspectos subjetivos y, por otra, el vacío adogmático de los elementos objetivos. Esta infravaloración del elemento objetivo es justamente lo que ha continuado por diversos caminos hasta nuestros días, y se muestra, por ejemplo, en el desprecio de todo lo que significa aceptación espontánea de la Sagrada Escritura en su sentido liberal (es decir, sin pasar antes por una exégesis complicada y desmenuzadora), que sólo significa visión superficial y acientífica. La postura de Schleiermacher daba como resultado -y lo sigue dando todavía hoy- una progresiva destrucción del patrimonio tradicional contenido en la Escritura y una pura psicologización de la fe. Y surge el peligro de que el hombre se convierta en medida de las verdades de la fe.
2. La nivelación y relativización de las diferencias confesionales entre los protestantes durante la época de la Ilustración preparó las condiciones para el surgimiento de un plan de unificación de ambas iglesias protestantes, la luterana y la reformada[2]. El objetivo de presentar el cumplimiento de la reforma en una sola Iglesia evangélica mediante la unión de ambas confesiones no se consiguió. Lo más que se logró fue la unión administrativa de las comunidades luterana y reformada. La comunión alcanzada fue más bien un factor negativo. Y, además, cuanto más intensa se hizo la profundización de la fe, como fruto del incipiente despertar religioso, mayor se hizo la diferencia entre las confesiones. Hemos mencionado ya un dato importante en este aspecto: la profunda fe evangélica del grupo que rodeaba al rey Federico Guillermo III. La unión se proclamó en el jubileo de la Reforma en 1817 y se concluyó en Berlín con la celebración comunitaria de una sagrada cena con arreglo al rito de la fracción del pan. La unión llegó a ser una realidad también en el gran ducado de Hesse, en el Rheinpfalz de Baviera, en zonas de Kurhesse, en Baden, Waldeck y Dessau.
Durante los años treinta las comunidades luteranas estrictas intentaron lograr su separación de la unión de iglesias. Esta separación se consiguió en parte por la vía militar (emigración de grandes grupos de luteranos a los Estados Unidos). Al retirar Federico Guillermo IV las medidas coercitivas, los luteranos rigurosos se separaron en 1841 de la iglesia oficial regional de Prusia y se agruparon en la «iglesia evangélicaluterana de Prusia», que constituye una iglesia independiente (Viejos Luteranos).
3. «Fe y ciencia», «tradición dogmática y ciencia moderna»: tal era el problema que hubo de plantearse durante el siglo XIX la teología evangélica, de acuerdo con sus caracteres peculiares (una teología situada dentro de una Iglesia de la Palabra). La teología evangélica se vio obligada a hacer un planteamiento más radical que la católica. Su evolución se caracteriza casi exclusivamente por la marcha victoriosa de la investigación histórico-crítica. La crítica que hizo de las fuentes y de la historia del cristianismo dio como resultado una amplia transformación, o disolución, de la doctrina eclesiástica tradicional y, en buena medida, de la predicación, llegando en no pocas exposiciones brillantes, pero radicales, a sacrificar incluso elementos esenciales de la tradición, relativizando o simplificando en forma racionalista la pretensión cristiana a la verdad. Algunas tesis radicales llegaban a negar sin más los hechos reales de la salvación, como la naturaleza humano-divina del Señor y su resurrección. Pese al rechazo de la simplificación racionalista del siglo XVIII, es ahora cuando se estudian y llevan a las últimas consecuencias las actitudes fundamentales de la Ilustración. Este proceso se desarrolla con una complejidad mucho mayor que durante el siglo anterior, y con una pluralidad de tesis casi limitada, que, en todo caso, pretende ser ciencia rigurosa. Será preciso llegar al siglo XX, al período entre las dos guerras mundiales, para registrar en el seno de la teología evangélica un desarrollo que, sin renunciar a la investigación histórico-crítica, intente reconducir su labor al mensaje central de la Biblia y de la Reforma (§ 125).
a) La exégesis crítica tuvo uno de sus impulsores decisivos en la figura de David Friedrich Strauss († 1874; Vida de Jesús, 1835ss). Según Strauss, los relatos de los evangelios son mitos creados por la comunidad cristiana, recopilados y redactados después ante la vista de los dogmas de la Iglesia. La crítica de Strauss, que procedía de la izquierda hegeliana, llegaba a negar la revelación en Jesucristo: «Lo único que ocurre es que en el cristianismo la humanidad adquirió una conciencia de sí mucho más profunda que hasta entonces... Jesús no es más que el hombre en el que esta conciencia más profunda brota con un poder que domina todo su ser y vida entera». Strauss fijó la temática que había de condicionar el trabajo de la Leben-Jesu-Forschung de las generaciones siguientes, aun cuando luego cada uno de los investigadores llegara a resultados bastante diferentes.
El arco se extiende desde la interpretación mítica de Strauss a la interpretación futurista y escatológica de Joh. Weiss († 1914) y Albert Schweitzer[3] y a la desmitologización de Rudolph Bultmann (1884-1976), mucho más importante para la historia de la Iglesia. En su intento de interpretación existencial del Nuevo Testamento, Bultmann niega a la divinidad de Jesús su especial significación para la fe. En todo caso, el dogma es expresión necesaria de la Iglesia, en cuanto que en el dogma la Iglesia habla de las realidades testificadas y ella misma da testimonio. En conjunto, la teología evangélica ofrece una producción inmensa en el campo de la exégesis, de la teología sistemática y de la historia de la Iglesia; pero sus contradicciones constituyen un grave perjuicio para la verdad cristiana. Los principios y los objetivos religiosos tienen en cada caso una profundidad muy diferente. Lo más importante en este aspecto es que precisamente deseos profundísimos de fe, como los de Bultmann, van acompañados de un vaciamiento previo y radical de lo objetivo, lo mismo en los hechos salvíficos que en la doctrina de la salvación. Estos elementos objetivos quedan disueltos en la actualización personal (la redención se realiza exclusivamente en la decisión personal del creyente: existencialismo).
b) Al igual que en la exégesis del (Antiguo y) Nuevo Testamento, también en el estudio de la historia del cristianismo se planteó el problema de la crítica histórica. Ferdinand Christian Baur (1792-1860) y la escuela evangélica de Tubinga fundaron, mediante la aplicación del concepto (hegeliano) del proceso dialéctico de la historia, la moderna historiografía evangélica, que alcanza su período clásico a finales del siglo con Adolf von Harnack (1851-1930). En el balance de esta escuela hay que registrar obras imprescindibles, de gran rigor científico, junto con una lamentable inseguridad teológica de todo tipo. A pesar de todo se advierte una profunda piedad y una gran fuerza en el anuncio de la Palabra.
c) Las escuelas teológicas protestantes del siglo XIX se caracterizan preferentemente por su toma de postura ante los resultados de la crítica histórica y de la «ciencia moderna» a la que constantemente se apela. La contraposición entre las teologías confesionales ortodoxas y la teología crítica liberal atraviesa el siglo entero, contraposición que, en una forma mitigada, ha pervivido hasta nuestros días. Entre tanto ha surgido una teología de mediación, que intenta unir la tradición y la modernidad (el principal representante es Karl Immanuel Nitzsch, 1787-1868, con su confesión de fe conciliadora, presentada en 1846 y que, en tono jovial, se le denominó el «nitzscheno».
Planteamientos dogmáticos más importantes se dan en la escuela luterana de Erlangen (que continúa la teología de la conciencia de Schleiermacher, aplicándola al patrimonio de fe tradicional de la antigua Iglesia y de los padres del luteranismo[4]) y en la teología de Albrecht Ritschl (1822-1889), que acusa una marcada influencia del neo-kantismo (rechaza la metafísica cristiana como teología natural); el conocimiento de Dios hay que derivarlo de Cristo. Pero sobre Cristo no pueden formularse juicios de ser, sino sólo juicios de valor. Cristo es el modelo ético, que realiza el reino de Dios, entendido éticamente, y lo vive de forma anticipada. El hombre realiza este reino en su vocación. Lo que hace posible la justificación, que suprime la conciencia de culpa y que es entendida como un perdón que le cae en suerte al hombre.
4. Al igual que en el luteranismo, en el calvinismo experimentó la ortodoxia, hacia mediados del siglo XIX, un renacimiento pasajero. Una de las cabezas más importantes del calvinismo ortodoxo fue Abraham Kuyper, holandés (1837-1920). Bajo su dirección se separaron en 1886 los calvinistas de la Iglesia Reformada Holandesa, bajo influencia liberal, y formó la «Gereformeerde Kerk» (en oposición a la «Nederlandse Hervormde Kerk»). Fundación de Kuyper fue la «Universidad Libre», de tendencia calvinista ortodoxa, de Amsterdam.
a) Pero el vigor del protestantismo en el campo de la dogmática no se despliega verdaderamente hasta el siglo XX, en la teología de Karl Barth (1886-1968), expresión de la nueva conciencia dogmática: la «Declaración teológica de Barm», en 1934. Esta teología, una creación realmente impresionante, intenta vencer el liberalismo de todos los matices mediante el anuncio del Señor resucitado, que sale al encuentro del hombre y le interpela. La evolución teológico-religiosa que ha experimentado Karl Barth durante la elaboración de su monumental Dogmática eclesiástica (Kirchliche Dogmatik: un total de 12 volúmenes, enumerados desde I a IV, 3) hace más difícil emitir un juicio unitario.
b) El siglo XX recibe como herencia y como tarea los problemas del XIX. Pero cambia el clima del trabajo teológico. La teología dialéctica (Karl Barth), el llamado renacimiento luterano y el movimiento de renovación litúrgica -todos los cuales surgen hacia 1920- redescubren posiciones centrales de la Reforma. Es muy importante señalar que también la unidad de los cristianos vuelve a plantearse nuevamente como problema y como tarea, y que su solución, el movimiento ecuménico, es acometida con interés (§ 125). Por otra parte, la labor histórico-crítica se continúa sobre una base más amplia, desde la escuela de la historia de las religiones hasta la actual exégesis de la «historia de las formas». En sus soluciones extremas, la exégesis explica que la convicción fundamental del conjunto de la tradición cristiana sobre la unidad interna del Nuevo Testamento no es más que una ilusión subjetiva. No tiene sentido decir que el «centro del evangelio» es la norma de interpretación. El mensaje cristiano pierde por completo su unidad obligatoria.
La teología protestante actual se halla en una situación contradictoria. De una parte, hay un retorno decidido a la herencia de los Reformadores y de la Iglesia antigua y, a la vez, se sigue desarrollando la crítica histórica, sin que hasta ahora se hayan podido equilibrar ambas tendencias ni, por desgracia, se vislumbre la posibilidad de conseguirlo.
5. El protestantismo alemán tardó en plantearse los problemas surgidos de la industrialización y la secularización del siglo XIX. La causa fue la debilidad interna del sentido unitario de la Iglesia. La doctrina luterana de los dos reinos tuvo consecuencias entorpecedoras. En contra de los deseos fundamentales de Lutero, y como consecuencia lógica de algunas formulaciones inexactas y parciales del Reformador, su doctrina había sido interpretada como un aislamiento de los dos reinos, lo cual favorecía la independencia del Estado. Desde este punto de vista la Iglesia no tenía por qué preocuparse de los asuntos sociales (= políticos); y, por otra parte, seguía en vigor la dependencia política práctica de la Iglesia respecto al Estado (episcopado supremo de los soberanos).
En un primer momento hubo iniciativas particulares para afrontar los problemas:
a) La «Misión interior» se remonta a Johann Heinrich Wichern (1808-1881). Su pensamiento fundamental era resolver el problema social mediante un renacimiento cristiano del pueblo entero. El problema social había surgido como consecuencia de la apostasía de la fe y la pérdida del amor al prójimo. Wichern comenzó la misión entre los hombres desvalidos y descristianizados, sobre todo los de las grandes ciudades. En 1833 fundó la «Rauhe Haus», en Horn, junto a Hamburgo, un hogar para los niños abandonados de la capital. En 1848 la «Misión interior» fue organizada en la dieta eclesiástica de Wittenberg en la forma de una asociación independiente dentro de la Iglesia evangélica alemana.
b) Adolf Stöcker (1835-1909), capellán real, fundó un movimiento social evangélico, que intentaba contrarrestar el movimiento obrero socialista con el fin de ganar a las masas para la fe cristiana. En 1878 se registra la fundación del partido obrero social-cristiano, con fines sociales. Se hace un llamamiento a los clérigos para que remedien la miseria espiritual y material del pueblo. En 1890 se celebra el Congreso social evangélico, para tratar el problema social sobre una base amplia y desde un punto de vista no partidista, intentando que se interesen por el problema grupos cada vez más extensos de personas cultas. Entre sus colaboradores, y bajo su influencia, aparece Friedrich Naumann (1860-1919), quien posteriormente abandonó su idea de que la influencia religiosa era capaz de modificar la situación económica moderna.
Stöcker pretendía mejorar la situación de los trabajadores y a la vez ganarlos para la Iglesia y la monarquía. Al no lograr estos objetivos, se separó del Congreso y fundó en 1897 la Conferencia eclesiástica libre, apoyada en los derechos inherentes a la Iglesia. Por sus opiniones e investigaciones sociopolíticas y, más todavía, por sus tendencias antijudías, el monárquico Stöcker fue destituido de su cargo de capellán real en 1890. Indudablemente hemos de reconocer a Stöcker el mérito de haber mostrado constantemente al protestantismo la necesidad de una doctrina social evangélica para la Iglesia y la teología. Los problemas que él planteó no han tenido un tratamiento sistemático hasta nuestros días.
La otra cara de sus esfuerzos se muestra de todas formas en la introducción de un antisemitismo racista en el cristianismo.
6. De entre la gran cantidad de figuras destacadas en la historia de la Iglesia del siglo XIX en Alemania mencionaremos a dos hombres singulares:
a) Johann Chrisph Blumhardt (1805-1880) fue un eminente representante del «movimiento del entusiasmo» de Würtemberg y un fenómeno extraordinario dentro de la historia de la Iglesia del siglo XIX. En su persona actuaron eficazmente los dones carismáticos del Nuevo Testamento, especialmente el de la curación de enfermos, que él ejerció con gran discreción, empezando por su feligresía de Möttlingen. La parroquia de Blumhardt llegó a ser el punto de partida de un movimiento penitencial, que llegó a amplios sectores. A partir de 1852 el centro de su actividad fue Bad Boll. Blumhardt se convirtió en consejero de muchos desamparados y reunió en torno a sí una gran comunidad, en la que se cultivaba una piedad sobria, alegre y centrada en la Biblia.
b) Friedrich von Bodelschwingh (1831-1910), fundador y director de un instituto para epilépticos, hizo de Bethel, cerca de Bielefeld, uno de los centros más importantes y más profundamente cristianos de la labor de la «Misión interior»[5]. Su fe rigurosa y profunda, en la que se manifestaba la unidad de la fe y de la caridad operante hacía el prójimo, marca hasta nuestros días el espíritu de los establecimientos de Bethel y de las obras caritativas y misioneras realizada en ellos. En Bethel vemos convertidos ejemplarmente en realidad numerosos aspectos del cristianismo. La creación, en ese mismo centro, de una escuela superior de teología evangélica al servicio de los enfermos -funciona desde 1905- merece ser elogiada por las perspectivas cristianas que señala.
c) El antiguo pietismo ha seguido ejerciendo su influencia hasta nuestros días. El pietismo tiene una alta estima del ministerio y, además, concede a los seglares una gran participación en la vida de la Iglesia. A pesar de la formación intensiva de las confesiones, no han sido raros los predicadores pietistas seglares a principios de siglo, sobre todo en el norte de Schleswig.
7. En el desarrollo posterior del protestantismo hasta la actualidad tiene una enorme importancia Dinamarca.
a) A partir de 1844 surgió el movimiento de la escuela popular danesa, que se hizo acreedor a grandes merecimientos por parte de los sectores culturalmente más sencillos[6]. El fundador de este movimiento fue Nikolaij F. S. Grundtvig (1783-1872). Su personalidad alcanzó una importancia considerable al revitalizar el cristianismo evangélico a base del símbolo de los apóstoles. Grundtvig partía de una consideración cristológica de la historia del mundo. Es característica su profunda vinculación con las fuerzas de las nacionalidades danesa y nórdica. El «espíritu heroico de los nórdicos» ha de traducirse justamente, dice él, en obras verdaderamente cristianas.
b) Sören Kierkegaard (1813-1855) puede ser considerado como una figura profética en la cristiandad del siglo XIX. Kierkegaard fue originariamente teólogo, pero no llegó a ejercer ningún tipo de ministerio eclesiástico, sino que se dedicó por completo a escribir. En aras de la misión que quería otorgar a su vida, deshizo su noviazgo y permaneció célibe. En oposición al panlogismo y al «objetivismo» de Hegel, Kierkegaard inculcó constantemente en su tiempo el carácter de decisión personal propio de la fe cristiana. El objeto de la fe es el paradójico contrasentido de la encarnación como acontecimiento real. Este hecho no puede ser concebido mediante un pensamiento abstracto, separado de la existencia, sino que sólo es accesible a la decisión personal creyente del que piensa y existe. La fe es esencialmente un riesgo. Se proclama rotundamente lo objetivo del acontecimiento salvífico y su apropiación por el hombre («fides quae creditur» y «fides qua creditur»). En este punto Kierkegaard empalma con el Lutero de la impugnación y se dirige de manera retadora especialmente contra el cristianismo estatal y eclesiástico de su tiempo y de su país.
Kierkegaard ha alcanzado una influencia decisiva en una parte de la teología y la filosofía del siglo XX (teología dialéctica; filosofía existencial). Su influencia en el despertar del catolicismo ha sido también muy considerable.
Notas
[2] Esta unificación hubiera reportado al Estado ventajas financieras y habría dado a los soberanos protestantes la posibilidad de apoyarse en una Iglesia fuerte, al menos externamente.
[3] Esta gran figura venerable, mencionada ya en otro contexto (§ 119), ha hecho que poco a poco esta explicación escatológica se haya ido convirtiendo en una doctrina de respeto a la vida humana, realmente sorprendente.
[4] Gottfried Thomasius (1802-1875) sustituyó en cristología el dogma de las dos naturalezas por la doctrina de la kénosis (enajenación). Joh. Christian Konrad von Hoffmann (1810-1877) vincula una teología de la experiencia (renacimiento) con el pensamiento histórico-salvífico.
[5] Fundó también en 1882 la colonia de trabajo de Wilhelmsdorf (Westfalia); posteriormente le sucedieron otras cuatro fundaciones similares, destinadas a paliar la falta de viviendas de los obreros industriales. En 1907 llevó adelante como diputado una «ley de la vivienda» con idéntica finalidad.
[6] En Alemania, este movimiento había de tener después, hasta la década de los treinta y los cuarenta, un poder realmente notable, pero peligroso para el cristianismo. En cambio, en la actualidad hay fuerzas cristianas que colaboran con gran provecho.
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